Con
lágrimas en los ojos, la madre de Silvino, Petrona Villasboa,
escuchó el fallo que condenó a Alfredo Lauro Laustenlager y
Hernán Schlender Thiebaud por haber rociado con agroquímicos
a su hijo Silvino, de 11 años de edad, el 6 de enero de
2003.
Uno de los
jueces que intervino en la causa, Luis Alberto García,
manifestó que Silvino murió a consecuencia de una
intoxicación por agroquímicos. “Nosotros (los miembros del
jurado) llegamos a la conclusión de que ese lanzamiento de
tóxico realizado por Schlender, y que afectó al niño en
medio de un camino angosto, le ha causado finalmente la
muerte. Obviamente, el pequeño absorbió el agroquímico por
las vías respiratorias, vía oral y también lo absorbió por
la piel”.
A
Laustenlager se lo condenó a su vez por homicidio culposo,
porque en el momento del lanzamiento del tóxico existía la
posibilidad de afectar a la familia Talavera, que reside a
escasos metros de las plantaciones de soja que ambos
alemanes tienen en el distrito de Edelira, a unos 100
kilómetros de la capital del departamento de Itapúa.
La
sentencia fue alegría por representantes de diversas
organizaciones ambientalistas, sociales y comunitarias que
siguieron de cerca el caso y que iniciaron una campaña a
favor de que se haga justicia para la familia de Silvino
Talavera. Entre ellas figuran la Coordinadora Nacional de
Mujeres Rurales e Indígenas, organizaciones campesinas de
Itapúa, BASE-IS, Capacitación y Tecnología Campesina CECTEC,
Centro de Estudios e Investigación de Derecho Rural y
Reforma Agraria, Alter Vida, Kuña Róga, Sobrevivencia.
También realizaron seguimiento al caso la Unión
Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA), la
Red Internacional para la Democracia y la Red de Acción en
Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAP-AL).
Ulises
Lovera, técnico de Alter Vida, manifestó que el dictamen
sienta un importante precedente judicial en la problemática
planteada a partir de la utilización de agroquímicos en los
cultivos de soja transgénica. De ahora en más, subrayó,
habrá de parte de los agricultores una mayor responsabilidad
en el uso de los tóxicos y un mayor respeto y acatamiento a
las normativas.
Este fue el
segundo juicio realizado por el mismo caso, ya que en abril
de 2004 ambos productores habían sido condenados a dos años
de cárcel por el mismo hecho, con medida sustitutiva de
prisión a cambio del pago de una indemnización de 50
millones de guaraníes a la familia Talavera. Sin embargo,
Laustenlager y Schlender lograron el apoyo económico de
otros importantes sojeros, distribuidores de agroquímicos y
dirigentes políticos locales del gobernante Partido
Colorado. La Corte Suprema anuló luego el fallo en primera
instancia y ordenó la reposición del juicio.
Para el
abogado de la defensa, Daniel Báez, este segundo fallo es
“muy categórico y peor que el anterior”. Báez indicó que
esperará a leer la sentencia para analizar con sus clientes
una eventual apelación.
Historia de un crimen
Este caso
se remonta al 6 de enero de 2003, día en que Silvino fue
rociado con glifosato al pasar por debajo de uno de los
brazos de la pulverizadora con la que los productores
alemanes estaban realizando tareas de fumigación en un
cultivo de soja, a escasos 15 metros de la casa de la
familia Talavera.
Silvino
volvía de hacer los mandados y en un bolso de mano traía un
trozo de carne que también fue alcanzado por el químico,
pero como la madre del pequeño ignoraba la gravedad del
hecho, utilizó la carne para la preparación del almuerzo
familiar.
También
resultaron víctimas de las fumigaciones los padres del niño
y sus hermanos Ramón, Sofía (quien sufre secuelas hasta
hoy), Justiniano y Patricio.
Los
Talavera tocaron luego a innumerables puertas, atravesaron
numerosos obstáculos, intimidaciones y hasta amenazas de
muerte de parte de gente vinculada a los poderosos sojeros
imputados por “fumigar” a Silvino.
En Paraguay, Rosalía
Ciciolli
© Rel-UITA
7 de julio de 2005
Fotografías gentileza del diario Ultima Hora de Asunción