Esto debido a que las fumigaciones en grandes extensiones de 
					terreno forman parte del Plan Colombia, que cuenta con el 
					apoyo del Gobierno de Estados Unidos, afectan al territorio 
					ecuatoriano y el gobierno de Palacio (presidente Alfredo 
					Palacio) aún no ha tomando acciones.
					
					
					 
					
					
					Los ecuatorianos insisten en que Colombia debe suspender las 
					aspersiones, pero Colombia sostiene que diversos estudios 
					dan cuenta que no afectan la vida humana. Y mientras Quito 
					afirma que la lluvia de glifosato debe restringirse a una 
					franja de diez kilómetros de la frontera común, para 
					prevenir efectos secundarios, Bogotá descarta las 
					repercusiones, apoyado en un reciente informe de la Comisión 
					Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD), 
					adscrita a la OEA (Organización de Estados Americanos).
					
					
					 
					
					
					No obstante, el canciller ecuatoriano Antonio Parra Gil, 
					asegura que "aún no hay una conclusión científica" en torno 
					a las consecuencias de las fumigaciones, aunque añadió que 
					es probable que éstas sólo se hagan visibles después de 15 ó 
					20 años. Bajo el gobierno del derrocado presidente Lucio 
					Gutiérrez, Ecuador acordó con Colombia que el tema fuera 
					investigado por una comisión técnica bilateral, en tanto 
					siguieron las fumigaciones en el marco de la lucha contra el 
					narcotráfico y los grupos rebeldes.
					
					
					 
					
					
					Los ministerios ecuatorianos de Medio Ambiente, Salud y 
					Agricultura revelan que necesitan entre 500 y 800 mil 
					dólares cada uno para realizar el análisis de contaminación 
					del glifosato.
					
					
					 
					
					
					Las plantaciones de coca y amapola se concentran en varios 
					departamentos, entre estos los de Putumayo y Nariño, 
					limítrofes con Carchi y Sucumbíos. Estados Unidos financia 
					el programa de fumigación con 17 millones de dólares anuales 
					en el marco del Plan Colombia. Ese programa contempla una 
					asistencia económica y militar por unos 3.000 millones de 
					dólares. Mientras tanto muestras tomadas a 10 mujeres del 
					Ecuador y 12 de Colombia, a 80 kilómetros de la frontera 
					donde se realizan las fumigaciones, presentan síntomas de 
					intoxicación.
					
					
					 
					
					
					En el informativo de Caleta Sur la consultora en el Tema de 
					Drogas María del Carmen Estupiñán afirma que luego de 30 
					años de esfuerzos por erradicar los cultivos ilícitos 
					mediante el uso de herbicidas de amplio espectro por vía 
					aérea, estudios científicos concluyen que el remedio puede 
					ser peor que la enfermedad. Provoca graves daños a la salud 
					humana, a la flora y la fauna en general y contaminan el 
					aire, agua y tierra por largos períodos de tiempo.
					
					
					 
					
					
					En julio del 2000 el periódico Hoy de la ciudad de Quito 
					reportaba algunos de los efectos de las fumigaciones que la 
					población de la Frontera Norte del Ecuador, colindante con 
					Río Blanco del Solar de Colombia, sufría serias afectaciones 
					a la salud, irritación de ojos, piel y nariz, náuseas, 
					vómitos, problemas estomacales, dolores de oído, aumento de 
					la presión arterial entre otros.
					
					
					 
					
					
					"Son incalculables las pérdidas económicas y los impactos 
					negativos en la salud de la población, los cuales solo han 
					sido apreciados en su sintomatología sin que pueda 
					constatarse sus efectos a mediano y largo plazo. El fracaso 
					de las cosechas y la muerte del ganado y otros animales 
					sumados a la permanencia del Roundup en el suelo de 120 días 
					a 3 años coloca en la incertidumbre absoluta la vida de la 
					comunidad de la zona afectada", afirma María del Carmen.