¿Qué es la soberanía alimentaria? |
La ciudad
de Santo Domingo parece tener más coches que Dusseldorf o
Stuttgart, o por lo menos así lo hace parecer su tránsito
caótico. Los peores son unos microbuses llamados "guaguas",
que para cazar pasajeros se detienen en diagonal sobre los
cruzamientos de las calles y avenidas cortando el paso.
Estoy en
la República Dominicana acompañando a Bernabel Matos,
representante de la UITA en el país, y participando en un
ciclo de conferencias sobre soberanía alimentaria junto con
FENTIAHBETA, el Grupo Democracia y Desarrollo y Fudecom, la
Fundación de Defensa del Consumidor. En los tiempos muertos
termino de leer "Economist Intelligence Unit" sobre
biodiesel, publicado por el diario La Jornada, de
México. Hago una referencia: cuando Napoleón organizó un
concurso para la creación de un sucedáneo de la mantequilla
tenía una emergencia bélica. Hoy tenemos la margarina. Como
siempre, la situación militar genera la necesidad económica.
El
primer uso conocido del petróleo fue casi exclusivamente
como linimento para proteger las patas de los caballos. Por
esa época la ciudad de Fray Bentos, en Uruguay, era
mundialmente conocida por los embarques de carnes y trigo (upper
river) para toda Europa, y no por sus polémicas plantas
de celulosa.
Luego
comenzó a ser refinado en procura del kerosén, combustible
para las lámparas y fogones de los hogares. Con el cambio de
siglo se consolidó como fuente de la matriz química y
energética, desplazando al carbón mineral que no traía
adjuntas nuevas patentes, nuevas tecnologías ni grandes
inversiones para las nuevas instalaciones industriales, esto
es, el big bussines.
Británicos, holandeses y estadounidenses disputaron la nueva
matriz energética, y eso costó dos guerras mundiales con
Alemania y Japón, y más de 50 millones de muertos y otro
tanto de mutilados a la humanidad.
Santo
Domingo es una ciudad muy arborizada. ¡Sorpresa!: entre los
árboles hay fuerte presencia de Tung (Aleurites fordii),
conocido allí como "habilla extranjera", cuyas
semillas contienen 70 por ciento de su peso en aceites
combustibles.
En la
Segunda Guerra Mundial los países periféricos recibieron la
orden de cultivar la higuerilla (Ricinus comunis),
una planta energética como el Tung, para que los países
aliados pudieran abastecer su demanda, pero los dominicanos
encontraran mayor belleza en la habilla extranjera.
El mundo
es muy interesante. El ingeniero Rudolf Diesel inventó en
1900 un motor que funcionaba con aceites vegetales. Por su
osadía desapareció en el Canal de la Mancha, un viaje entre
Holanda e Inglaterra, y el poder energético permaneció
inalterado; sus compatriotas ni siquiera consiguieron una
patente por el motor diesel, pero la industria del petróleo
creó una nueva línea de producción para aprovechar la alta
eficiencia económica del motor diesel.
Hoy
vemos a George W. Bush calificar a sus conciudadanos de
“adictos al petróleo”, como si estuviesen enviciados con
alguna droga peligrosa, mientras en todo el planeta se
producen fanfarrones y ufanos discursos sobre la sustitución
del combustible fósil. Pero hay una pregunta preliminar que
poco se escucha: ¿se está acabando el petróleo? No, no se
esta acabando, pero padece de la misma enfermedad que atacó
al carbón mineral a principio del siglo XX. Ahora el
petróleo es un mineral con pocas “nuevas patentes, nuevas
tecnologías ni grandes inversiones para las nuevas
instalaciones industriales” que necesitan una gran inversión
de capital, servicios y valores agregados actualizados que
permitan el desarrollo de un segmento económico con tasas de
retorno crecientes. Entonces, antes del cambio, se fabrican
crisis periódicas para mantener el precio alto.
La
sustitución del combustible y de la matriz del petróleo es
necesaria y obligatoria, sin importar su escasez o
abundancia, pues trae agregada la nueva matriz con su poder,
pompa y circunstancias: las biotecnologías, bajo control del
mismo cartel.
Recientemente se realizó en Curitiba (Brasil) la Conferencia
de Bioseguridad y Biodiversidad donde estuvimos
representando a la UITA, y teníamos un compromiso asumido
sobre el biodiesel, pero no pudimos quedarnos más que el
primer día porque, inconscientemente, muchas entidades
intentaban luchar aplicando estrategias pre-OMC, inducidas
por la “inteligencia ambiental” de las transnacionales.
Mover
los 520 millones de vehículos con etanol y biodiesel es de
enorme interés para la industria automovilística, que
detenta el poder, las patentes, marcas y servicios de su
producción en la naturaleza.
No
tenemos memoria. Alabamos lo hecho por la dictadura militar
brasileña para garantizar los intereses de la industria
automovilística en ese país con el “Pró-alcohol”,
subsidiado, y con un fuerte impacto económico y social de
nefastas consecuencias. Ni siquiera sospechamos que se
trataba de la continuidad de la estrategia nazi de las
bombas V1, V2 y V9 que
tenían etanol como combustible y que atormentaran a los
ingleses durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco importa
que los latifundistas brasileños del azúcar y el alcohol
tuvieran un coche en la Fórmula 1 (COOPERSUCAR) subsidiado
hasta por el más miserable e infeliz ciudadano brasileño. ¡Y
yo preocupado con las guaguas que interrumpen el
transito en Santo Domingo…!
Ellos
son tan competentes y nosotros tan consumidores, que nos
hacen creer que el etanol y el biodiesel son alternativas al
modelo de adicción energética, cuando en verdad es su
actualización tecnológica y viabilidad a nivel mundial.
Entonces, cabe la pregunta: quienes proponen la producción
del etanol y el biodiesel ¿son tan ingenuos como para
promover que países periféricos se tornen poderosos con sus
producciones y plantaciones de combustibles biotecnológicos,
renovables? No, creo que no son ingenuos, pero la frivolidad
de nuestros gobernantes es parte de la sumisión, la
ignorancia y las malas intenciones que ocultan el servilismo
y la corrupción.
En la
Alemania derrotada y dividida de 1981 conocí a Zhang,
becario como yo y también ingeniero agrónomo, ex guardia
rojo chino, derrotado y castigado por su gobierno. El me
confesó que deseaba “apropiarse" de las enzimas
desarrolladas en el ForschungsAnstalt für Getreide und
Kartofelln, que se utilizaban para fermentar papas y
producir el combustible de las bombas voladoras (etanol). El
las quería para aplicarlas a la patata dulce (boniato) en su
país. ¡Qué ingenuo era Zhang! Durante los seis meses de su
pasantía los alemanes sólo permitieron que consiguiera
resultados del análisis de cenizas de papas.
Si
estuviesen en nuestro poder, esas enzimas nos permitirían
transformar el almidón de la yuca (mandioca) en etanol sin
necesidad de cocimiento, con mayor rendimiento energético y
bajo costo en la producción. Pero nosotros somos
“fanfarrones” y mediocres, no tenemos las enzimas pero
pretendemos vender biocombustible para el planeta. Lo
haremos, sí, pero si nada cambia se hará comprando las
enzimas, los insumos, las semillas y los servicios
biotecnológicos del Norte, agudizando los problemas de la
Revolución Verde, actualizando el modelo para sus dueños.
No
estamos pensando en alternativas al modelo de transporte,
sino en mantenerlo dentro de nuevos parámetros
“ambientales", sociales y, por supuesto, sostenibles.
Mientras tanto, los alemanes, grandes fabricantes de coches,
tienen su alternativa interna: biodiesel de colza; son ellos
mismos los mayores productores y usuarios. Aquí, por el
contrario, Bunge
quiere transformar la jungla amazónica en un monocultivo de
soja, y para eso cuenta con la “ingenuidad" de muchas ONG
que le sirven de pantalla para alcanzar la
“sustentabilidad". Todos estaban en la conferencia de
Curitiba.
La
República Dominicana no tiene una gota de petróleo, y su
cuenta energética instala pesados nubarrones que se
ensombrecen aún más en el horizonte, gracias a la “oportuna”
gestación de las crisis venezolana e iraní.
Tiene,
sí, tierras baldías con graves devastaciones en la Sierra
Central. Intercalaciones de “habilla extranjera", "piñón de
leche" e "higuereta" en medio de los cultivos para
protección de tierra, agua y cambio climático. Con recursos
nacionales, generando trabajo, puede fijar el campesino al
medio rural favoreciendo sus actividades: agricultura
orgánica, agroforestación y permacultura. Con el “biodiesel
nativo" puede viabilizar y estimular la industria cañera
para la producción de etanol, de biodiesel y su doble
utilización.
En “Los
Cacaos", con la gente de ASOCAES, estimulamos a los
campesinos a que siembren y hagan viveros de piñón de
leche. Sé que lo harán, pero no depende solamente de
ellos...
Por lo
que he visto en Curitiba, no dudo de que
Shell esté
pronto para importar biodiesel certificado de colza de
Alemania, o de soja transgénica argentina o de Brasil
-incluida en el Protocolo de Kyoto- para mantener la
soberanía energética de la Unión Europea, subimperio de
Estados Unidos.
Pensar
que me reí de la osadía de las guaguas: en el Cono Sur,
Shell
está plantando eucaliptus en tierras donde antes se
producían carne y trigo de excelencia, con dinero público y
servicios certificados. Bueno, es que Europa cierra las
industrias de papel y celulosa sin escala de competitividad
en 2007.
Entonces, la pregunta es: ¿de qué se alimenta un país? Y yo
respondo: ¡de energía!
Sebastián Pinheiro
©
Rel-UITA
12
de junio de 2006 |
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