Provocan desplazamientos, deforestación
y enfermedades, y ponen en peligro zonas
indígenas
El desarrollo de
agrocombustibles, que ha llevado al establecimiento de monocultivos de soja,
caña de azúcar y palma de aceite en regiones de América Latina y Asia,
han provocado graves violaciones a los derechos humanos, debido a que ocasionan
impactos negativos a la salud, a las condiciones laborales y provocan conflictos
territoriales, indican expertos.
El estudio
Agrocombustibles, una revisión crítica de nueve
puntos clave, realizado por Biofuel Watch, Carbon Trade Watch,
Transnational Institute y otras organizaciones, advierte que la expansión de
soja en Argentina y Paraguay para alimentar animales de Europa
y China “ya ha comprometido, desde 1997, los derechos humanos de las
poblaciones que habitan los lugares en que se han establecido grandes
plantaciones”.
Indica que sumado a ello, estos
países se enfrentan a la amenaza de la expansión de los agrocombustibles y
resulta preocupante ver que se promueven “por su potencial para mejorar las
economías de los países del sur, mientras se hace caso omiso de sus impactos
negativos”.
Refiere que la expansión de
soja y la palma de aceite, en América Latina y en Asia meridional,
se puede asociar con varias violaciones de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, “pero una de las garantías a las que no se suele prestar
atención es el derecho a la salud adecuada. El aumento de productos agrotóxicos
y la deforestación suponen una violación flagrante del derecho a un nivel de
vida adecuado que garantice salud y bienestar”.
La deforestación y la relación
con enfermedades catalogadas como zoonóticas –provocadas por el contacto con
animales–, y las transmitidas por vectores, están asociadas con la
deforestación, la cual se ha extendido en el norte de Argentina,
Brasil y Paraguay, debido a la expansión del cultivo de soja. Agrega
que los cambios sociales y ecológicos, ya sean abruptos o episódicos, conducen a
la aparición de enfermedades.
Además la pérdida de bosques
provoca diversas alteraciones en los ecosistemas, ya que se reducen los hábitat
de los que pueden disponer las especies animales y vegetales. “Cada vez hay más
pruebas de que la deforestación y los cambios en los ecosistemas influyen en la
distribución de otros microorganismos y en la salud de poblaciones humanas, de
animales domésticos y en la fauna y flora.”
Los cultivos de la palma
aceitera y soja, dos de las materias primas que se utilizan para la elaboración
del biodiesel, utilizan el paraquat y el glifosato como herbicidas; el primero
es mortal en caso de ser inhalado o ingerido, señala el documento.
Los derechos humanos se ven
vulnerados también por el desplazamiento de las comunidades indígenas. El texto
refiere que, según el Foro permanente de Naciones Unidas para las cuestiones
indígenas la tala de bosques para dar paso a nuevos cultivos pone en peligro a
60 millones de indígenas, cuya supervivencia depende casi totalmente de los
bosques.
El estudio indica que la
resistencia a la expansión de los monocultivos para producir materias primas
para agrocombustibles va en aumento, y cuestiona el modelo de agricultura
industrial, la que “destruye sus medios de vida y los desplaza de sus tierras,
con consecuencias tremendamente negativas para la soberanía alimentaria, la
agricultura sostenible, biodiversidad, la estabilidad climática, y los derechos
y conocimientos de comunidades indígenas”.
También analiza los aspectos
relacionados con el cambio climático, la industria de transgénicos,
agrocombustibles de segunda generación, seguridad alimentaria, biodiversidad,
empleo y certificación.
Angélica Enciso L.
Tomado de La Jornada
10 de febrero de 2009
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