Con María Danelia
Jiménez
El
dolor de las viudas también
es
parte de la ANAIRC
Cuando se
habla sobre la presencia de la Asociación Nicaragüense de Afectados por
Insuficiencia Renal Crónica (ANAIRC) en Managua para exigirle al Grupo
Pellas una indemnización por los daños ocasionados a sus integrantes, se
acostumbra pensar en los ex trabajadores azucareros que dejaron su
juventud y su vida en los cañaverales del Ingenio San Antonio. No
obstante, hay un sector que resulta ser fundamental en esta lucha, por
la enorme carga emotiva y simbólica que conlleva su presencia: las
viudas. Ellas han visto fallecer a sus maridos después de tantos años de
trabajo en los cañaverales de Chichigalpa, y que exigen que se les
reconozcan sus derechos.
María Danelia
Jiménez
habla con voz temblorosa, alternando momentos de desahogo y lágrimas por
el dolor que le trae el recuerdo de su marido, con otros de firme
convicción por lo que está haciendo en estos días en Managua.
“Mi esposo, Roger
Centeno, trabajó como cortador de caña en el Ingenio San Antonio
desde 1979 hasta 1989. Pasó diez años matándose de trabajo en los
cañaverales, entrando a las 6 de la mañana y saliendo hasta las 8 o 9 de
la noche. A veces me contaba cómo le molestaba cuando a su alrededor
regaban los químicos, pero no podía hacer otra cosa porque era el único
trabajo que había”.
Después lo enviaron
a trabajar a la fábrica de la Compañía Licorera de Nicaragua SA, y en
1993 se casó con María Danelia, ya teniendo cuatro hijos. La
esperanza de vivir una vida digna fue truncada en 1999, cuando le
anunciaron que sufría de insuficiencia renal crónica (IRC).
“Hizo los análisis
que pedía la empresa y salió con 2,4 mg/dl de creatinina, y el mundo se
nos derrumbó. Ya se sentía muy cansado, con fuertes dolores de cabeza.
En septiembre volvió a hacerse los exámenes y salió con 6,4 mg/dl, y la
empresa le dijo que ya no podía seguir trabajando. Le pagaron las 52
semanas completas y después lo abandonaron cortándole cualquier tipo de
subsidio y ayuda alimentaria”, siguió contando María Danelia.
Fue gracias a la
ANAIRC que en 2006 Roger Centeno y su familia pudieron
recibir una pensión de unos 200 dólares mensuales, después de que el
Seguro Social se la rechazara durante varios años.
Roger
murió a los dos años de haber alcanzado su pensión, un 14 de julio de
2008, dejando a su familia en serias dificultades económicas y emotivas.
“Fueron cuatro meses
de agonía. Se le inflamó todo el cuerpo y de noche casi no podía dormir
por el dolor. Eso es lo que les pasa a todos los ex trabajadores, y a
veces entre las viudas nos ponemos a recordar y a contar lo que hemos
vivido, y es muy triste -expresó María Danelia Jiménez-.
Dicen que
los trabajadores tienen un seguro de vida, pero es mentira.
Traté de averiguar con la empresa, pero me dijeron que no
tenía derecho porque cuando mi marido falleció ya no estaba
trabajando para ellos |
Lo que me preocupa
son mis hijos, porque dos de ellos trabajan en el Ingenio y sabemos de
la contaminación del agua, pero ¿qué más pueden hacer si este es el
único trabajo que hay? Ellos saben perfectamente que en cualquier
momento pueden salir afectados, pero es la necesidad, tienen que
garantizar la comida de sus familias”.
Después de la muerte
de su marido, María Danelia se puso a buscar trabajo para
sobrevivir, porque el Seguro Social le garantiza solamente un porcentaje
de la pensión de su esposo, 60 dólares mensuales que no le permiten ni
siquiera cubrir los gastos básicos de un hogar.
“Me quedé sola y eso
fue la cosa más difícil. Fue desesperante ver cómo agonizaba en la cama.
Un día parecía estar mejor y al día siguiente volvía a caer en un estado
de agonía. Moría y volvía a vivir todos los días, y se preocupaba por
nuestro futuro, porque me iba a dejar sola. Fue algo que no se puede
contar”, dijo entre lágrimas.
María Danelia
pide al Ingenio San Antonio y al Grupo Pellas que paguen
una indemnización por todo este dolor y sufrimiento, “porque hasta el
momento ni se han asomado para ver cómo estamos viviendo. No hay interés
para las viudas y ni siquiera nos vuelven a ver. Hasta te dicen que los
trabajadores tienen un seguro de vida, pero es mentira. Traté de
averiguar con la empresa, pero me dijeron que no tenía derecho porque
cuando mi marido falleció ya no estaba trabajando para ellos.
Para nosotras, las
viudas es importante estar reunidas en la ANAIRC, porque además
de la ayuda práctica que nos brindan para las pensiones y para alcanzar
una indemnización, nos dan la oportunidad de reunirnos, de platicar de
lo que estamos viviendo, de las dificultades y de tantos recuerdos que
no podemos olvidar” -concluyó María Danelia-.
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