Hace ya varios años que se lanzan advertencias sobre las
consecuencias que genera la exposición a los químicos que se
utilizan en la agricultura. Si bien las poblaciones que
están en contacto con las fumigaciones químicas son las que
se llevan la peor parte,* éstas también pueden producir
problemas a los consumidores ya que los residuos de
plaguicidas muchas veces permanecen en las frutas y
verduras.
La manzana prohibida
Uno de los primeros estudios** que revelan los niveles de
residuos en las frutas y verduras que comemos los uruguayos
fue realizado entre 2002 y 2004 por iniciativa del
Laboratorio de Bromatología de la Intendencia Municipal de
Montevideo (IMM), la Cátedra de Tecnología de los Alimentos
de la Facultad de Agronomía y la Comisión Administradora del
Mercado Modelo (CAMM).
Para asegurar un muestreo representativo de los productos
hortifrutícolas consumidos por la población del país, la
investigación se hizo sobre las frutas y hortalizas que
llegan al Mercado Modelo de Montevideo y sobre las que
comercializan minoristas y supermercados abastecidos por
otras vías.
La investigación determinó que el 28 por ciento de las
muestras analizadas no tienen residuos detectables, un 61
por ciento contiene niveles por debajo de los límites
máximos de residuos (LMR) establecidos por el Codex
Alimentarius (programa conjunto de la FAO y la OMS para
alimentos) y un 7 por ciento está por encima de ellos. El 83
por ciento de las frutas presentaban al menos un residuo de
plaguicida, entre las que un 9 por ciento superaban los LMR,
mientras que el 55 por ciento de las hortalizas presentan
residuos y un 5 por ciento se encuentran por encima de lo
tolerable.
La fruta con mayor presencia de residuos resultó ser la
manzana y entre las hortalizas el primer lugar se lo llevó
el tomate, sobre todo el de invernáculo.
Los niveles detectados son bastante superiores a los europeos
(lo cual no es de extrañar), pero también a los argentinos y
brasileños. El monitoreo realizado en San Pablo en 2003
mostró que en el 63 por ciento de las muestras no se detectó
presencia de residuos y solamente un 0,8 por ciento presentó
residuos por encima de los LMR. Y algo similar sucede en
Argentina, en donde el 58 por ciento de las frutas y
verduras analizadas no tenían residuos de plaguicidas.
También es bien distinta la actitud adoptada de uno y otro
lado del río ante la presencia de los residuos. Mientras en
Uruguay no se toma ninguna medida con las muestras
contaminadas, la Corporación del Mercado Central de Buenos
Aires no sólo elimina del circuito de comercialización las
muestras que excedan los LMR, sino que realiza un
seguimiento de la especie y del productor involucrado.
El ingeniero agrónomo Alberto Gómez, director del
Departamento de Agroecología del Centro de Estudios de
Tecnologías Apropiadas (CEUTA), considera que este estudio
“es la punta de un iceberg, ya que la investigación no
analiza residuos de Mancozeb o Dithane, el funguicida más
utilizado en el país y de uso común en frutas y verduras. El
Mancozeb es un probable cancerígeno y, según la agencia
ambiental de Estados Unidos, afecta la reproducción y
probablemente afecte el sistema endócrino. Cuando el
Maancozeb se degrada da lugar a una sustancia llamada ETU,
que es más tóxica aun y que se produce también al cocinar
los alimentos”.
El dato no es menor si se tiene en cuenta que el Consejo de
Defensa de Recursos Naturales de Estados Unidos calculó que
durante la vida de una persona el 50 por ciento de los
riesgos asociados al desarrollo de cáncer se derivan del
consumo de frutas contaminadas con ciertos plaguicidas
carcinogénicos durante los primeros años de vida.
¿Dosis seguras?
Humberto Almirati, director general de Servicios Agrícolas
del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP),
minimiza los efectos de los residuos encontrados en Uruguay,
puesto que “si están por debajo de los LMR no hay riesgo de
contaminación crónica”. Mientras que la toxicóloga Amalia
Laborde, del Centro de Investigación y Asesoramiento
Toxicológico (CIAT) de la Facultad de Medicina, explicó a
BRECHA que “esos límites máximos se establecen para cada
fruta o verdura y el ser humano consume un poco de todo, por
lo que, en el conjunto de la ingesta, seguramente se están
sobrepasando esos máximos admisibles. Además los límites
admisibles se van modificando a medida que la evidencia
cambia. No hay forma de conocer la dosis segura”.
Por eso para Laborde no hay una respuesta fácil en el momento
de definir si el consumo de dosis bajas de residuos de
agrotóxicos en frutas y verduras puede generar en el largo
plazo problemas de salud a los consumidores. “Es algo
particularmente difícil de estudiar porque implica valorar
lo que ingiere un individuo a lo largo de su vida, y no hay
un diseño de estudio que nos permita conocer esto. Pero el
hecho de que no haya evidencia no quiere decir que no haya
efectos”, agrega.
Los resultados de los estudios realizados en animales, según
esta toxicóloga, son inquietantes: “Algunos niveles de
plaguicidas pueden ocasionar tres o cuatro tipos de
afecciones, pueden afectar el capital genético provocando
mutaciones que teóricamente terminan desarrollando cáncer,
malformaciones o alteraciones del desarrollo que pueden
derivar en un retardo. También se observa la disrupción
endócrina que implica una alteración de las funciones
hormonales en las primeras etapas de la vida, lo cual puede
influir mucho en el desarrollo de la persona. Las
alteraciones de la inmunidad también se vinculan a la
ingesta de residuos de plaguicidas”. A su juicio estos datos
experimentales fundamentan el “principio de precaución”:
para tomar medidas no habría que esperar a que se produzca
evidencia científica.
Campaña sí, campaña no
A pesar de que “no hay riesgos de contaminación crónica”, por
las dudas, desde los noventa, “cuando empecé a ver la carga
de plaguicidas que tienen los tomates, los lavo con agua y
jabón”, señaló Almirati. La recomendación es especialmente
oportuna para los tomates de invernáculo del departamento de
Salto (el más consumido en esta época del año), dados sus
altos niveles de residuos. También Almirati sugiere “a todo
el mundo que conozco que pele la manzana, sobre todo si la
va a comer un niño”.
¿No sería bueno transformar estas recomendaciones en una
campaña pública? Si bien Almirati estaría a favor de
emprender una acción de este tipo, “los tecnólogos de
alimentos y los agrónomos tenemos visiones distintas, por
eso lo estamos discutiendo con la CAMM y con Salud Pública,
y la decisión que se tome debe ser consensuada. Los
tecnólogos arguyen que recomendar a la población que pele la
fruta daría una imagen pésima de Uruguay a los compradores
del exterior”.
Por su parte, Laborde considera que “ningún dato vinculado
con la salud de la población puede ser secreto. Las personas
tienen derecho a saber y los que tenemos algún conocimiento
tenemos el deber de trasmitirlo, pero también la
responsabilidad de dar el dato y alguna solución; de lo
contrario, lo único que hacemos es colocar la angustia en
otro”. A su juicio es más útil sensibilizar a quienes
trabajan directamente con estos productos que informar a la
población en general, porque de nada sirve decirle a la
gente que “los alimentos están contaminados, sin poder darle
una buena solución”.
Para Jaqueline Ponzo, hasta hace pocos días directora del
Departamento de Salud Ambiental y Ocupacional del MSP,
habría que evaluar las estrategias de una eventual campaña
informativa, “porque el mensaje no puede ser contradictorio:
no se le puede decir a la gente ‘coma fruta’ y al mismo
tiempo ‘cuidado con la fruta’. Habría que profundizar la
información y sopesar los riesgos y beneficios de consumir
frutas y verduras para proveer a la población del conjunto
de la información”.
Educación y Producción
La gestión que está delineando el MGAP en este tema tiene dos
vertientes fundamentales: por un lado trabajar en la
educación y sensibilización de los trabajadores rurales y
los productores para que hagan un uso racional y correcto de
los tóxicos, y por otro, apostar a la producción integrada.
Para cumplir con el primer objetivo se conformó un grupo de
trabajo en el que participan además de la cartera de
Agricultura, la de Salud y la de Trabajo. Su primera misión
desembarcó en Bella Unión el 28 y el 29 de julio pasado. El
uso incorrecto de agrotóxicos, según Almirati, responde a la
ausencia de un ordenamiento territorial. La meta por ello es
el establecimiento de zonas aptas y no aptas para cultivar
ya que “si se deja plantar en zonas urbanas, inevitablemente
va a haber problemas con los plaguicidas porque van a
afectar a las poblaciones del lugar”.
Por último, se apuesta a la producción integrada, una
explotación a mitad de camino entre la convencional y la
orgánica. De esta forma, estima Almirati, “se aseguran mucho
los límites de residuos porque se utilizan menos plaguicidas
que en la convencional e implica que el productor lleve un
control sobre qué aplica y cómo lo hace. Esta apuesta va a
llevar su tiempo, porque convencer a los productores de que
adopten este tipo de producción demanda un muy fuerte
trabajo político”. La propuesta de trabajo del MGAP es
producir con niveles de residuos que estén dentro de los
límites establecidos, aun cuando éstos están siendo
cuestionados por el Codex Alimentarius.
De todas formas los problemas presupuestales prometen
complicar aun más las cosas. En la interna del MGAP, según
Almirati, se deberá discutir cuáles son los aspectos que en
este tema deben ser priorizados: el seguimiento de los
residuos de plaguicidas en frutas y verduras, o estudiar su
impacto en el agua y el suelo, algo que por el momento no se
está haciendo. “No es fácil definirlo. Hay que tomar la
decisión muy en serio después de haberlo discutido mucho ya
que el presupuesto no va a dar para ambas cosas”, precisó.
Virginia Matos
Convenio Brecha / Rel-UITA
15 de agosto de 2005
* Proyecto “Efectos del
empleo de agroquímicos en Bella Unión”, desarrollado por un
grupo multidisciplinario de médicos, toxicólogos,
neumopediatras, genetistas y psicólogos sociales, apoyados
por REDES-AT, UITA, RAP-AL y el Programa Uruguay
Sustentable.
** Proyecto PCT/URU 2903 “Modernización del sistema de
comercialización de productos frescos a nivel mayorista”,
Giovanni Galietta, Eduardo Egaña.