Intolerancia ante la expansión
El nivel de pobreza que llega al 33,9% en todo el
país, en el sector rural el mismo mal afecta al
41,2%, aunque la pobreza extrema en el campo
alcanza el 25,6%. Estos porcentajes podrían
aumentar considerablemente en caso que el Estado
no realice los esfuerzos necesarios para reactivar
la economía nacional y para terminar con el
cultivo desmedido de la soja, aseveró el
investigador.
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Fogel indicó que resulta fundamental que el Estado
rechace en forma contundente la expansión descontrolada de
la soja transgénica, que tiene un efecto semejante a “una
gran mancha de aceite que arrasa con todo a su paso”. Para
ello es necesario que las autoridades nacionales tomen
ciertas decisiones, que aunque puedan llegar a colisionar
con los intereses de sectores económicos poderosos, evitarán
que se genere una situación social crítica para el país en
un futuro próximo.
Además, agregó que deben evitar que estos grupos
dominantes sigan desobedeciendo las leyes vigentes sólo por
el simple hecho de que son dueños de la mayor parte de la
riqueza generada en este país.
Igualmente, expresó que el gobierno debe impedir que
el cultivo de la oleaginosa siga destruyendo la cultura
campesina que, históricamente, estuvo asociada al
policultivo. Asimismo, sostuvo que el Poder Ejecutivo está
obligado a rechazar la expropiación indiscriminada de los
recursos naturales por parte de los “brasiguayos” o de
cualquier otro grupo productor minoritario que se dedique a
esta producción.
El sociólogo agregó que de continuar la indiferencia
demostrada por la actual administración estatal hacia esta
realidad, la gran mayoría de los paraguayos estamos
destinados, irremediablemente, a la pobreza extrema, que por
ende nos sumirá en un conflicto social mucho más profundo y
grave del que afrontamos actualmente, el cual no será tan
fácil superar a corto plazo.
El actual panorama social muestra que existe un nivel
de pobreza que llega al 33,9% en todo el país, mientras que
en el sector rural el mismo mal afecta al 41,2%, aunque la
pobreza extrema en el campo alcanza el 25,6%. Estos
porcentajes podrían aumentar considerablemente en caso que
el Estado no realice los esfuerzos necesarios para reactivar
la economía nacional y para terminar con el cultivo
desmedido de la soja, aseveró el investigador.
Enfatizó que el peor final para la trágica historia de
las muertes de Ypekua, sería que las mismas hayan sido en
vano y no hayan servido de lección para cambiar las cosas
que están mal en el país, como tampoco sirvieron de mucho
las 90 muertes de labriegos acontecidas desde que se inició
el proceso democrático en 1989, en su lucha por la tierra.
“Debemos saber leer entre líneas los mensajes que
estas muertes nos dejaron a todos los paraguayos, para los
que están y para los que no están en el poder”, reflexionó,
de lo contrario el investigador presagia un futuro muy negro
para la gran mayoría de la población.
Crecimiento desmedido de la soja
El cultivo de la soja aumenta un 8,5% en forma anual,
en detrimento de la superficie boscosa existente en el país,
que se redujo en los últimos años a apenas el 6%. Fogel
indicó que ahora, ante la escasez de bosques por depredar,
los productores sojeros no encontraron mejor solución que
comenzar a arrasar con las comunidades campesinas.
“Para mi, la expansión de la soja debe ser cortada a
cero, así de claro”, reiteró.
En este momento el Paraguay es el cuarto exportador
mundial de la oleaginosa. Lo que implica para Fogel, que en
poco tiempo más nos constituiremos en el primer país del
mundo con el mayor nivel de inequidad en la concentración de
la riqueza. Hasta ahora, Brasil ocupa el primer puesto,
aunque ha hecho los esfuerzos necesarios para disminuir las
desigualdades sociales existentes. Pero aseveró que
Paraguay, en vez de tomar medidas que logren reducir la
inequidad existente, la aumenta a pasos agigantados y está a
punto de superar a Brasil. Un liderazgo nada halagador, que
implicará un gran obstáculo para el crecimiento económico
del país.
Intolerancia para los delincuentes
El sociólogo señaló también que el gobierno paraguayo
debe establecer una política de intolerancia total contra
quienes delinquen, refiriéndose a aquellos propietarios que
venden sus tierras improductivas en forma irregular a los
sojeros, así como para aquellos que ordenaron y participaron
de la muerte de los campesinos en Ypekua, o que contaminaron
con agrotóxicos a los pequeños productores, a sus familias y
a sus cultivos.
“Tolerancia cero significa que todos los que delinquen
tienen que ir a parar con sus huesos a la cárcel. Así como
apresan a los campesinos sin miramientos, también deben
apresar a los poderosos que delinquen”.
La legislación agraria establece límites muy claros
para las adjudicaciones de parcelas por el Instituto de
Bienestar Rural (IBR), oficina dependiente del Estado. Está
estipulado que en caso que los propietarios que adquirieron
una gran cantidad de hectáreas no la puedan explotar
debidamente, deben regresarlas a manos del Estado paraguayo.
Sin embargo, los terratenientes en vez de devolver las
parcelas las venden o arriendan a los productores “brasiguayos”,
por lo que incurren en un grave delito que hasta ahora no ha
sido penado por el gobierno. Fogel aseguró que están
delinquiendo tanto aquellos que venden las tierras como
quienes las compran, por lo que deben pagar por sus culpan
en la cárcel.
Además, explicó que resulta fundamental que los
productores que contaminaron masivamente a los campesinos y
sus cultivos, indemnicen a los mismos por los daños
ocasionados, pues el gobierno no está obligado a ello.
Agregó que el Estado tiene en sus manos los procedimientos
estipulados en la ley para estos casos, como el embargo de
sus bienes y el posterior remate de los mismos hasta cubrir
las indemnizaciones correspondientes a los afectados. “Pero
tampoco lo hace”, reiteró.
El sociólogo expresó que el gobierno nacional está
obligado a reparar sus falencias lo antes posible con el
objetivo de promover un ordenamiento territorial que permita
proteger a las comunidades campesinas e indígenas ante el
avance indiscriminado del cultivo de la soja transgénica.
“Tenemos que seguir dando pelea para sensibilizar a la
opinión pública. En algunas zonas del país ya se ha logrado
revertir la fuerza de las ideas de los sojeros, pues lo que
ellos planteaban siempre era aceptado por todos sin
cuestionamientos. Ahora esa mentalidad de a poco está
cambiando”, enfatizó.
Aunque señaló que aún falta mucho por hacer, pues no
siente que exista un avance considerable para tratar de
cambiar las cosas entre los campesinos, quienes, dijo, aún
deben poner en práctica toda su capacidad de lucha para
lograr que el Gobierno escuche sus reclamos.
Soberanía alimentaria
El cultivo de la soja logró extenderse sobre la
superficie de pastos naturales, implantados y sobre los
yerbales. El 46% de los cultivos de yerba mate fue afectado
hasta el año pasado y ahora ese perjuicio se extiende al
cultivo de la mandioca. Ambos rubros son fundamentales en la
alimentación de los paraguayos, principalmente de aquellos
de bajos recursos. La mandioca cuesta hoy en el mercado algo
así como 0.50 centavos de dólar, un precio demasiado oneroso
para las personas de escasos recursos. Existe una escasez de
este rubro en el mercado nacional y la poca producción que
logró sobrevivir a las contaminaciones masivas con el
glifosato está siendo exportada a Brasil e importada de
nuevo a Paraguay en forma de almidón, a un precio tres veces
mayor al habitual en el mercado nacional.
“Estos son los problemas económicos que está generando
en el país la producción de soja. De hecho, si esta
situación continúa agravará aún más los problemas de hambre,
pobreza y miseria que afrontamos en el país”.
Pero este drama puede acarrear muchos más conflictos
del que nos imaginamos, según Fogel, pues el surgimiento de
una crisis en la provisión de alimentos puede arrastrar al
Paraguay a convertirse en un país mucho más dependiente de
lo que ya es. Para él la seguridad alimenticia está
estrechamente ligada a la soberanía alimenticia. “Si no
ponemos fin a esta crisis, no podremos seguir alimentando a
nuestra población, lo que nos impulsará a convertirnos en un
país exclusivamente dependiente del país que nos venda los
alimentos. Si el Brasil nos da los alimentos, nos va a
someter aún mucho más. O, peor aún, pasaremos a depender
exclusivamente de las compañías transnacionales”.
¿Qué debería hacer el gobierno?
Esta situación nos remite a la necesidad de plantear
seriamente qué tipo de desarrollo económico conviene a los
paraguayos, según Fogel. Afirmó que necesitamos una
producción que complemente nuestra estructura productiva, no
una que nos compita, nos anule y nos genere más pobreza,
como acontece ahora con la producción de soja transgénica.
Pero enfatizó que para lograr este objetivo es necesario que
el Estado reaccione de una vez generando políticas adecuadas
y convenientes para todos los grupos sociales.
Sin embargo, hasta el momento, Fogel no percibe que el
gobierno tenga la voluntad necesaria para cambiar las cosas.
A título de ejemplo citó la importación legal de
agrotóxicos, que en Paraguay, gira en torno a los 50
millones de dólares, que para él resulta simplemente una
punta del iceberg, pues el 10% de este total circula en
nuestro medio en forma de comisiones, gastos de relaciones
públicas, o para otros fines no muy claros de pequeños
sectores. “Estas importaciones mueven muchos intereses, que
generan muchas dudas entre la gente común, que no termina de
comprender que los agroquímicos utilizados por los sojeros
son realmente nocivos para los seres humanos”.
Como un dato revelador de los intereses manejados con
las importaciones, comentó que el directorio paraguayo de la
hidroeléctrica de Itaipú destina anualmente recursos a las
universidades paraguayas para fomentar el uso de agrotóxicos
en las comunidades rurales pobres a través de la siembra
directa. Esta práctica del Gobierno representa para Fogel
una conducta absolutamente irresponsable, propulsada con la
excusa de que su utilización genera menos gastos y más
ganancias para los productores.
“Es más barato dicen... pero lo que no dicen a los
campesinos es cuánto cuesta el aparato reproductivo de una
mujer, o el sistema nervioso de un ser humano, o los daños
irreparables que esas sustancias producen en el organismo de
cualquier persona. Esas cuentas no entran en el cálculo.
Dicen que con el uso del glifosato se ahorra más, que los
beneficios son mayores que los costos. Estas creencias están
ampliamente difundidas y muchos técnicos están convencidos
de que éstas son verdad”, expresó.
Concertación y diálogo
Fogel señaló como positiva la promoción desde el
gobierno de un diálogo entre los sojeros y campesinos,
aunque precisó que la actuación del Estado no puede estar
supeditada sólo a que los actores involucrados arriben a un
pacto. “De igual manera el Estado debe poner en práctica sus
elementos coercitivos para defender el interés general, esa
es su misión, esa es su función. No puede esperar hasta que
ellos lleguen a un acuerdo para actuar”.
Señaló que el gobierno debe obligar a todos por igual
a cumplir las legislaciones ambiental y social vigentes,
para evitar que se sigan degradando la vida y el ambiente,
atacando los factores que las producen.
Los sojeros debieron cumplir con la legislación
vigente en el país y preservar el 25% de los bosques. Sin
embargo no lo han hecho. Fogel reiteró que el Estado no
tiene por qué perdonar a los productores sojeros que
causaron daños a las pequeñas producciones campesinas. De lo
contrario, alegó, repetirá la historia de lo acontecido
durante las grandes crisis bancarias que golpearon
terriblemente la economía paraguaya. “Los banqueros robaron
todo el dinero de los ahorristas y luego escaparon, entonces
el Estado se vio obligado a poner recursos de sus arcas para
resarcir los daños provocados. Ahora se está repitiendo la
misma historia con los sojeros, pero con la diferencia de
que el Estado ya no cuenta con los recursos necesarios para
indemnizar a todos los campesinos que sufrieron las
consecuencias de las intoxicaciones”, señaló el sociólogo.
Por último advirtió, que resulta impostergable que el
gobierno nacional promueva un reordenamiento territorial,
prohibiendo a los sojeros a que cultiven en zonas en donde
existen asentamientos humanos, como actualmente pretenden
hacer. “Las autoridades deben prohibir que solamente se
produzca soja transgénica en Paraguay en detrimento de los
rubros esenciales para alimentar a la población”.
Rosalía Ciciolli
© Rel-UITA
25 de marzo de 2004