El Vía Crucis de miles de obreros de la
agroindustria azucarera
Más de 30 años de trabajo
y
una vida aguantando
Roberto Antonio Picado Córdoba tiene
54 años. Comenzó a trabajar en el Ingenio San Antonio recogiendo la caña
cortada cuando tenía 15 años. Después de algunas zafras lo contrataron
para el corte y ahí pasó el resto de su vida, hasta que en 2002 la
empresa le comunicó que tenía insuficiencia renal crónica y que ya no
podía seguir trabajando. Después de 32 años de duro esfuerzo, Roberto
Antonio tuvo que enfrentarse a una realidad que es de sobra conocida en
Chichigalpa y en gran parte del occidente de Nicaragua.
“Comencé a trabajar
cuando era muy joven. En aquel tiempo no había otra oportunidad y aunque
el trabajo fuese muy pesado, tenía que aguantar para poder llevar dinero
a mi casa, recuerda Roberto Antonio.
Entrábamos a las 6 de la
mañana, y cuando había mucho trabajo nos quedábamos hasta las 8 o 9 de
la noche y los camiones nos alumbraban para que termináramos con nuestra
tarea. Nos pagaban según la cantidad de caña cortada, pero muchas veces
recibíamos menos de lo que efectivamente habíamos cortado y nadie se
quejaba por temor a ser despedido. Teníamos que aguantar de todo para
poder llevar a nuestras casas el pan de cada día”.
“Aguantar” es una
palabra recurrente en su relato. Roberto Antonio Picado recuerda
también que por no atrasarse en el trabajo y ganar un poco más, comía
solamente de noche cuando regresaba a la casa. En otras ocasiones traía
la comida, paraba de trabajar para consumir el alimento y tomaba agua de
las bombas del Ingenio.
“No teníamos mucho
tiempo, así que comíamos y bebíamos rápido, sentados en el lugar en
donde estábamos trabajando. Nunca pensé que esa misma agua estaba
contaminada y que iba a afectar mi salud”.
En 2002 Roberto
Antonio se presentó nuevamente para su enganche en la zafra, pero
esta vez en el análisis que el Ingenio San Antonio acostumbra
hacer a sus trabajadores resultó tener 5,2 mg/dl de creatinina.
“Eso fue horrible. Ya se
sabía de la enfermedad porque mucha gente se había enfermado y había
muerto, y sabía que, tarde o temprano, me podía ocurrir lo mismo. El
doctor del hospital de la empresa me dijo que ya estaba muy enfermo y
que ya no podía seguir trabajando. Salí del hospital y fui a hablar con
un amigo y me aconsejó que fuera de inmediato a buscar todos los
documentos para presentar mi solicitud al Seguro Social para mi pensión.
Pero cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que resultaban solamente
106 semanas cotizadas al Seguro”, manifestó Roberto Antonio Picado
a Sirel.
Muy afligido y sin
poderse explicar lo que estaba pasando después de haber trabajado 32
años, Roberto Antonio buscó otro trabajo, pero su estado de salud
se lo impidió.
“La IRC es una
enfermedad progresiva que de repente te deja sin fuerzas, postrado en
una cama, hasta morir. Me quedé sin pensión porque aparentemente la
empresa casi no cotizó al Seguro Social por los años que le trabajé y
ahora, gracias a la ANAIRC, estoy peleando para que me reconozcan
mi derecho a tener una pensión. La empresa -continuó Roberto Antonio-
me echó a la calle como si fuera un animal, sin ningún tipo de
prestación, y pude sobrevivir en estos años gracias al apoyo de mi
familia y de unos amigos.
He tratado de volver a
trabajar pero no aguanto el cansancio y tengo que cuidar de mi salud.
Actualmente tengo los riñones ya bastante reducidos, pero a pesar de las
dificultades que me ocasiona la enfermedad he decidido involucrarme en
esta lucha, porque quiero que se me indemnice por los daños causados a
mi salud”.
Para Roberto Antonio
Picado lo más duro de estos meses pasados en Managua ha sido el
calor -que es muy dañino para las personas que sufren de IRC- y
el estar lejos de la familia.
“Mi hermana me llama
frecuentemente para saber cómo estoy y me dice que si me siento enfermo
que vuelva a la casa. Siempre le contesto que estoy bien y que tengo que
aguantar, que tengo que seguir con esta lucha hasta que el señor
Carlos Pellas nos dé nuestra indemnización”, concluyó.
Roberto Antonio
sigue aguantando, pero esta vez no está solo.
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