Henk Hobbelink, agrónomo
holandés, coordina el proyecto Genetic
Resources Action Internacional |
Henk Hobbelink es
fundador y coordinador de GRAIN (Genetic Resources
Action International), una ONG que promueve el
manejo y uso sostenible de biodiversidad agrícola
basado en «el control de la gente sobre los recursos
genéticos y el conocimiento tradicional». Uno de los
objetivos de esta ONG, que trabaja mayoritariamente
en África, Asia y América Latina, es crear redes de
personas y organizaciones como forma para recuperar
cultivos tradicionales.
"A veces parece que ya
no existen semillas de alguna variedad, pero en el
momento en que empiezas a establecer redes y formas
de comunicación, van apareciendo semillas por todas
partes", apunta Henk Hobbelink, ingeniero agrónomo
holandés y autor de libros como New Hope or
False Promise? (¿Una Nueva Esperanza, o
Falsas Promesas?).
Muchos de los grupos con
los que trabaja GRAIN analizan qué sucedió tras la
Revolución Verde, cuando en los años 60 se aplicaron
nuevas semillas, abonos y pesticidas para aumentar
la producción de los campos. ¿Y qué sucedió? En
algunos sitios se incrementó la producción, «sobre
todo en lugares fértiles, con más agua», pero fue a
costa de la pérdida de los cultivos y variedades
locales, ya que la nueva tendencia era centrarse en
monocultivos, básicamente unas pocas variedades de
maíz, arroz y trigo. El resultado paradójico
fue un incremento en la producción local de algunos
productos, que se exportaban, y un descenso en la
disponibilidad local de alimentos. Lo que
debía ser una fuente de riqueza, en algunos casos
comportó escasez y hambre.
-Ustedes hablan de
varios impactos negativos de la agricultura
industrial, ¿Cuáles son los principales?
-Uno es el ambiental,
por la aplicación de insecticidas y herbicidas que
después van a parar a las aguas y al ambiente. Otro
es el socioeconómico, con un descenso en la
disponibilidad local de alimentos, la pérdida de
cultivos locales, de recursos, cultura y tecnología
local relacionada con ellos.
SOLUCIONES A NIVEL LOCAL
De la agronomía moderna, Henk Hobbelink
lamenta una focalización excesiva hacia
la genética. Un síntoma de los tiempos.
Antes en la universidad, explica este
agrónomo, se podía estudiar múltiples
facetas de la agronomía. Ahora, el 80%
de los alumnos estudia genética. «En el
fondo no hay nada malo en eso, pero si
antes se buscaban soluciones específicas
para el problema, ahora se ha girado
todo a un enfoque genético»
|
-¿Puede dar un
ejemplo?
-La mujer en la India
tenía un rol importante en el cultivo y
mantenimiento de las semillas, y en los cultivos
menores, como sorgo o mijo. Secaban las semillas,
las guardaban en la cocina, al lado del fuego y el
humo, porque así evitaban problemas de insectos.
También cosechaban plantas silvestres, que ahora
llamamos malas hierbas, y de las que ellas conocían
su uso medicinal, para hacer ensaladas o cestas para
vender. Todos esos recursos desaparecen con el uso
de herbicidas y con la agricultura más
industrializada. Hay toda una tecnología local que
en general se ha ido perdiendo.
-También ha dicho que
se pierden variedades locales y, con ellas,
biodiversidad. ¿Cuánto se ha perdido?
-Hace 40 años se
cultivaban unos 50 mil tipos de arroz. Ahora
mismo se cultivan como máximo, y no en todas partes,
unas 50 variedades de arroz. De éstas, las 10 más
utilizadas constituyen el 80% de todo el arroz
cultivado. Ahora hay gente que dice, «bien,
recolectemos semillas en bancos de germoplasma para
conservarlas». La cuestión es si realmente esos
bancos servirán para conservar esa biodiversidad.
-¿Y por qué no van a
servir?
-Las semillas no pueden
conservarse eternamente. Antes de que pase un plazo
de tiempo que depende de cada planta, hay que volver
a germinar la semilla. Y como muchos de estos bancos
están fuera del lugar originario de las semillas, la
presión ambiental es diferente y las características
genéticas se pierden.
-Porque las
características son, al fin y al cabo, resultado de
la interacción de los genes y el ambiente, claro.
-La creación de semillas
es un proceso dinámico y continuo. Si coges una
semilla y la conservas, quizás puedes esperar que en
unos años sea igual. Pero si la misma semilla la
cultivas cada año, al lado de otras variedades y con
la misma presión de selección que hacen los
agricultores al escoger las mejores semillas para el
año siguiente, ahí tienes un proceso dinámico que
hace que la semilla que guardas anualmente sea
siempre algo diferente. Esa población dinámica se
mantiene estable.
-Entonces, ¿dónde
está la solución?
-La biodiversidad tiene
que estar en el campo. No sólo por razones
biológicas sino porque es la forma de que a nivel
local los agricultores tengan control sobre las
semillas. Este es el tercer gran impacto de la
agricultura industrial: que cuando los campesinos
pierden el control sobre la semilla, tienen la
dependencia de tener que comprar cada año la
semilla, y habrá años en que no podrán comprar.
-A las empresas
tampoco les interesa esto porque, llevando el
ejemplo al extremo, si nadie puede comprar semilla,
las empresas también pierden.
-Los campesinos tienen
otro horizonte temporal que las empresas, ya que
trabajan para tener beneficios cada año. Si en un
país no obtienen beneficios un año, se van a otro.
En cambio, los campesinos piensan en las siguientes
generaciones y son más cautos. De todas formas, no
digo que las variedades modernas sean malas, sino
que hace falta mantener la biodiversidad. Además,
para llevar a cabo programas de mejora genética y
conseguir plantas más resistentes contra nuevas
plagas u hongos, se necesitan todas esas miles de
variedades para cruzarlas con las antiguas.
La agronomía moderna tiende
a una focalización excesiva
hacia la genética, reconoce
Hobbelink |
La ciencia
puede contribuir a la recuperación y
mantenimiento de la diversidad, pero
necesita mirar desde una perspectiva
mucho más amplia, no sólo la genética.
En muchos casos, las soluciones a nivel
local no son caras, añade. "De hecho, si
se piensa bien, si se une la ciencia
moderna con el conocimiento local, dice
este con las técnicas de manejo de suelo
y de cultivos contra plagas, casi
siempre suelen ser mejores y más baratas
las soluciones locales".
Un ejemplo
está en el centro del continente
americano, donde los agricultores han
plantado desde siempre el maíz con
frijoles, todo en el mismo campo, y a
menudo con los frijoles trepando en el
tallo del maíz, técnica que ha causado
curiosidad y sorpresa entre los
agrónomos y científicos. "Ahora se sabe
que una de las ventajas de esta forma
tradicional de plantar es que se evita
una de las plagas del maíz, el gusano
Heliothis", explica el
coordinador de GRAIN. Este gusano
deposita sus larvas en la planta y se
come las mazorcas. Si tienes un
monocultivo, ilustra Hobbelink, las
larvas infestan toda la plantación. Con
frijoles en medio, el nivel de
infestación es mucho menor. Otra ventaja
de que los frijoles trepen por el tallo
del maíz es que, "al no estar en el
suelo, tienen menos problemas de hongos
e insectos".
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-¿Por qué,
simplemente, no se mantienen los cultivos de esas
miles de variedades? Hay gente que se dedica a
promover la recuperación de variedades locales.
-Ya se hace, poco a
poco. Para recuperar esa biodiversidad biológica hay
que ver cómo se conecta con la economía rural y cómo
se usa para promocionar su desarrollo. Es
fundamental conjugar estos dos niveles. Pero se ha
perdido mucho. En Europa, se ha perdido
hasta el 70% de las variedades de verdura y fruta
que se cultivaban a principios de siglo.
-¿Cómo se ha llegado
a esto?
-En Europa, por la
política agraria, que fija qué se planta y dónde,
con subvenciones y cuotas. Lo que hace es promover
una agricultura especializada para exportar, porque
según que cultivos no son rentables.
-Pero está dirigida a
evitar la sobreproducción y equilibrar un mercado,
que no haya excesos ni escasez, que no caigan los
precios...
-Se inició después de la
II Guerra Mundial para paliar las necesidades de
Europa, para aumentar la producción y la
exportación. Pero ha generado dos problemas, uno de
ellos a nivel mundial, la producción en exceso de
algunos productos que luego se exportan por muy poco
precio. En la África francófona, por
ejemplo, entra leche, textil y carne tan baratos que
se arruina la producción local. Otro
problema es a nivel local. La posibilidad de vivir
de una extensión de tierra de 30 hectáreas y de
mantener una biodiversidad biológica es muy
complicada en una economía en la que todo el apoyo
está enfocado a tener más tierra y menos cultivos.
-¿Se puede cambiar?
-La única forma es
reinvertir en el área rural para que la gente
cultive su propia comida. Y la única forma de hacer
eso es usar la diversidad biológica que existe.
-Esta pérdida se ha
dado también en granjas de animales.
-Sí. Antes, las granjas
en Europa mezclaban animales y cultivos. La granja
de mi padre tenía, por una parte, unos diez cultivos
diferentes y la otra mitad era pasto y cultivos para
los animales. Era un sistema integrado donde los
animales proveían abono, los cultivos pienso para
los animales, etc. Con la política de Bruselas se
han segregado los animales de la agricultura, y las
granjas se han especializado para incrementar la
producción.
-Y se ha conseguido
un sistema productivo.
-Sí, pero no tanto. Las
vacas comen mayoritariamente pienso. ¿De dónde viene
el pienso? De la soja y tapioca que producen
países como Argentina y Brasil. Una
universidad holandesa demostró, en un estudio, que
un agricultor en Holanda tiene la mitad de
«sus tierras» fuera de Europa, es decir, esas
tierras que se necesitan para producir lo que comen
sus vacas.
Para valorar la
productividad hay que contar con esas tierras y,
además, con el petróleo y los vehículos que se
necesitan para transportar el pienso. Si calculas el
coste de ese sistema, el sistema europeo no es tan
productivo.
-Aun así se han
conseguido niveles de producción más elevados, como
en el caso del pollo, que en unos años se convirtió
en una fuente de proteínas económicamente accesible
para gran parte de la población española.
-Sí, pero con peor
sabor. Ahí juega un papel importante el consumidor.
Ahora se deberían potenciar políticas que
reintroduzcan diversidad biológica en la economía
rural, ya sea en pollo, vacas o tomates, porque
tienen un beneficio directo para la calidad del
producto final. Esta tendencia de los consumidores
existe, se quejan de que los productos ya no saben a
nada. Hay que volver a buscar razas y variedades
locales, es una forma válida y productiva de
recuperar esa biodiversidad.
-¿Cuánta
biodiversidad se ha perdido en animales en Europa?
-Mucho más que en el
caso de vegetales, porque el nivel de concentración
e industrialización en la producción y la
reproducción ha sido más acentuada en animales. En
Holanda, por ejemplo, para inseminar a las vacas una
gran mayoría de granjeros recurren al semen de un
toro que vive en Canadá.
-¿De uno? ¿Se refiere
a un sólo toro?
-Sí, y de otro en
Holanda, y uno o dos más de EEUU que son como los «top»
para la inseminación artificial. Si la reproducción
va así, imagine a dónde va a parar la diversidad
genética que antes tenías.
Mercé Fernández
Tomado de www.consumaseguridad.com
13
de junio de 2006