Nicaragua

Los damnificados por el Nemágón

La insensibilidad y la muerte

 

Una vez más han tenido que enfrentarse a la muerte para ser escuchados.  Nicaragua parece haberse convertido en un país donde mientras por un lado las instituciones condenan las formas violentas de protesta, por el otro brindan respuestas concretas sólo a quien usa estos métodos. En el caso de los ex trabajadores y trabajadoras de las bananeras afectados por el Nemagón, que han rechazado la violencia como método para que se escuchen sus voces y para convencer Gobierno y Parlamento a negociar sus demandas desde el inicio de su protesta, no han sido suficientes los casi seis meses de permanencia en el plantón sito cerca de la Asamblea Nacional. 

 

 

 

En la exasperación de esta espera, (transcurrida bajo el sofocante sol  veraniego de los primeros meses y las lluvias torrenciales del invierno tropical, protegiéndose sólo con pobres champas de plástico negro y con la comida y los medicamentos que escasean cada día más), los bananeros han decidido iniciar una huelga de hambre y de sed que los ha llevado al borde de la muerte, de un sacrificio extremo para convencer a los diputados a tomar en consideración lo que les corresponde de derecho después de décadas de abandono, abusos y violencia, la violencia del desinterés que los ha transformado en fantasmas para los políticos de este país.

 
Los y las "sin voces" obligados a levantar las cabezas con el sacrificio de sus mismas vidas.  
 
Hace un mes y medio y después de cuatro meses de culpable silencio, la Junta Directiva de la Asamblea Nacional prometió solucionar sus demandas en diez días. 
Los puntos principales eran la reforma al Presupuesto de la República para insertar una partida de 103 millones de córdobas, convenida con la Comisión Interinstitucional del Gobierno, para la cobertura de los gastos médicos de las miles de personas afectadas por el Nemagón, la introducción y aprobación del Proyecto de Ley de Pensión Vitalicia, la reforma al artículo 1 de la Ley 456 para reconocer la insuficiencia renal crónica como enfermedad profesional y una resolución para proteger de manera definitiva la Ley especial 364, necesaria para poder incriminar a las transnacionales norteamericanas que han producido y utilizado el Nemagón en Nicaragua, de cualquier tipo de abrogación o reforma. El resto de las 19 demandas presentadas a las instituciones nicaragüenses en marzo fueron ya tratados durante las negociaciones con el gobierno que desembocaron en los Acuerdos preliminares del 13 de mayo del 2005. Pero los días  han pasados inexorablemente en la espera de que los diputados respetaran sus promesas.

 

Una vez más los bananeros han tenido que poner en peligro sus mismas

vidas para poder ser escuchados y tomados en serio


A las 8.30 del lunes 8 de agosto, 12 ex trabajadores y trabajadoras de las bananeras han decidido por lo tanto iniciar una huelga de hambre y de sed, recostándose frente al edificio de la Cruz Roja nicaragüense, con un alto riesgo de complicaciones físicas en sus cuerpos ya muy deteriorados por las enfermedades provocadas por el Nemagón. El día siguiente los diputados han suspendido los trabajos parlamentarios y se han ido "tranquilamente" de vacaciones hasta el 5 de septiembre, desinteresándose completamente de lo que sucedía en los locales de la Cruz Roja. 

Lo que debería ser un caso social, un caso de Estado, dónde las instituciones deberían de estar al frente de la lucha para que los mismos ciudadanos y ciudadanas afectadas puedan defender y reclamar sus derechos negados y violados,  se  transforma en un caso más donde el Estado demuestra su ausencia y resalta el vacío, penoso y estridente, que se ha creado entre el mundo de la política nicaragüense y los sectores más marginados de este país. 


Frente a esta enésima demostración de desinterés, insensibilidad e inhumanidad, que involucra también a la Procuraduría de los Derechos Humanos que en las semanas anteriores se ha negado a recibir a una delegación de los bananeros, los afectados por el Nemagón han decidido levantar el nivel de la protesta ocupando los locales de la Cruz Roja. 
 
Mientras dos de las personas en huelga de hambre y de sed eran llevados de emergencia al hospital ante el evidente estado de deshidratación y la complicación de enfermedades ya presentes, los medios de comunicación y varias organizaciones de la sociedad civil empezaron a difundir las noticias de lo que estaba ocurriendo y a hacer presión sobre los diputados para que abrieran un canal de negociación con las personas en huelga. 


Los comentarios se pusieron cada vez más duros, tanto que dos de los bananeros en huelga, Victorino Espinales y Manuel Hernández, declararon a la prensa que "para nosotros lo que hay en el Parlamento es un demonio y no se puede combatir de cualquier manera... tal vez entregando la vida...". La situación empeoraba con el pasar de las horas y también la Cruz Roja empezó a pedirles a los diputados que intervinieran porque se estaba procurando un daño muy grave a los hospitales que estaban quedando sin reservas de sangre. 


El miércoles 10 de agosto dieron inicio los primeros contactos con los diputados por parte de la sociedad civil. Ese mismo día se logró una reunión José Figueroa, diputado del Frente Sandinista. Ante la resolución de los huelguistas y al peligro cada vez más contundente del deterioro irreversible de sus condiciones, los miembros de la Junta Directiva del Parlamento lo delegaron para iniciar una negociación. 

 

El jueves 11 de agosto, después de casi cuatro días de huelga y con los físicos casi completamente deshidratados, las doce personas en huelga de hambre y de sed finalmente  decidieron suspender la huelga en virtud de la firma de los Acuerdos con la Junta Directiva de la Asamblea Nacional. Los huelguistas fueron en seguida sometidos a una cura de rehidratación y dos de las mujeres presentes han sido hospitalizadas a causa de las condiciones delicadas en que se encontraban. 

Ha concluido de esta manera una enésima etapa de esta lucha infinita de casi seis meses y que se espera pueda terminar con éxito durante las próximas semanas. 
Pero queda cada vez más inexplicable e indignante la actitud de esta clase política, incapaz o desinteresada frente al sufrimiento de miles de personas que en el pasado cometieron el "error" de trabajar como esclavos y esclavas en las bananeras envenenadas por las transnacionales norteamericanas y buscar, luego, como responsabilizarlas de sus responsabilidades. 

 

"Error" que es fruto de la imposibilidad de elegir en un sistema de explotación y pobreza extrema, donde hombres y mujeres sufren cada día más las políticas económicas impuestas por el "mundo desarrollado".


Lo que debería ser un caso social, un caso de Estado, dónde las instituciones deberían de estar al frente de la lucha para que los mismos ciudadanos y ciudadanas afectadas puedan defender y reclamar sus derechos negados y violados,  se  transforma en un caso más donde el Estado demuestra su ausencia y resalta el vacío, penoso y estridente, que se ha creado entre el mundo de la política nicaragüense y los sectores más marginados de este país. 

 

Giorgio Trucchi

16 de agosto de 2005

 Fotos: EDN y Giorgio Trucchi

 

 

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