Un estudio confidencial
estima que el consumo de agrocombustibles en Estados Unidos y Europa es
responsable del 75 por ciento
del aumento de los precios de los alimentos.
En
cambio, el aumento de la demanda mundial de alimentos, el cambio en los hábitos
alimenticios, entre otras causas, tienen un impacto secundario.
El 4 de julio el diario The Guardian de Londres
dio a conocer los resultados de un estudio confidencial del Banco Mundial
(BM), realizado por el economista especialista Don Mitchell y
concluido en abril de 2008. Al parecer, los responsables del BM
consideraron que el contenido del estudio ameritaba su ocultamiento, ya que
desmiente la línea oficial del gobierno de Estados Unidos, pero también
de las autoridades de la Unión Europea y sus gobernantes.
Bajo pretexto de luchar contra las emisiones de dióxido de
carbono (CO2), y para
satisfacer el hambre por los combustibles de los principales consumidores de
carburantes del mundo, los responsables políticos continúan apoyando con
subsidios y la fijación de metas oficiales la producción y el uso de los
agrocombustibles. Sin embargo, en desconocimiento de la ley de la oferta y
demanda, aplicada a la disponibilidad de tierras para la producción destinada a
alimentos y combustibles, el discurso oficial de los gobiernos ha negado
sistemáticamente una significativa relación causa-efecto entre el aumento de los
precios de los alimentos y la expansión de la producción de agrocombustibles.
Según el estudio dado a conocer,
el consumo de agrocombustibles es responsable
del 75 por ciento del aumento de los
precios de los alimentos. Esta evidencia contradice radicalmente las afirmaciones del
gobierno de Estados Unidos, que situaron el impacto en apenas 3 por
ciento, y fortalecerá la posición de los críticos a la incorporación obligatoria
de agrocombustibles a los carburantes vendidos en las gasolineras de América
del Norte, Europa continental y el Reino Unido. que desde tiempos
atrás están insistiendo en la necesidad de una moratoria al uso de esos
combustibles. Se publica además en la fase previa de la reunión de los jefes de
Estado y Gobierno del grupo G8, a celebrarse la semana próxima en
Japón.
"Sin el aumento de los
agrocombustibles”, aclara el informe, “las reservas globales de trigo y maíz no
hubieran disminuido significativamente y el aumento de los precios debido a
otros factores hubiera sido moderado”. De acuerdo a la investigación el precio
de la canasta de comestibles analizada se incrementó en 140 por ciento entre
2002 y febrero de 2008. Sólo 15 por ciento de este incremento corresponde a la
evolución de los precios de energía y fertilizantes.
Como explica el estudio, la producción de agrocombustibles
distorsionó los mercados alimentarios en tres niveles:
- Desvió granos de la producción alimentaria a la generación
de combustibles; más de un tercio del maíz estadounidense se deriva a la
producción de etanol y la mitad de los aceites vegetales de la Unión Europea
se usa para biodiesel;
- Indujo a los productores a dedicar más tierras a la
producción de agrocombustibles, y
- Desencadenó la especulación financiera con los granos, lo
cual implicó un impulso adicional de los precios al alza.
El estudio concluye también que la creciente demanda de
algunos países como India y China, los cambios de los hábitos
alimenticios de sus habitantes y las sequías e inundaciones acaecidas en varios
países productores de trigo no tuvieron un impacto significativo en la suba de
los precios.
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