Uruguay

El caso de Hugo López

“Yo no soy de aflojar, pero ya no puedo más”

 

A los 57 años López tiene 13 de cosechador de naranjas. Antes fue policía, peón de albañil, pintor, changador en las chacras, vendió diarios, todo para sacar adelante a su familia, una esposa y cuatro hijos. Se enorgullece de sus siete nietos. Vive en la norteña ciudad de Salto, y su cuerpo agredido pide auxilio.

 

 

-¿Para quién trabaja usted?

-Para el contratista Antonio Texeira. El recibe pedidos de personal de los propietarios de las plantaciones y contrata la gente.

-¿Cómo es su jornada?

-El ómnibus nos pasa a buscar a las 10 de la mañana. Mientras llegamos a las chacras y entramos, recién empezamos a las 12 y terminamos a las 18 horas. Actualmente estamos trabajando sólo seis horas.

-¿Hacen una pausa para almorzar?

-No, no. Si nos da el tiempo almorzamos en la chacra antes de empezar el trabajo, y si no almorzamos en el ómnibus.

-¿Cuántas personas tiene cada cuadrilla?

-Unas 25 personas. Y trabajan dos cuadrillas juntas.

-¿Cuánto carga en la bolsa naranjera?

-Unos 15 kilos. Tenemos que ir cargando una escalerita y subir por ella hasta alcanzar la fruta. Hay escaleras de dos escalones y hasta de 15 escalones. De hecho, pasamos la mayor parte del tiempo sobre la escalera, y uno muchas veces está con chinelas, o descalzo, entonces los pies duelen mucho.

-¿Cuánto se cosecha en seis horas de trabajo?

-Una persona muy experiente puede cosechar hasta 30 cajones, pero no todos llegan a eso.

-¿Cuánto le pagan?

-En este momento pagan 2,20 pesos por cajón.

-Quiere decir que si en promedio cosecha 25 cajones por jornada de seis horas, usted gana apenas 9 pesos por hora.

-En realidad es menos, porque subimos al ómnibus a las 10 de la mañana y en la noche bajamos a las 19. Ahí da 6 pesos por hora. Y eso cuando estamos cerca de las chacras, porque una vez hicimos más de 100 kilómetros para ir y otro tanto para volver. Fueron 14 horas y no nos dan ni un peso para viáticos.

-¿En ningún momento paran para descansar?

-No. No paramos nada. Es sin descanso.

-¿Cada cual tiene que llevar el agua?

-No, ellos proporcionan un bidón de 20 litros. Pero siempre llevan el mismo, desde hace años. Nunca lo limpian. Adentro tiene algas y mucosidades. A veces alguno de nosotros lo lleva a su casa para limpiarlo.

-¿Les dan ropa de trabajo?

-Ninguna ropa. No nos dan nada para protegernos.

-¿Les fumigan la bolsa donde colocan las naranjas cosechadas?

-En algunas chacras fumigan las escaleras y las bolsas, pero es la minoría. En unas chacras de El Espinillar ahora nos hacen pisar unas alfombras mojadas con un químico. Algunos tienen calzados sanos, pero otros los tienen rotos y nos quedan los pies mojados. Después una persona con una mochila fumigadora nos moja las manos. Después tenemos que subir al ómnibus para ir hasta e lugar de trabajo. Como nadie nos advierte nada nosotros comemos, fumamos, tomamos mate con las manos llenas de ese producto.

-¿Ha estado expuesto muchas veces a productos químicos?

-Muchas veces. Recientemente estábamos trabajando en una chacra en Constitución y vimos venir la avioneta desparramando un líquido marrón con un olor dulzón. Paso tres o cuatro veces, y en ese momento éramos unas 200 personas trabajando. En otra oportunidad los tractores fumigadores no se dieron cuenta de que estábamos nosotros y se acercaron mucho. Cuando se fueron, enseguida nos hicieron entrar a ese sector para cosechar la fruta todavía mojada. Quiere decir que estoy permanentemente expuesto a los químicos.

-¿Sucede a menudo que trabajen con los árboles recién fumigados?

-Muy a menudo. Hace poco fuimos a una quinta donde la fruta que cosechábamos estaba completamente blanca, impregnada en un producto químico. Le dije al capataz, pero me contestó que no había ningún peligro. Uno quedaba blanco de la cabeza a los pies (Probablemente se trataba de ácido giberélico –una hormona- y caolinita, que es una materia arcillosa).

 

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Uruguay 25-06-2004 

 

El infierno en los naranjales

 

Con Milton Núñez, trabajador citrícola

 

Por Carlos Caillabet

 

-Usted sufrió recientemente una fuerte contaminación. ¿Cómo sucedió?

-En abril de este año estaba en una chacra de la empresa Caputto. Era el cuarto día que trabajábamos allí, siempre recién fumigado, blanco. Ahí empecé a sentir una picazón fuerte, como siempre, calor. Normalmente llegó a casa, me baño y se me va casi todo. En verano me salen ampollitas en las manos y los brazos. Como los cítricos tiene espinas, siempre tenemos heridas y duelen mucho porque se irritan y se infectan. Y desde entonces, abril, mayo, empecé a notar que en la cabeza tenía como unas pelotitas blancas que fueron creciendo y, al final, eran como escamas de las cuales salía pus. Después me salió detrás de la oreja izquierda, en el pecho –creí que me había quemado con un cigarrillo-, pero no me quedé tranquilo.

-¿Qué otros síntomas tuvo?

-Flojera en las piernas, decaimiento, dolores en las piernas. Pero yo no soy de aflojar, así que seguí trabajando como estaba, que parecía quemado y todavía parezco.

-¿Fue al médico?

-Sí, me dijo que era una infección. Las escamas fueron avanzando hasta que me tomaron toda la espalda, los brazos y el pecho, y en las piernas me salieron una ronchas grandes. Regresé tres veces al médico hasta que me dijo que era por los agrotóxicos. Y eso fue lo que escribió en mi historia clínica. Un compañero del sindicato me dijo que hablaría con la gente de la UITA, y al día siguiente ellos me trajeron para Montevideo y desde entonces estoy viendo doctores y empecé un tratamiento

-¿Cuánto hace de eso?

-Ahora hace casi un mes. Me están atendiendo en el Banco de Seguros. Primero me vieron otros médicos dermatólogos y dijeron que había que tratarme como a un quemado. Estuve 24 días internado. Me hicieron análisis de sangre y biopsias, y los resultados confirman que mi problema es por los productos químicos.

-¿Quién es el médico responsable de su caso en el sanatorio del BSE?

-El médico internista es Vieri Martínez. Me trataron siempre muy bien.

-¿Cuál es ahora su situación?

-Tengo que seguir el tratamiento y estoy esperando que el BSE declare esto como una enfermedad laboral.

-¿Usted sabe si hay otros recolectores de naranja con sus mismos problemas de salud?

-Sí, sé que hay muchos que tienen las mismas ronchas, ampollas, picazón. Según lo que cuentan, creo que debe ser la mayoría. En el sanatorio me contaron que hay un muchacho que trabaja en los invernáculos que está completamente quemado, que le sale pus de las heridas. A otros les ataca la vista, como a mi hijo, que enseguida le arden los ojos, y a veces tiene mareos y dolor de cabeza.

-¿Qué edad tiene su hijo?

-El tiene 23 años, pero empezó a los 20. Hay muchos jóvenes de 18 años trabajando en la naranja. Antes contrataban muchachos más jóvenes, pero después salió una ley que lo prohíbe.

-¿Cuántas personas trabajan en la recolección de naranjas en Salto?

-En el trabajo en las chacras debemos ser unos 3 mil, y en el packing deben ser unas mil personas.

-¿Cómo se siente de ánimo? ¿No está a veces deprimido, triste?

-A veces, sí, pero trato de que no se me note, por la patrona, para que ella no se preocupe más, porque está muy enferma. Pero cuando me siento así me voy, salgo a caminar, a veces lloro, hasta que se me pasa. Pero nunca se me pasa del todo.

-¿Qué papel ha jugado el sindicato en su caso?

-Me ha apoyado desde el primer momento. Me he sentido totalmente respaldado, así como mi familia. Tanto en la parte médica como psicológicamente. La verdad, no tengo palabras para agradecer todo lo que están haciendo.

 

El ingeniero agrónomo "gaúcho" Sebastião Pinheiro participó en la entrevista con Hugo López, e hizo algunos comentarios

Carlos Amorón y Sebastião Pinheiro

-Recuerdo que hace unos años estuvimos en Salto donde había ocurrido un incidente muy serio en un campo de esta misma empresa, Caputto. Fue una fumigación aérea sobre los trabajadores. Esto no es un accidente de trabajo, sino una acción continuada de agresión a las personas. En este caso López es impedido de poder trabajar por agresión reiterada. Los daños que esta exposición causa puede variar según cada persona, según su contexto alimentario, psicosocial, etc. Lo peor es que después de tantos años de pelear contra los plaguicidas fabricados en el primes mundo, hoy me veo obligado a extrañarlos, porque donde se fabrican ahora –China, Brasil, México, Indonesia, Argentina- la calidad no tiene control. Los plaguicidas que se usan en la actualidad contienen mucha cantidad de impurezas que son más contaminantes y peligrosas que el propio producto, como son los nitrofenoles, los HCB y otros. Nadie lo sabe. Se piensa que se está usando aquel Malathión alemán, contra el cual ya peleábamos, pero ahora la situación es mucho peor. Nuestros toxicólogos fueron formados con la información del producto alemán, no del chino o del argentino. Hay muy poca información acerca de esto. Pero la relación actual entre capital y trabajo instala la impotencia, la derrota anticipada, y quedamos impotentes viendo que la situación es mucho peor que hace 20 años. Deberíamos decir ¡basta!, porque la cantidad de víctimas aumenta día a día.

Con respecto a la depresión de los intoxicados con agroquímicos, está estudiado que se debe a que el calcio es bloqueado y no puede llegar al cerebro, lo que genera problemas serios de depresión, en general causados por los fosforados y los piretroides.

 

 

Leonardo de León, responsable del departamento de Agroecología de la Rel-UITA, también presente en la entrevista, expresó:

-Esto no es sólo un problema de Hugo, sino de todos nosotros, Los uruguayos nos enteramos en estos meses que crece el PBI agropecuario, aumentan las exportaciones agrícolas, datos que se festejan. Pero la situación de Hugo también es un dato, y muy fuerte, de otra realidad que no se tiene en cuenta cuando se manejan esas cifras, una realidad oculta. El avance del agronegocio, la sojización y la forestación contrasta con la desaparición de 35 mil productores del campo uruguayo en los últimos 40 años. Por otro lado, estamos asistiendo a que se empiezan a conocer bolsones de miseria, de desnutrición infantil similares a algunas zonas africanas, y se trata de hijos de asalariados rurales, algunos sin trabajo, pero otros con empleo. Entonces, nos preocupa que ese crecimiento agrícola no se refleja en desarrollo social, productivo ni en seguridad alimentaria para los uruguayos.

El caso de López es uno de tantos en los cuales no se tiene en cuenta la vida de los trabaja-dores, ya no hablemos de sala-rio, de condicio-nes dignas de trabajo. Hay gente viviendo en las plantaciones de árboles en condicio-nes similares a las de la esclavitud. No tiene alimento suficiente ni adecuado, techo bajo el cual protegerse, ropa de trabajo... Hoy vemos lo que pasa en los naranjales, pero los trabajadores más agredidos por los agrotóxicos son los que están dentro de los invernáculos. No hay información oficial sobre esto, y hay en la actualidad equipos médicos, pluridisciplinarios que están intentando hacer un relevamiento sobre esta situación.

Hugo López, Carlos Amorín, Sebastião Pinheiro y Leonardo de León

 

 

Carlos Amorín

© Rel-UITA

7 de setiembre de 2004

 

 

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