Padre Oliva
Francisco de Paula (Pa’í) Oliva es sacerdote jesuita, tiene
74 años y una vocación arrolladora por la solidaridad con
los pueblos. Desde 1962, cuando se ordenó sacerdote, no ha
cesado de comunicar, de comunicarse. Su historia personal
es, por cierto, poco común. En 1964 fue nombrado director de
la Radio Popular de España, pero renunció porque la emisora
carecía de recursos económicos. Ese mismo año fue asignado
al Paraguay adonde viajó para desempeñarse como asesor
espiritual en el Colegio Cristo Rey y como docente en la
Facultad de Ciencias de la Educación. Ya en 1965, tomando
como ejemplo las históricas reducciones jesuíticas para los
guaraníes, el Pa’í convocó a grupos de jóvenes a derrocar el
gobierno del entonces dictador Alfredo Stroessner trabajando
él desde Asunción mientras otros sacerdotes jesuitas
apoyaban el nacimiento de Ligas Agrarias en varios
departamentos del interior paraguayo. Fundó la Escuela de
Medios de Comunicación en la Universidad Católica, escribía
artículos e intentaba mantener programas radiales, pero tuvo
enfrentamientos en varias radios. Fue el creador de las
“misas a go go”, con guitarras eléctricas, canciones de
corte juvenil y prédicas sobre la realidad sociopolítica
del país desde la perspectiva cristiana. Estos actos
religiosos fueron durante años vigilados por los alcahuetes
de la dictadura que los consideraba subversivos.
El Pa’í participaba en cuanta actividad antidictatorial
organizaban sus compañeros de fe, y para no aparecer como
privilegiado por su nacionalidad extranjera, se naturalizó
paraguayo. Cuatro meses después la Policía lo detuvo
mientras acompañaba una huelga de hambre estudiantil. El
Jefe de ese cuerpo lo calificó como “El Lenin de los
campesinos paraguayos” y lo expulsó hacia la Argentina.
Durante los siguientes diez años fueron desterrados de
Paraguay otros nueve sacerdotes jesuitas. En Buenos Aires
continuó creando organizaciones populares, esta vez fue con
los inmigrantes paraguayos y hasta participó en un
movimiento que logró la aprobación de una ley de amnistía
que benefició a 90 mil inmigrantes clandestinos que vivían
en Argentina sin documentación. Se quedó nueve años en
Buenos Aires durante los cuales dictó cursos de escritura de
guiones radiales, de cine y tevé en la Universidad de El
Salvador. Durante 1975 el dictador Stroessner le retiró la
ciudadanía paraguaya. En 1976, año del golpe militar en
Argentina (1976-1984), el Pa’í formó un grupo de apoyo
sicológico a los familiares de presos y desaparecidos
políticos. Uno de sus más estrechos colaboradores, Daniel
Esquivel, así como Caty, la religiosa francesa que hacía las
veces de su secretaria, fueron secuestrados y desaparecidos
por la dictadura del teniente general Jorge Rafael Videla en
1978. Oliva salvó providencialmente su vida: cuando un grupo
paramilitar irrumpió en su domicilio para secuestrarlo él
estaba asistiendo a un seminario en Londres. No regresó a la
Argentina.
Entre enero y septiembre de 1979 vivió en Ecuador. Sus
cursos fueron suspendidos porque hablaba de la teoría de la
evolución de Darwin. Oliva y otros dos sacerdotes jesuitas
comenzaban a establecer los lineamientos de un proyecto
similar al desarrollado en Paraguay coordinando sindicatos,
estudiantes y campesinos, pero el plan se frustró porque las
jerarquías jesuitas locales se opusieron. Fue entonces
cuando el gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua
ofreció a la Iglesia católica un programa en su Radio
Nacional, en territorio liberado. El dictador Anastasio
Somoza aún resistía desde Managua. El Pa’í se instaló en el
barrio Ciudad Sandino en septiembre de 1979. Fue columnista
de Barricada y del Nuevo Diario, fundó una
agencia de prensa local y la revista Envío, organizó
Comunidades Cristianas de Base por todo el país, redactó
junto a otros tres sacerdotes jesuitas tres tomos de un
“Manual Crítico del Marxismo”, cuya difusión fue impedida
por el Vaticano que ya en 1985 comenzó a ceder ante las
presiones estadounidenses aplicando medidas disciplinarias
contra los sacerdotes que trabajaban en Nicaragua. Al fin de
ese año se le ordenó abandonar Nicaragua y regresar a España
luego de haber pasado 20 apasionantes años en América
Latina.
Durante diez años formó grupos de jóvenes españoles que se
agrupaban en comunidades para influir en la sociedad.
En 1996 regresó a Paraguay, después de 27 años de ausencia,
y vivió durante un año en un barrio extremadamente humilde
llamado El Bañado. Su actividad es tan versátil como
abundante: instituye fondos para becas para chicos pobres,
concreta sistemas de apoyo alimentario para miles de niños
carenciados, organiza actividades solidarias con jóvenes
detenidos en una Correccional de Menores, ejerce la docencia
universitaria, escribe artículos, anima dos espacios
radiales.
Desde 1998 apoya intensamente a los vecinos de Rincon’í y en
1999, a diez años de la caída de la dictadura, fundó el
Parlamento Joven. En mayo de ese año, tras el asesinato del
vicepresidente Luis María Argaña, la ocupación del centro de
la ciudad por parte de estudiantes y de la inminente
represión policial salvaje, el Pa’í y otros religiosos y
religiosas se instalaron allí junto a los jóvenes para
celebrar misa, confesarlos y, sobre todo, compartir su
suerte. El 26 de marzo de 1999, mientras comandos
paramilitares baleaban la plaza ocupada por la multitud, el
Pa’í Oliva, con fondo de balacera, hablaba en directo por la
televisión desde el lugar de los hechos llamando al pueblo a
acudir a la plaza y participar en la resistencia. “Esto es
real. Nos están masacrando. Es el momento de jugarnos todos
por el país que queremos”, clamó entonces en todas las
pantallas del Paraguay. Esa noche hubo ocho jóvenes muertos
y más de un centenar de heridos. El gobierno cayó, pero el
que lo sustituyó, encabezado por Luis González Macchi,
pronto demostró no ser mejor que su antecesor. En diciembre
el Pa’í fue elegido “Personaje del año”.
En 2000 recibió el Premio Internacional otorgado por la
Universidad do Vale do Río dos Sinos (UNISINOS) del Brasil,
el Movimiento por Justicia y Derechos Humanos y la Regional
latinoamericana de la Unión Internacional de los
Trabajadores de la Alimentación y Agrícolas (Rel-UITA), por
su actuación en defensa de la democracia y los valores
éticos del pueblo paraguayo.
La sesión de ese año del Parlamento Joven congregó a 1.500
chicos y chicas que se reunieron todos los fines de semana
del año en distintas localidades del interior del país. En
diciembre, en una ceremonia que recordó los 20 años de que
Adolfo Pérez Esquivel recibiera el Premio Nobel de la Paz,
el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ) de Argentina le entregó
al Padre Oliva, junto a otras cuatro personalidades, el
Memorial de la Paz y la Solidaridad entre los Pueblos, como
forma de reconocer “su compromiso solidario junto a los
pueblos en la construcción de la paz como fruto de la
justicia”.
En abril de 2001, representando a Earthjustice Legal Defence
Fund y de la Unión Internacional de Trabajadores de la
Alimentación, Agrícolas, Hoteles, Restoranes, Tabaco y
Afines (UITA), intervino ante la Comisión de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra para aportar su
testimonio sobre los hechos ocurridos en Rincon’í.
Desde hace más de un año se ha conformado un grupo de
ciudadanos y ciudadanas paraguayos que con el apoyo de otras
organizaciones internacionales, promueven la candidatura del
Pa’í Oliva al Premio Nobel de la Paz. Una idea que, sin
duda, concita el apoyo de la enorme mayoría del pueblo
paraguayo.
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