El
agente naranja aún mata en Vietnam |
|
En noviembre de
2004, a pesar de la presencia de civiles, las fuerzas
armadas de EE.UU. bombardearon Fallujah (Irak) con fósforo
blanco. Ya habían utilizado uranio empobrecido en las
guerras del Golfo, Afgfanistán, Serbia y Kosovo. Métodos
susceptibles de causar daños a largo plazo, tal el caso de
Vietnam, víctima hace más de treinta años del agente
naranja. |
Entre 1961 y 1971, el ejército estadounidense esparció en
forma masiva defoliantes sobre Vietnam. Se trataba de
eliminar la cobertura vegetal para impedir que el enemigo se
camuflara en ella, y destruir las cosechas para privar de
alimento a las poblaciones y a los combatientes. Este
segundo objetivo era explícito: mientras que “las
operaciones de la guerrilla dependen estrechamente de las
cosechas locales para su aprovisionamiento”, “los agentes
antiplantas poseen un alto potencial ofensivo para destruir
o limitar la producción de alimentos...” (1).
Estos defoliantes incluían esencialmente el agente naranja,
que contenía dioxina, un producto químico particularmente
tóxico. En 2003, un equipo de investigadores estadounidenses
estimó la cantidad de defoliantes esparcidos en
77 millones de
litros,
y la
de dioxina en
alrededor de 400 kilos,
una cantidad considerable (2).
La superficie
afectada alcanza las 2,6 millones de hectáreas
(estas extensiones fueron “tratadas” un promedio de 5 veces,
y algunas zonas recibieron hasta 10 aplicaciones seguidas).
Esto representa el 10% de la superficie de Vietnam del Sur y
el 50% de los bosques de manglar. En total,
entre 2,1 y 4,8
millones de habitantes de 20.000 aldeas resultaron
directamente afectados. A modo de comparación, en el accidente de Seveso
(3), se esparcieron unos cientos de gramos de dioxina
(probablemente menos de 2 kg.), durante 20 minutos, sobre
1.800 hectáreas donde vivían 37.000 personas.
En aquella época, esto constituyó para Vietnam una
catástrofe sanitaria y ambiental, que continúa actualmente
porque la dioxina, un producto químico muy estable, sólo se
degrada lentamente, y se integra en la cadena alimentaria.
Sus efectos persisten en el medio ambiente y afectan a los
habitantes de las zonas siniestradas (4). Desde hace algunos
años, los dirigentes vietnamitas, las autoridades locales,
las asociaciones humanitarias y organizaciones no
gubernamentales (ONG) que intervienen en el terreno –como la
Cruz Roja vietnamita– tomaron conciencia de este grave
problema que posee múltiples facetas (5): humanitaria -
sanitaria, socioeconómica, medioambiental, política y
jurídica (6).
Treinta años después de esparcido, el agente naranja sigue
provocando muertes, patologías de extrema gravedad,
malformaciones congénitas (discapacidades físicas y
mentales, miembros u órganos de más o de menos, lesiones
nerviosas irreversibles, etc.). La Cruz Roja vietnamita
estima el número de víctimas en aproximadamente 1 millón.
Desde luego, la relación de causalidad entre la dioxina y
ciertas patologías no siempre se demuestra científicamente.
Pero investigaciones realizadas en Estados Unidos sobre los
veteranos estadounidenses de la guerra de Vietnam indicaron
que la dioxina era la causante de diversas patologías agudas
o crónicas, especialmente de diferentes tipos de cáncer (7).
En Vietnam, los estudios genealógicos confirman que las
familias uno de cuyos ascendientes fue víctima del agente
naranja sufren particularmente abortos espontáneos y
malformaciones congénitas.
Trauma
colectivo
Actualmente, toda la población, tanto en el norte como el
sur, se encuentra afectada como consecuencia de las mezclas
vinculadas a las migraciones. Numerosas familias tienen al
menos un integrante discapacitado, adulto o niño, que debe
recibir atención médica y quirúrgica, una rehabilitación
apropiada, prótesis, sillas de rueda y otros elementos
adaptados.
Desde el punto de vista psicológico, las consecuencias del
agente naranja se traducen en un “trauma colectivo” que
afecta al conjunto del tejido cultural y social. La
discapacidad puede ser percibida por el entorno como una
manifestación de mala suerte o la consecuencia de una
“culpa”, de ahí las expresiones de rechazo a los enfermos
por parte de las comunidades de aldeanos. Las víctimas
tienen entonces un estatuto social menor, que se extiende a
los demás miembros de la familia: también rechazados, los
hermanos y hermanas que gozan de buena salud no pueden
casarse, etc. Además, en las altas mesetas del centro de
Vietnam, región particularmente afectada por el agente
naranja, viven “minorías étnicas” cuya cultura asigna un
lugar importante a la naturaleza (el bosque, el agua, etc.):
con la degradación o la destrucción de los ecosistemas a
raíz de la defoliación, se desmoronó su universo de
referencia.
Las repercusiones económicas son enormes y la fuerza laboral
resulta afectada. Los adultos de una familia que gozan de
buena salud deben dedicar una parte más o menos importante
de su tiempo a ocuparse de sus familiares discapacitados.
Los niños enfermos tienen dificultades en su escolarización.
Los ingresos de las familias se reducen y el costo de la
atención médica agrava su situación. Una investigación
realizada en 2001 en la provincia de Quang Tri (cercana al
paralelo 17º, zona particularmente defoliada) demostró que
el ingreso per capita de las familias que poseen al menos un
miembro discapacitado es un 50% más bajo que el de las
familias no afectadas, y que sus gastos médicos per capita
las superan en un 30% (8).
Es necesario entonces implementar dispositivos de ayuda para
favorecer la inserción de las víctimas en la vida económica
y social, y proveerles los medios para satisfacer sus
necesidades básicas. Por ejemplo, puede brindarse formación
para determinados oficios, que exija la adaptación de los
puestos de trabajo, o una ayuda que permita el incremento de
los ingresos en las familias, a través de la provisión de
animales de cría (cerdos, vacas, búfalos).
Frente a estos problemas, las autoridades vietnamitas no
permanecen inactivas. El gobierno provee así a algunas
víctimas subsidios que van de 5 a 10 euros por mes
(independientemente de la eventual ayuda suministrada por
las provincias y los distritos). Lo cual es poco, aun
teniendo en cuenta el nivel de vida promedio (530 euros
anuales por habitante). Y sin embargo, esto representa un
presupuesto considerable (unos 50 millones de euros, es
decir 0,5% del gasto público).
En materia de medio ambiente, y aunque los niveles de
dioxina en el suelo sean afortunadamente bajos, regiones
enteras continúan siendo incultivables para los
agricultores. Una vegetación muy escasa llamada en Vietnam
“hierba americana” sigue cubriendo las zonas fumigadas. Hay
que rehabilitar los suelos perdidos como consecuencia de las
actividades humanas, hacerlos nuevamente aptos para el
cultivo, y reforestar los bosques y manglares.
Además, aun existen zonas contaminadas, los hot spot, donde
se detecta dioxina en niveles elevados en el suelo o los
sedimentos, y en algunos lagos. Son las regiones donde se
esparció más masivamente el agente (valle de A Lua al oeste
de Hue, cerca de la frontera laosiana, por ejemplo), o
incluso los lugares de almacenamiento, como algunos
aeródromos y sus alrededores, donde los aviones terminaban
de arrojar su carga antes de aterrizar cuando regresaban de
su misión (Bien Hoa, Da Nang, Ciudad Ho Chi Minh, etc.).
En estas zonas la
dioxina tiene consecuencias sobre la salud de los animales y
puede encontrarse en algunos alimentos (pescados, camarones,
pollos, patos, cerdos). Puede también detectarse en la leche
materna, debido a su reciclaje en la cadena alimentaria.
Hay que tomar medidas con el fin de proteger
a las poblaciones y sus actividades económicas: se impone
una descontaminación; es preciso mantener informadas a las
poblaciones y eventualmente trasladarlas.
Responsabilidades
Frente a la magnitud del desastre, la cuestión de fondo
sigue siendo la de las responsabilidades. El 10 de enero de
200, se produjo un giro con la creación en Hanoi de la
Asociación vietnamita de víctimas del agente naranja /
dioxina (9). El 30 de enero esta asociación y las víctimas
presentaron ante el Tribunal del Distrito Este de Nueva York
una demanda contra las 36 empresas que fabricaron el agente
naranja para el ejército estadounidense (10). Entre ellas,
las conocidas
Monsanto (11) y Dow
Chemical.
Los fundamentos jurídicos son múltiples: violación de leyes
internacionales, crímenes de guerra, fabricación de
productos peligrosos, daños tanto involuntarios como
intencionales, enriquecimiento ilícito, etc. Los
querellantes reclaman daños y perjuicios por las lesiones
personales sufridas, las muertes injustas, el nacimiento de
niños con malformaciones, así como por la necesaria
descontaminación del medio ambiente y la restitución de los
beneficios. Por el momento, esta demanda, analizada
únicamente desde el punto vista de su admisibilidad, fue
rechazada por el tribunal, en primera instancia, el 10 de
marzo último.
Los querellantes apelaron inmediatamente: su objetivo no
sólo es obtener la reparación de los daños sufridos, sino
también lograr que la comunidad internacional, y
especialmente Estados Unidos, reparen un escandaloso olvido
de la historia “oficial”. En este sentido, este proceso no
puede ser sino un primer paso, porque más allá de las
víctimas y las empresas químicas, la cuestión de las
consecuencias del agente naranja atañe ante todo y sobre
todo a dos Estados, Estados Unidos y Vietnam: al primero,
por haber cometido un crimen de guerra; al segundo, por
haber sido afectadas su población y su tierra. Plantea pues
la cuestión de la eficacia del derecho humanitario y la
imperiosa necesidad de reparar los daños de guerra.
Francis Gendreau
Presidente de la Asociación de Amistad Franco-Vietnamita
(AAFV); www.aafv.org
Traducción: Gustavo Recalde
LE MONDE Diplomatique
Tomado de
www.comfia.info
NOTAS
1
Headquarters, Department of the Army, “Training circular N°
3-16. Employment of riot control agents flame, smoke,
antiplant agents, and personnel detectors in counterguerilla
operations”, Washington D. C., abril de 1969.
2 Jeanne
Mager Stellman et al., “The extent and patterns of usage of
Agent Orange and other herbicides in Vietnam”, Nature,
17-4-03.
3
Ciudad de Italia, cercana a Milán. En julio de 1976, un
accidente en la fábrica Icmesa, en un reactor químico que
producía clorofenol, desprendió una nube de vapores que
contenía dioxina.
4
Schofield Coryell, “En Vietnam, el napalm sigue matando”, Le
Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2002.
5
En esta perspectiva, la AAFV organizó una Conferencia
Internacional en París, en el Senado, celebrada el 11 y 12
de marzo de 2005, y publicó una obra, “L’agent orange au
Vietnam. Crime d’hier, tragédie d’aujourd'hui” (Tirésias,
2005).
6
Monique Chemillier-Gendreau, “Los daños de guerra debe
pagarlos el responsable”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, octubre de 2003.
7
Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos nunca reconoció
su responsabilidad, no sólo respecto de sus veteranos (véase
Howard Zinn, “La última de las traiciones”, en Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2004), sino tampoco
de las víctimas vietnamitas.
8 Michael G.
Palmer, “The legacy of agent orange: empirical evidence from
central Vietnam”, Social Science and Medicine, N° 60, 2005.
9
www.vava.org.vn
10
El texto de esta demanda se encuentra disponible en el
sitio: www.nnn.se/vietnam/environ.htm, sección “Open Forum”.
11
Es también la empresa
Monsanto
la que fabrica el “Round
Up Ultra”,
el defoliante utilizado en Colombia en el marco del plan
Colombia cuyo objetivo oficial es erradicar la producción de
coca y el tráfico de drogas en ese país.
Volver a Portada
|
UITA - Secretaría Regional
Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
Wilson
Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 - 902 1048 -
Fax 903 0905
|