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Brasil
El gobierno de Lula, entre el agronegocio
y
la agricultura familiar |
Como tantos uruguayos, Julián Pérez
debió abandonar su país, instalándose con su familia en
Brasil en los años setenta. Hoy trabaja activamente para el
desarrollo de la agroecología y la economía solidaria desde
el Instituto Equipo de Educadores Populares, organización no
gubernamental de la región centro del estado de Paraná. Esta
institución forma parte de la coordinación de la Red Ecovida
de Agroecología del Sur de Brasil, que reúne a grupos de
productores, ONG y consumidores de los estados de Río Grande
del Sur, Paraná y Santa Catarina.
-¿Cuántas personas integran la Red Ecovida?
-Son más o menos 200 grupos de productores, constituidos por
unas 1.800 a 2000 familias, 20 ONG y entre 20 y 25
organizaciones de consumidores, que pueden ser cooperativas
de consumidores o asociaciones de barrio.
- ¿Cuál es el perfil de esos agricultores?
- Como es una región muy grande hay características
diferentes. Por lado hay productores que estaban muy
especializados e hicieron un proceso de reconversión hacia
la agricultura ecológica, pero por otro hay numerosos
agricultores tradicionales. Estos estaban en cierta manera
insertos en un modelo convencional pero no de cabeza, y
pasaron a invertir más en prácticas agroecológicas.
- ¿A qué se debe el desarrollo de la agroecología en el
sur de Brasil?
- Lo que pudo haberlo impulsado fue una efervescencia social
que se dio en casi todo Brasil, en el caso de São Paulo con
los sindicatos, con Lula y la CUT; y en el sur, con la
discusión de la reforma agraria en el campo, el tema de los
Sin Tierra, en gran parte impulsado por sectores
progresistas de la Iglesia (los proclives la Teología de la
Liberación, las comunidades eclesiales de base, la pastoral
de la Tierra), que tuvieron un papel muy importante en el
proceso de organización comunitaria. En los años 80
empezaron algunas ONG a trabajar en lo que antes se llamaba
tecnologías alternativas, distintas al modelo convencional.
Una de las más destacadas de ellas fue la FASE, que creó el
proyecto Tecnologías Alternativas y financió la contratación
de técnicos en los estados de Rio Grande, Santa Catarina y
Paraná. A su vez, en Rio Grande se estaba dando, a partir de
José Lutzemberger y Sebastião Pinheiro, una discusión
ambiental bastante fuerte, y grupos que venían de una
posición más puramente ambientalista terminaron acercándose
a las asociaciones que promovían las tecnologías
alternativas.
- ¿Cuál fue el papel de la universidad en este proceso?
- Diría que muy escaso. Las ONG pueden haber buscado a las
universidades para hacer investigaciones, trabajos, o a
veces a la misma universidad le interesaba el trabajo y
buscaba a las ONG, pero el desarrollo de la agroecología en
el sur de Brasil partió de estas organizaciones y no de la
universidad.
- ¿Y cómo se socializa esa labor?
- Depende de las regiones. En Rio Grande había muchos
productores especializados hortícolas en la sierra, por
ejemplo en Caxias do Sul, donde se tuvo lugar un proceso de
reconversión de lo convencional hacía la agroecología. En
estos casos las organizaciones que están dentro de la Red
apuntan a un trabajo que vincule lo técnico con lo social,
lo organizativo y político. En otras zonas, por ejemplo en
Paraná, trabajamos mucho más en el rescate de tecnologías,
la valoración de tecnologías, porque el público tiene un
origen más tradicional, de producción de subsistencia, es
gente más empobrecida.
- Yendo a los aspectos comerciales, ¿cuáles han sido las
distintas formas que han desarrollado para llegar al
consumidor?
- Lo que más diferencia a la Red como estrategia es la
comercialización, porque de alguna manera siempre se intentó
garantizar la soberanía alimentaria, que los productos
ecológicos estuviesen volcados dentro de lo posible a los
mercados internos y buscando siempre la relación directa
productor-consumidor. Esto constituye una gran diferencia
con la mayoría de los productores orgánicos, que normalmente
están permeados por la obsesión de exportar o de vender a
los supermercados, a las grandes redes. Hoy si el productor
entra pensando en desarrollar una experiencia agroecológica,
debe trabajar con los mercados locales. Es así que el
trabajo de esos 200 grupos genera por lo menos 100 o 120
ferias, algunas de ellas en municipios tan importantes como
Porto Alegre que tiene 2 millones de habitantes y otras en
pueblos de 3 mil, 4 mil o 5 mil personas. Buena parte de
estas ferias son semanales, en algunos casos se dan hasta
dos o tres veces por semana. La feria es la principal
estrategia pero se han desarrollado otras, como los
almacenes ecológicos (una suerte de locales permanentes de
venta de productos ecológicos), o estrategias de reparto,
sobre todo en los municipios chicos. Hace 3 o 4 años se
empezaron a organizar las cooperativas de consumidores, que
montan un local de venta de productos, compran a los
productores y revenden a todo público, con precios
bonificados para quienes integran el movimiento cooperativo.
- ¿Cómo han resuelto en la Red el debate sobre la
certificación de los productos orgánicos comercializados?
- La certificación se planteó primero como una necesidad: el
producto orgánico para ser vendido debía ser certificado.
Eso siempre se planteó desde afuera hacia los productores.
Los agricultores familiares no tenían cómo solventar esta
exigencia, pero además el tema de la certificación planteaba
una serie de cuestiones tecnológicas y organizacionales que
se contraponían con nuestros principios. Una certificación
de afuera hacia adentro, de arriba hacia abajo, realizada
por un agente externo, un técnico, que supuestamente tiene
el conocimiento y el saber y evalúa al productor
desmerecería el conocimiento que este último ha acumulado a
lo largo de años de trabajo. Nosotros vimos que en los
mercados locales la gente compraba el producto sin necesidad
de que tuviera un sello que dijera “producto ecológico”.
Había una relación muy fuerte de confianza, de credibilidad,
entre el productor y el consumidor. Y también entre los
propios productores, porque la comercialización es
colectiva. Nos dimos cuenta que en los hechos nosotros
certificábamos productos, sólo que no le dábamos ese nombre.
A ese proceso le llamábamos “generación de credibilidad”, un
nombre que todavía preferiríamos usar, pero que debimos
cambiar, debido a las circunstancias, por el de
“certificación participativa”. En los mercados locales
normalmente no se necesita recurrir a ese sello, salvo en
los casos en que al lado de nuestra feria se instale otra
cuyos integrantes digan que comercializan productos
ecológicos cuando en realidad no lo hacen.
- ¿Y cómo es la certificación participativa?
-La realizan los productores y los consumidores, con
participación de los técnicos. Lo que hicimos fue
sistematizar la generación de credibilidad. El proceso
consiste en la realización de auditorias, una “visita”, como
le decimos allá, pero no a cargo de un técnico de una
certificadora que va y evalúa la finca, sino de los
productores, entre ellos mismos. La mayoría de los grupos de
la Red cuentan con una comisión de ética, que es el control
de la calidad de producción y también por la resolución de
conflictos dentro del grupo. El primer responsable por la
garantía del producto es el mismo productor, después su
grupo y ese grupo conforma un núcleo. El núcleo a su vez
tiene también su comisión de ética que es conformada por
productores, por consumidores y por técnicos. Esa comisión
es la que hace una visita a los productores, pero es una
visita mucho más enfocada a un intercambio de experiencias.
Normalmente la visita es una vez al año, depende del nivel
de "ecologización", que esté la propiedad. Pero es
importante entender que la visita no es la que garantiza que
el producto es ecológico. Lo que garantiza es el compromiso
del productor insertado en una organización. Su compromiso
significa el compromiso de los demás. Su responsabilidad es
ante los demás integrantes de su misma asociación y ante los
consumidores. Eso es lo más importante y lo que genera
credibilidad. La visita es más para un intercambio de
experiencias, de carácter pedagógico, de que la gente se
conozca, de que vayan intercambiando tecnologías e ideas.
- ¿Cómo es el trabajo dentro de la agricultura familiar y
su relación con los asalariados rurales?
- Las regiones que más generan empleo son los grupos que han
invertido mucho en la agroindustria, entonces en época de
cosecha se contrata gente. Hay básicamente dos formas, una
que predomina ya sea en la agroindustria y en otros que son
relaciones de vecinos, de cambiar días de trabajo, de
contratar a uno de la comunidad que tiene poca tierra. Esas
relaciones son tradicionales e históricas y a veces el mismo
trabajador labora por un pago, o a cambio de semillas o de
productos. A los grupos que han crecido más y han trabajado
en la agroindustria, la Red les propone que atiendan los
derechos sociales de los trabajadores (contratos, pagos de
todas las obligaciones laborales, etcétera).
- ¿Qué plantea el gobierno con relación a la agroecología?
- Nosotros tenemos espacios en algunos ministerios para
discutir políticas para la agroecología. Obviamente que para
lo que es la agricultura familiar hay dos prioridades: una,
es la producción de alimentos básicos con la garantía de la
permanencia de los agricultores en el campo y, la otra, la
reforma agraria.
Hemos conseguido algunas líneas de crédito para el
desarrollo de la agroecología y que se elaboraran ciertas
políticas específicas. Se registra una cierta apertura en el
Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Agrario, pero
creemos que la agricultura ecológica no es una prioridad
para el gobierno de Lula. Existe todo un juego de fuerzas
que se manifiestan dentro del gobierno entre el agronegocio
y la agricultura familiar. No es sencillo, máxime ahora con
la posición del gobierno en el tema de los transgénicos.
Leonardo de León
© Rel-UITA
16
de febrero de 2004
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