-¿Qué saldo dejó la revolución sandinista en materia de
políticas agrarias?
-La revolución dio un paso histórico en cuanto a la
distribución de la tierra en Nicaragua. A través de la
reforma agraria miles de familias campesinas despojadas –y
en el mejor de los casos sus integrantes convertidos en
asalariados rurales– tuvieron acceso a la tierra. Pero esto
duró los 10 años de gobierno sandinista.
En cuanto a la defensa del medio ambiente y de la
agricultura ecológica, en los 10 años de guerra que vivió
Nicaragua obviamente éstas no fueron prioridades del
gobierno. Sin embargo, se implementaron políticas agrícolas
decididas a apoyar al campesinado y enfocadas a
autoabastecernos fundamentalmente de maíz y papa. La defensa
del país y la producción fueron dos lemas permanentes del
gobierno sandinista.
-¿Qué sucedió con la tenencia de la tierra y la producción
agrícola luego que el sandinismo perdió las elecciones?
-En 1992 el gobierno nicaragüense firma el primer ajuste
estructural con el Fondo Monetario Internacional, que
implica entre otras cosas el regreso de la tierra a manos de
ex poderosos hacendados. Hoy este proceso se sigue cobrando
muertes de familias campesinas que se resisten a entregar
las tierras que les dio la revolución.
Luego del sandinismo se abandonaron las políticas destinadas
a favorecer el campesinado y el 45 por ciento de la tierra
regresó a sus antiguos dueños, ex somocistas o ex
empresarios agrícolas, favorecidos por procesos
instrumentados por el gobierno. Hay que tener en cuenta que
la población campesina de Nicaragua es la mayor de Centro
América: un 43 por ciento de la población total del país
vive en el campo.
La aplicación del modelo neoliberal en Nicaragua atenta
contra la producción local de alimentos, incluyendo la
desaparición de un banco estatal, el banco Nacional de
Desarrollo, creado para otorgar préstamos a los productores
y que en 1995 fue privatizado. Tampoco existe asistencia
técnica del gobierno, y los campesinos siembran y sobreviven
de acuerdo a su propia experiencia y al apoyo de algunas
Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que a veces resultan
peores que un banco privado.
También hubo campesinos que se vieron obligados a vender sus
tierras y emigraron a la ciudad. Los jóvenes han abandonado
el campo, desplazándose hacia las plantaciones industriales
de piña, de naranja en Costa Rica.
Mientras tanto el gobierno dice que prestar dinero a los
campesinos es una inversión de mucho riesgo porque los
campesinos no están en condiciones de regresar el préstamo.
En Nicaragua, luego del huracán de 1998, hubo un incremento
enorme de ayuda alimentaria que estuvo justificada por la
emergencia. Sin embargo, ha continuado creciendo como un
acto deliberado de crear modelos de dependencia e incluso
introducir alimentos ajenos a nuestra cultura, como los
cereales de soja. Nuestra población no consume cereales sino
maíz y frijoles. En las escuelas se obliga a las maestras a
distribuir soja a los niños.
-¿Hay plantíos de soja transgénica en Nicaragua?
-Todavía en Nicaragua no se siembra soja, pues para los
empresarios extranjeros y nacionales es un país de alto
riesgo si se piensa en la capacidad organizativa de su
pueblo y en las constantes demandas de los campesinos por
sus derechos. Ahora hay una propuesta –Reglamento de
Bioseguridad– y prevemos que cuando se apruebe vamos a
empezar a importar granos, sobre todo de maíz y soja, desde
Estados Unidos destinados en grandes porcentajes a los
niños. A Washington no le interesa que produzcamos
transgénicos sino que abramos nuestro mercado.
-Usted mencionó la incidencia de las ONG en Nicaragua. El
sociólogo estadounidense James Petras ha dicho que muchas de
ellas son funcionales a los gobiernos de derecha.
-En Nicaragua el mundo de las ONG es interesante. Cuando el
sandinismo pierde las elecciones muchos funcionarios
gubernamentales capacitados se quedaron sin empleo de la
noche a la mañana, y una salida que encontraron consistió en
formar ONG.
En algún momento muchas de ellas han sido una espina en los
gobiernos de derecha. El ex presidente Arnoldo Alemán –que
está preso por corrupción– creó una ley destinada a
controlar las ONG porque consideraba que la mayoría eran
sandinistas.
Desde ese punto de vista las ONG o son demócratas o son
sandinistas. Pensando en la critica que hace Petras se puede
identificar en Nicaragua cuatro tipos de ONG: algunas muy
pequeñas en número pero muy poderosas, que hasta tienen
programas de televisión donde hablan de democracia. Estas
están constituidas para ser una de las patas de los
gobiernos de derecha y favorecer la aplicación de políticas
neoliberales cuando el Banco Mundial requiere la
participación de la sociedad civil. Otras son las que hacen
lo que los gobiernos no hacen, es decir que tapan los huecos
que abre el neoliberalismo haciendo caridad con alimentos y
programas de educación. Un tercer grupo de ONG son aquellas
que bajo el nombre de progresistas han acomodado sus
posiciones y no confrontan, para no arriesgar sus fuentes de
financiamiento. Y por último están las que se consideran
parte del movimiento social, que abarca organizaciones y
grupos decididos a enfrentar y resistir los impactos del
neoliberalismo.
En definitiva, coincido con Petras: hay ONG de distintos
signos y no faltan las funcionales al sistema.
Carlos Caillabet
© Rel-UITA
23 de junio de 2004