Los
hormiguicidas Sulfluramida y Fipronil fueron autorizados,
por resolución del Ministerio de Ganadería, Agricultura y
Pesca (MGAP) del 22 de junio del 2004, como sustitutos del
insecticida organoclorado Mirex, que integra la lista de
agrotóxicos prohibidos por el Convenio de Estocolmo,
convenio del cual Uruguay es parte.
La
prohibición del Mirex se debe a que se trata de un
Contaminante Orgánico Persistente (COPs), sustancias
consideradas peligrosas para la salud y para el medio
ambiente debido a sus propiedades: elevada
persistencia en el medio ambiente, capacidad para
transportarse por largas distancias a través del aire y
agua, ser altamente tóxicas y por acumularse en la cadena
alimenticia.
Se podría
pensar que la prohibición del uso del hormiguicida Mirex
constituyó un paso adelante, ya que se eliminó una sustancia
altamente tóxica, tanto para el medio ambiente como para los
seres humanos. Sin embargo, esa resolución no ha significado
avance alguno, ya que los sustitutos aprobados por el
MGAP han resultado ser tan tóxicos y persistentes como
el que se eliminó.
El caso del Fipronil
En el
momento en que el MGAP aprobó esa resolución, ya se
conocían los impactos que este insecticida había causado
tanto en Europa como en Estados Unidos. En el
caso de Francia, en enero del
2004 se suspendió la venta
de insecticidas a base de Fipronil debido a la muerte de
millones de abejas por la aplicación de este insecticida en
cultivos agrícolas.
Por
su lado, la Agencia Ambiental norteamericana (EPA) ya lo
había identificado como un posible cancerígeno. Más
recientemente, en el año 2008, los apicultores alemanes
lograron que se suspendiera la venta de este insecticida por
haber causado la muerte de miles de sus colmenas.
En el caso
concreto de Uruguay, los apicultores ya han
constatado la muerte de cientos de sus colmenas como
resultado del uso masivo de Fipronil. A raíz de este hecho,
han solicitado al gobierno que se restrinja el uso de este
agrotóxico, por ser ampliamente conocida su toxicidad para
las abejas y por su persistencia en el medio ambiente.
Sin
embargo, y a pesar de que los efectos de este insecticida
son ya bien conocidos, aún no se ha logrado prohibir su uso.
Peor aún, el MGAP ha incorporado recientemente dos
nuevas sustancias a la lista de las ya permitidas con el
principio activo Fipronil, sumando ahora veintitrés. Las
formulaciones en las cuales este agrotóxico es
comercializado son muy diversas: polvo mojable, cebo
granulado, suspensión concentrada, gránulos dispersables y
suspensión curasemillas. Dichas formulaciones a su vez
muestran que esta sustancia es utilizada como insecticida,
curasemillas y hormiguicida. La importación de este
insecticida en los últimos años asciende a miles de kilos,
tanto bajo la forma de principio activo como en
formulaciones.
El caso de la
Sulfluramida
El otro
sustituto recomendado por el MGAP al momento de
prohibir el Mirex fue la Sulfluramida. Este es un
hormiguicida granulado que se vende bajo los nombres
comerciales de Mirenex-sulf, Attakill Mir-X-S, Agrimex-S,
Sulfa Max Huagro, Mix Hor-Talf y Fluramin. Al momento de la
recomendación por parte del MGAP, la Agencia
Ambiental norteamericana (EPA) decía que “observaciones en
animales de laboratorio han mostrado que incluso
exposiciones pequeñas a este producto pueden causar
alteraciones en el aparato reproductivo y en el desarrollo”.
Cabe señalar que en los Estados Unidos, las propias
empresas que producen la Sulfluramida se han comprometido a
retirar del mercado los productos que contengan esta
sustancia antes del año 2016.
A lo
anterior se suma la relación entre la producción y el uso de
la Sulfluramida con otra sustancia tóxica: el sulfato de
perfluoroctano (PFOS). Durante la IV Conferencia de
las Partes del Convenio de Estocolmo realizada en Ginebra
del 4 al 8 de mayo de este año, uno de los temas analizados
fue el de la necesidad de incluir al sulfato de
perfluoroctano (PFOS) en la lista de sustancias a ser
eliminadas. La preocupación de incluir al PFOS a dicha lista
se basa en que se trata de una sustancia extremadamente
persistente, que no ha mostrado descomposición alguna bajo
las condiciones ambientales en las que ha sido evaluada. Es
muy tóxico para mamíferos y concentraciones altísimas han
sido encontradas en animales que viven en el ártico, muy
lejos de la intervención humana. El
PFOS es fácilmente
detectable en tejidos humanos como sangre y leche materna y
en un estudio realizado entre los años 2003 y 2004 en
Estados Unidos se encontró sulfato de perfluoroctano en la
sangre de 297 niños de un grupo de 299 menores.
El PFOS
es una sustancia producida en forma intencional y también
como subproducto de la degradación de otros productos
químicos. Este es justamente el caso del agrotóxico
Sulfluramida utilizado como hormiguicida, ya que tanto su
formulación inicial como su degradación en el ambiente
involucran al PFOS. En definitiva, la Sulfluramida es
una sustancia que resulta ser aún más persistente y por lo
tanto más tóxica que el Mirex al que sustituyó, o sea, que
el MGAP no hizo otra cosa que sustituir un COP por
otro COP aún peor.
Uruguay importa grandes
cantidades de este agrotóxico desde Argentina y Brasil. En
el año 2007 las importaciones de cebo granulado de
Sulfluramida ascendieron a 156.461 kilos, en tanto que se
importaron además 469 kilos del principio activo. En el año
2008, las importaciones del producto formulado fueron de
103.681 kilos, a los que se sumaron 311 kilos de principio
activo.
Tan tóxicos como innecesarios
La
importancia del Convenio de Estocolmo es que el mismo ha
significado un reconocimiento de que existen sustancias muy
tóxicas que deben ser eliminadas. Lamentablemente, sus
avances son muy lentos y las empresas que producen y
comercializan tales agrotóxicos se mueven hábilmente para
que las negociaciones no solo no afecten sino incluso que
beneficien sus intereses. Por ejemplo, la eliminación de
algunas de las sustancias más tóxicas (como el mismo Mirex)
fue propiciada por las propias empresas porque sus patentes
ya habían expirado y aspiraban a cobrar la patente de sus
nuevos agrotóxicos.
Más allá de
las bondades y problemas del Convenio, la respuesta para
eliminar definitivamente a los agrotóxicos pasa por buscar
alternativas al modelo de producción basado en monocultivos
agrícolas y forestales, que convierte en plaga a insectos
como la hormiga. Las hormigas son parte de nuestros
ecosistemas y su control no pasa por la sustitución de un
agrotóxico por otro supuestamente “menos contaminante”, como
ha sido el caso con el Fipronil y la Sulfluramida, sino por
el desarrollo de sistemas productivos basados en la
diversidad.
Pero
incluso dentro del propio modelo productivo predominante, ya
se han identificado métodos de control biológico de hormigas
–basados en hongos que se desarrollan en granos de arroz– y
por tanto no hay ninguna razón válida para seguir envenenado
el ambiente con estas sustancias tóxicas.
Los daños
causados por la sustitución del Mirex por el Fipronil y la
Sulfluramida fueron innecesarios y se pudieron evitar. En
base al conocimiento existente, es hora de que el MGAP
modifique su postura y los elimine definitivamente para
evitar que sigan impactando sobre el ambiente, la salud de
la gente y otras producciones agropecuarias como la
apicultura.
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