Los biocombustibles
también contaminan. El auge de estos combustibles se debe a la escasez y al
encarecimiento del petróleo. No reducen las emisiones a la atmósfera para
suavizar el cambio climático, ni fomentan el cultivo y el comercio de productos
agrícolas en países del Sur.
Con la sociedad
sensibilizada ante los peligros del cambio climático, la búsqueda de un
combustible que sustituya al petróleo y que, de paso, ayude a reducir las
emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera se ha convertido en un desafío
para las grandes industrias.
Aunque algunos legitimen el
uso de los biocombustibles por sus posibles beneficios al medioambiente, también
contaminan. Al menos mientras se
obtengan de la forma actual. Algunos ecologistas señalan que la producción de
etanol a partir de maíz consume casi tanto combustible fósil como el que puede
producir.
El proceso de producción del
bioetanol desprende grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. La
mayoría de las fábricas de etanol queman gas natural o carbón para producir el
vapor que hace posible la destilación del maíz, la soja o la caña de azúcar.
Además, la producción del maíz requiere abonos nitrogenados, que se fabrican con
gas natural, y un uso intensivo de cosechadoras y maquinas agrícolas que
funcionan con diesel.
Para aumentar el número de terrenos en los que
se cultivan productos agrícolas de los que se pueden obtener biocombustibles se
necesitan agrotóxicos y abonos nitrogenados que pueden causar una rápida erosión
del suelo.
Además, labrar superficies reservadas hasta ahora a la conservación del suelo o
de la fauna podría acabar con parte de la biodiversidad y liberar el carbono que
se encuentra retenido en los campos de barbecho.
El auge de los
biocombustibles se debe a la escasez y al encarecimiento del petróleo. En sus
informes de 2005, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ya
advertía de que los niveles de producción y consumo del petróleo se acercaban a
un peligroso punto en el cual la demanda de este combustible sería superior a la
capacidad mundial de producirlo. Hoy, el precio del barril se sitúa ya por
encima de los 94 euros.
En un
mundo en el que más de 800 millones de personas padecen hambre, en
el que mueren 25.000 personas cada día por inanición, no parece
ético dar prioridad a la búsqueda de combustibles que permitan
seguir con el frenético gasto energético de los países más
industrializados |
La necesidad de encontrar un
sustituto al petróleo ha hecho que la producción de biocombustibles haya crecido
de manera exponencial en los últimos años.
Sólo en EEUU, el mayor consumidor de petróleo
del mundo, la cantidad de cultivos que se dedican a la producción de
biocombustibles es el doble que hace cinco años.
De hecho, el Congreso ha establecido que 28.000 millones de litros del
carburante consumido para el año 2012 deberían ser bioetanol o biodiesel y
algunos congresistas pretenden que esta cantidad aumente hasta los 230.000
millones de litros para 2030.
Esto ha animado a los
agricultores estadounidenses a producir la
mayor cosecha de maíz desde la II Guerra Mundial y a encarecer su precio. Los
mexicanos ya sufrieron en personalmente, durante la conocida "crisis de las
tortillas", los efectos producidos por la subida del precio del grano.
En un mundo en el que más de
800 millones de personas padecen hambre, en el que mueren 25.000 personas cada
día por inanición, no parece ético dar prioridad a la búsqueda de combustibles
que permitan seguir con el frenético gasto energético de los países más
industrializados. El consumo de petróleo en Europa es 10 veces superior
al de China, el de EEUU 20.
Agotar los campos de cultivo
y dedicar alimentos básicos a la producción de energía es condenar a la parte de
la humanidad que sufre las miserias del hambre y a generaciones futuras a una
muerte segura.
La clave está en fomentar un
consumo sensato que permita el ahorro y el uso eficiente de la energía, así como
desarrollar nuevas tecnologías que permitan potenciar el uso de fuentes
renovables como el sol, la luz o el viento. Los biocombustibles pueden
convertirse en energía para hoy y en hambre para mañana.
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