-¿Qué es la nanotecnología y cuáles son las
posibilidades que abre?
-La nanotecnología es la manipulación directa de la
materia a nivel atómico, es decir, a una escala de entre
uno y cien nanómetros. Los usos de esta tecnología en la
actualidad tienen que ver básicamente con la posibilidad
de construir pequeñísimos dispositivos que se incorporan
a los más diversos productos. La principal
característica de los productos que incorporan
nanocomponentes es la sensibilidad al entorno y la
posibilidad de comportarse de manera “inteligente”. Hoy
en día hay registrados más de 200 productos que
incorporan (o dicen incorporar, porque esto no siempre
es fácil de comprobar) nanocomponentes, que van desde
calzado térmico hasta palos de golf más resistentes,
pasando por cosméticos personalizados, ropas y vestidos
que rechazan las infecciones y vidrios que repelen el
agua y la suciedad.
A nanoescalas la materia se comporta de forma distinta
que a macroescalas y es posible darle nuevos usos a
viejos materiales, así como crear otros enteramente
nuevos. Los científicos que trabajan en esta área
descubren día a día un mundo diferente. Por otra parte,
a ese nivel no existe diferencia entre la materia
orgánica y la no orgánica y eso permite elaborar
dispositivos que no son rechazados por los organismos
vivos como elementos extraños. Por ello, una de las
ramas de mayor potencialidad dentro de la nanotecnología
es la medicina.
Aunque es un proceso muy incipiente todavía, el ritmo
con que se ha venido imponiendo todo esto desde el año
2000 es alarmante. En ese año prácticamente no existían
ventas de productos con nanocomponentes, mientras que en
2005 se vendieron por más de 32 mil millones de dólares,
y está previsto que esa cifra supere para 2010 los 500
mil millones de dólares. Para hacerse una idea de cuánto
son 500 mil millones de dólares: eso es lo que hoy en
día vende en sus exportaciones toda América Latina y el
Caribe juntos.
Estamos pues frente a una revolución tecnológica a nivel
mundial que se está imponiendo con mucha fuerza y mucha
velocidad. Los países están financiando sostenidamente
estas investigaciones. Obviamente a la cabeza van los
países desarrollados, pero también en muchos de los
países llamados en vías de desarrollo se está
invirtiendo crecientemente en esta área. Brasil, por
ejemplo, siendo el país latinoamericano con programas de
investigación en nanotecnología mejor organizados, prevé
invertir desde 2004 hasta 2007 alrededor de 28 millones
de dólares en esta área.
-Sin embargo usted sostiene que esta tecnología tiene
sus luces y sus sombras...
-Por cierto, todo cambio tecnológico tan importante y
tan profundo como éste tiene muchas caras. Por un lado
se encuentran aquellos que podríamos denominar “nanoutópicos”,
que piensan que todo va a ser ideal a partir de aquí.
Sin embargo, hay muchos peligros encerrados en estas
tecnologías. Están los potenciales (y probados en muchos
casos) riesgos para la salud y el ambiente. Las
nanopartículas son lo suficientemente pequeñas como para
atravesar casi cualquier barrera natural, incluida la
barrera de sangre del cerebro, y su liberación
descontrolada puede ser sumamente peligrosa. Hay también
problemas éticos muy serios. Hay quienes se hacen llamar
“transhumanistas” y sostienen que la raza humana debe
ser mejorada mediante la implantación de diversos
nanodispositivos. Y están también las implicaciones
sociales y económicas de estas tecnologías, que son las
que menos atención están recibiendo y que tal vez sean
las más graves, al menos para nuestros países.
-Lejos de sostener que esta tecnología será beneficiosa
para los países del Tercer Mundo, usted piensa que
contribuirá a profundizar la pobreza y la desigualdad.
-Sí. Desde hace más o menos dos años se viene hablando
de que estas nuevas tecnologías podrían ser una solución
para la pobreza en el mundo y para los países en
desarrollo. En este sentido, el reciente informe del
Grupo de Trabajo en Ciencia, Tecnología e Innovación del
Proyecto Millenium de las Naciones Unidas considera que
la nanotecnología será importante para el mundo en
desarrollo, porque implica poco trabajo, tierra y
mantenimiento, además de ser altamente productiva y
barata.
Si bien es dudoso que esas cualidades sean beneficiosas
para países que disponen justamente de abundante trabajo
y en muchos casos también tierras y recursos naturales,
es verdad que se ha demostrado que la nanotecnología
puede ayudar a abaratar el suministro de agua potable
(filtros con nanocomponentes pueden potabilizar agua de
manera muy eficiente y barata), lo mismo que captar
energía solar. Si sumamos a esto la revolución que va a
provocar en la medicina se comprende por qué existen
esas expectativas en relación con la pobreza y el Tercer
Mundo. Pero al plantear las cosas de ese modo se expresa
una visión tecnicista, que supone que basta con que
exista la tecnología para que se resuelvan los
problemas, cuando en realidad ya pasamos muchas
revoluciones tecnológicas en los últimos cuarenta años y
la pobreza y los problemas del Tercer Mundo siguen allí.
Uno de los indicadores que despierta mayores dudas de
que todo esto vaya a ser utilizado en beneficio de las
mayorías es el hecho de que está siendo todo patentado
por las grandes corporaciones internacionales con base
en los países centrales. Es verdad que los países pobres
pueden aspirar también a registrar algunas patentes,
pero un país pequeño puede trabajar sólo en algunas de
las ramas que abre esta tecnología, mientras que Japón o
Estados Unidos trabajan en rangos mucho más amplios y
pueden registrar muchas más. Es muy inocente pensar que
cualquiera puede competir en la investigación y la
aplicación de estas nuevas tecnologías.
Aquí está el problema de quién comanda el desarrollo de
la ciencia y la tecnología. La tecnología está muy
despegada de las condiciones de vida de la población
mundial. El objetivo principal del desarrollo
tecnológico en el marco de las relaciones capitalistas
es la ganancia, no la satisfacción de las necesidades
inmediatas de las personas. Cuando los “nanoutópicos”
dicen que la nanotecnología podría hacer posible el
acceso a energía y agua potable en forma muy barata
están diciendo una gran verdad: eso podría ser así, pero
el hecho es que las relaciones sociales se imponen como
una dificultad.
-En algunos de sus artículos usted parece sostener que
es necesario dar la espalda a determinadas tecnologías
cuando se piensa en términos de desarrollo y
sustentabilidad.
-No, no se puede separar la tecnología del desarrollo.
Nadie se puede plantear hoy en día quedar por fuera de
la tecnología, sería tan utópico como la posición de los
“nanoutópicos”. El problema es cómo abordar estas nuevas
tecnologías desde nuestros países, lo cual no significa
quedarse al margen. Es evidente que todo esto va a
generar grandes transformaciones. Por ejemplo a nivel de
la educación y los planes de estudio, pues la
nanotecnología exige la conformación de grupos de
investigación de carácter fuertemente
interdisciplinario, o a nivel de la organización del
trabajo, pues el grado de automatización de las tareas
productivas se va expandir notablemente. Se trata de
estar advertidos y tomar recaudos. En países de América
Latina como México, Argentina, Brasil o Cuba el tema ya
está en discusión y en algunos de ellos existe gran
cantidad de investigaciones en esto. No veo que aquí
esté ocurriendo algo parecido, pero es inminente que
ocurra.
Aníbal Corti
Convenio Brecha /
Rel-UITA
5 de junio de 2006
*
Foladori se formó en antropología y se doctoró en
economía. Actualmente es profesor del Doctorado en
Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Es
miembro de la International Nanotechnology and Society
Network. Estuvo en Montevideo la semana pasada dictando
un curso sobre el impacto social y económico de la
nanotecnología, organizado por la Casa Bertolt Brecht y
la Secretaría Regional Latinoamericana de la Unión
Internacional de Trabajadores de la Alimentación
(REL-UITA), en la Facultad de Arquitectura de la
Universidad de la República.