Durante los meses de marzo y abril del presente año,
pobladores de Santa Rosa, Departamento de Canelones,
mantuvieron una serie de reuniones y comunicaciones con
autoridades del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca
(MGAP), con el objetivo de denunciar fumigaciones aéreas
llevadas a cabo sobre la Ruta 82 km 54.500 en cultivos de
soja transgénica. Dichas aplicaciones de agrotóxicos fueron
realizadas sobre escuelas y zonas rurales.
La respuesta obtenida de parte del Ministerio fue que dentro
de las regulaciones decretadas no existe marco legal que
descalifique o impida este tipo de aplicaciones, ya que la
normativa prohíbe realizar aplicaciones aéreas de
agrotóxicos a una distancia inferior a 500 metros de
cualquier zona urbana o suburbana y centros poblados.
Dado que la zona donde se realizaron fumigaciones aéreas es
considerada rural, ello implica que la normativa vigente no
es aplicable a los predios de pequeños productores
familiares hortícola/frutícolas, ni a la escuela (a la cual
asisten 41 alumnos) y tampoco importa que la aplicación se
haga hasta el borde de la ruta 82.
Dentro de los agrotóxicos utilizados en los cultivos
transgénicos de soja está el “paquete tecnológico” de
herbicidas, funguicidas e insecticidas que de por si
individualmente son muy contaminantes y mezclados potencian
su peligrosidad, tanto para el ambiente como para la salud
de la gente.
El objetivo de las reuniones realizadas en Santa Rosa con las
autoridades del MGAP era proponer que el departamento
de Canelones fuera declarado libre de aplicaciones aéreas.
Lamentablemente, este deseo fue truncado desde las
autoridades del Ministerio, ya que su respuesta fue que “no
se puede impedir a los productores que desean cultivar soja,
aunque estas tierras estén al lado de una escuela o en medio
de centros poblados rurales”.
En este momento el MGAP está elaborando un reglamento
para que no se realicen aplicaciones aéreas sobre las
escuelas.
Este hecho es lamentable, ya que no se toma en cuenta la
realidad del departamento. Por un lado, se trata del segundo
más poblado del Uruguay y donde se concentra la mayor
población rural del país y como si esto no fuese suficiente,
el 100% de su producción hortícola y frutícola es consumida
en Montevideo. La medida que pretende implementar el MGAP
sobre aplicaciones aéreas será totalmente insuficiente, ya
que en cualquier lugar donde se siembre soja transgénica,
ésta siempre implicará masivas aplicaciones aéreas de
agrotóxicos. O sea, que la población en su conjunto será
siempre afectada por las mismas.
No solo Santa Rosa se opone
y cuestiona este modelo
Productores convencionales y orgánicos y pobladores de la
ciudad del Sauce, también ubicada en el departamento de
Canelones, se oponen a este monocultivo sojero. No desean
que sus tierras terminen en manos de consorcios argentinos
ni brasileños o que después de ser arrendadas por un par de
años queden inservibles. Productores, académicos,
autoridades y pobladores de otros departamentos del interior
también se oponen a este modelo y ven con mucha preocupación
el avance agresivo de este cultivo.
La Comisión Nacional
de Fomento Rural (CNFR) también se adhiere a la
oposición a este modelo destructivo y avasallador y esta
posición se ha fortalecido aún más después de la publicación
de un estudio realizado por nuestra organización (*) sobre
los impactos de la soja transgénica en Uruguay. La
CNFR lo sintetiza muy bien en su
comunicado de prensa del 5 de junio, Día Mundial del
Medio Ambiente, tomando cifras ilustrativas sobre los
impactos que está causando este modelo, haciendo hincapié en
la extranjerización y concentración de la tierra:
- Resalta que la soja ocupa casi la mitad del área agrícola
nacional, desplazando paulatinamente a otros cultivos
orientados al mercado y sustituyendo los sistemas de
rotaciones agrícola-ganaderas de relativo buen éxito en
cuanto a la conservación del recurso suelo y la generación
de alimentos.
- El 92% del área cultivada con soja continua es
arrendada (o bajo medianería), y que por parte de los
empresarios no existe ningún compromiso de conservar
nuestros recursos naturales.
- En relación a la generación de empleo por hectárea,
la lechería y empresas familiares ocupan 23 personas cada
1000 hectáreas, en tanto que la soja apenas supera las 2
personas en la misma superficie.
Compartimos la inquietud que manifiesta la CNFR en
generar un ordenamiento productivo que haga que el país se
mueva con los productores y para su población.
Si este modelo sojero sigue avanzando en el departamento de
Canelones, que es el principal abastecedor de frutas y
verduras de los montevideanos, o sea la mitad de la
población uruguaya, los afectados serán muchos más.
Recientemente el gobierno ha autorizado la importación de
frutas y verduras y mientras las áreas de la producción de
alimentos estén siendo invadidas por el cultivo de la soja
transgénica, la importación no será una excepción sino la
regla.
No esperemos que los suelos queden destruidos y la gente del
campo se haya ido a engrosar las filas de la pobreza a los
cinturones de Montevideo o de otras ciudades del interior
país. Es tiempo de decidir. Este modelo “productivo” solo
llevará a la destrucción de nuestras mayores riquezas, la
gente, la tierra y nuestra agua.
¿No será tiempo que nuestros gobernantes piensen en nuestras
riquezas y no en regalarlas a las multinacionales?
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