Veinte
años después de la tragedia de Bhopal, la fábrica que la
causó continúa arruinando la vida de las comunidades
circundantes. Los efectos de la fuga de gas y la
contaminación medioambiental siguen haciéndose sentir sobre
los derechos humanos básicos de los habitantes de la zona.
Amnistía Internacional muestra en un informe cómo las
empresas y los gobiernos eluden sus responsabilidades con
respecto a los derechos humanos y pone de manifiesto la
necesidad de establecer normas universales de derechos
humanos para las empresas.
"Una generación después de la tragedia, los supervivientes
siguen esperando recibir una indemnización justa y atención
médica adecuada –ha señalado Benedict Southworth, director
del Programa de Campañas de Amnistía Internacional–. UCC, y
Dow, que se fusionó con ella en 2001, no han limpiado aún el
lugar ni detenido la contaminación iniciada cuando se
inauguró la fábrica en la década de 1970, por lo que los
habitantes de la zona siguen cayendo enfermos por beber agua
contaminada."
Los efectos de la contaminación aún existente se pueden
observar en los recién llegados a Bhopal, que no estuvieron
expuestos a la fuga original de gas. Shehesta Kureishi, de
35 años, se mudó a la zona cuando se casó, hace ya 12 años.
Ha contado lo siguiente a Amnistía Internacional: "Hace dos
años y medio dejé totalmente de menstruar". También tiene un
dolor que se extiende desde la parte inferior de la espalda
hasta la ingle. Su hijo Ateeb, de siete años, se queja de
dolor en las articulaciones. Los dos han bebido agua
contaminada.
Incluso hoy hay muy pocas investigaciones médicas sobre los
efectos de la fuga de gas y la contaminación, por lo que se
ignora cuáles son realmente. El gobierno indio tiene que
impedir que la salud de los habitantes de la zona sufra más
daños asegurándose de que Dow limpia el lugar e indemniza
debidamente a las víctimas y haciendo una evaluación
exhaustiva de los efectos en la salud y el medio ambiente.
Sorprendentemente, nadie ha rendido cuentas por la fuga
tóxica y sus terribles consecuencias: más de 20.000 personas
han muerto y 100.000 padecen enfermedades crónicas. Dow y
UCC no asumen ninguna responsabilidad legal, y la segunda se
niega a comparecer ante los tribunales indios para ser
juzgada.
UCC ha intentado que sea Union Carbide India Ltd (UCIL) la
que cargue con la responsabilidad, afirmando que no tenía
ningún control sobre su filial india. Lo cierto es que tenía
el 50.9% de UCIL y ejercía un alto grado de control
empresarial, administrativo y técnico sobre ella, por lo que
estaba en condiciones de prevenir el desastre.
"UCC fue responsable de incontables fallos en el periodo
previo a la fuga de gas –ha manifestado Southworth–. Bhopal
demuestra con qué facilidad pueden eludir algunas empresas
sus responsabilidades en materia de derechos humanos. Es
absolutamente necesario establecer unas normas mundiales de
derechos humanos para las empresas. Las Normas de la ONU
sobre las Responsabilidades de las Empresas constituyen un
importante avance en este sentido, pero para hacer que las
empresas rindan cuentas y para prevenir desastres como el de
Bhopal son necesarias una normas que puedan hacerse cumplir
y que garanticen que se ofrece resarcimiento a las
víctimas."
En el informe de Amnistía Internacional se explica cómo:
UCC almacenó substancias químicas extremadamente peligrosas
en grandes cantidades, no elaboró un plan de emergencia para
avisar a los habitantes de la zona, hizo caso omiso de las
advertencias sobre la posibilidad de que se produjera una
reacción química como la que causó la fuga y no reveló
información decisiva para el tratamiento médico de las
víctimas.
Las autoridades indias no protegieron debidamente a sus
ciudadanos ni antes ni después de la tragedia. Las
autoridades sabían que en la planta se estaban utilizando
materiales peligrosos, pero Amnistía Internacional no ha
encontrado ningún dato que indique que el estado o el
gobierno central hubieran tomado las medidas adecuadas para
evaluar los riesgos que corría la comunidad local. Sin
consultar a las víctimas, el gobierno indio llegó a un
modesto acuerdo económico con UCC y eximió a la empresa de
responsabilidad legal.
Se han violado los derechos humanos a escala masiva, incluido
el derecho a la vida y a la salud. Se podría utilizar un
marco basado en las Normas de la ONU sobre las
Responsabilidades de las Empresas para hacer que las
empresas rindan cuentas por los efectos de sus actividades
en los derechos humanos.
Los efectos de la fuga de gas y la falta de indemnizaciones
adecuadas, junto con otros fallos del gobierno, se hacen
sentir cada día entre los supervivientes. Muchos no pueden
ganarse la vida, tener familia o conseguir siquiera
medicinas para su enfermedad. Parvati Bai, de 70 años, está
enferma y demasiado débil para trabajar. Su esposo murió
meses después de la fuga de gas. Sus únicos ingresos son una
pensión de 150 rupias (3,3 dólares estadounidenses)
mensuales. "Con eso no tengo ni para comprarme comida
–afirma–. Un día me moriré y el ayuntamiento se llevará mi
cuerpo. Así será el final."
Amnistía Internacional insta a los ciudadanos de todos los
países del mundo a que escriban a Dow para pedirle que
limpie el lugar.
Amnistía Internacional
30 de
noviembre de 2004