México
Biocombustibles: criterios a considerar
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Desafío de la
humanidad o un nuevo instrumento de dominación: eso son los
biocombustibles. O los empleamos adecuadamente para revertir
el cambio climático, o los utilizan los poderes económicos
trasnacionales para reconvertir su hegemonía.
La cuestión
no reside en si aceptamos o no los biocombustibles.
Reside
en qué tipo de biocombustibles, bajo qué sistema productivo,
decidido y controlado por quiénes, con qué relación con
nuestros objetivos y valores básicos como nación adoptamos.
Desde la óptica de la agricultura campesina pueden
formularse seis criterios básicos a tener en cuenta para
cualquier decisión sobre los biocombustibles:
1. Soberanía y seguridad alimentarias:
En nuestro
país hay 17 millones de personas en pobreza alimentaria;
por otra parte, ya importamos casi la mitad de los alimentos
que consumimos. Orientar buena parte de nuestra producción maicera al
etanol, es reducir y encarecer el suministro de alimentos a
las familias más pobres. Aceptar el cultivo masivo de
plantas para producir biocombustibles es incrementar la
presión sobre la tierra y aumentar nuestra ya grande
vulnerabilidad alimentaria.
El derecho
a la alimentación, energía básica de los seres vivos, es de
rango superior al derecho a la energía para las máquinas.
2. Derecho de las familias campesinas e indígenas a la
tierra y a vivir dignamente de su trabajo agrícola:
La
experiencia de las naciones, como Argentina, donde se
ha
impuesto un monocultivo dictado por el mercado internacional, como la
soja, es muy clara: quiebra de pequeños y medianos
agricultores, desempleo, devastación de suelos y vegetación, etcétera. Si en México se quieren promover dichos
cultivos ha de garantizarse el respeto y la no presión a las
tierras comunitarias, ejidales y familiares.
3. Sustentabilidad hídrica:
Las
empresas interesadas en los biocombustibles no se van a
dirigir a las tierras temporaleras: van sobre las irrigadas.
Y, salvo en contadas regiones, en México todavía no
están generalizados los sistemas de uso eficiente del agua.
Tenemos muy poca y agotar ese recurso vital en aras de la
producción de combustibles sería poner en riesgo no sólo
nuestra soberanía, sino incluso nuestra viabilidad como
nación. El cultivo de las plantas base para biocombustibles
debe estar siempre supeditado no a la disponibilidad, sino a
la sustentabilidad en el manejo del agua.
4. Sustentabilidad de recursos naturales:
Todas las
experiencias de cultivo intensivo de soja, palma aceitera,
maíz, y otros vegetales base de biocombustibles nos muestran
que conllevan una considerable devastación de recursos
naturales:
desmonte de
bosques y de arbustos; contaminación de suelos por el uso de
agroquímicos, pérdida de la biodiversidad; emisiones de
gases de efecto invernadero, como el óxido nitroso producido
por los fertilizantes.
No podemos luchar contra el cambio climático agravando la
raíz de lo que pretendemos combatir.
5. No uso de transgénicos:
La urgencia
por producir cada vez más biocombustibles dispara la
utilización de semillas transgénicas, como el soja o el
maíz, incluso los árboles o pastos transgénicos. Caer en
esta trampa implica dos amenazas:
la primera,
ponerse en manos de trasnacionales como Monsanto, depender
de ellas y pagarles patentes por emplear sus semillas. La
segunda, peor todavía, es la agresión a las semillas,
pastos, árboles nativos y a ecosistemas completos por la
intrusión de transgénicos que pueden acabar con la
diversidad y extinguir especies animales o vegetales.
No puede permitirse por ello que el desarrollo de
agrocombustibles se haga con base en plantas y semillas
transgénicas.
6. Control comunitario, local y nacional:
A gritos y
a sombrerazos en México mantenemos la soberanía
nacional sobre el petróleo, aunque las comunidades donde se
asientan los pozos petroleros son las últimas beneficiarias
de la extracción del crudo, sino las principales
perjudicadas por los daños ambientales producidos por la
actividad extractiva. Ahora bien, las principales promotoras
de la producción de biocombustibles son varias empresas
trasnacionales. Por eso otro criterio que debe normar la
producción de biocombustibles en México es el del
control nacional y comunitario sobre los mismos. Esto quiere
decir que no sean las trasnacionales quienes se apropien del
proceso de producción y distribución de los mismos, sino que
se mantenga dentro del control de la nación. Pero no basta,
es necesario que las propias comunidades campesinas, con
apoyo del Estado, cuenten con los mecanismos que les
permitan desarrollar y ejercer un control comunitario sobre
la bioenergía que ellas mismas produzcan, que ellas sean las
que decidan las formas, las cantidades, los usos y los
destinatarios de esa energía, y que ésta se distribuya, en
primer lugar, en la propia localidad.
El
desenlace del nuevo ciclo global de alimentos y energías aún
no se ha fijado. Con la fuerza social y criterios como
éstos, podemos orientarlo, no a la reproducción de la lógica
y los poderes capitalistas, sino a una nueva era de justicia
y convivencia sustentable.
Víctor
M. Quintana S.
Tomado de
La Jornada
21 de
agosto de 2007
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