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Con Denis Meléndez, de CISAS
Presentan un
estudio sobre
“el genocidio”
de los agrotóxicos |
“La última zafra: la
Insuficiencia Renal Crónica en la historia laboral agrícola de Nicaragua” es el
título del estudio presentado en enero pasado por Denis Meléndez Aguirre,
responsable del Área de Incidencia del Centro de Información y Servicios de
Asesoría en Salud (CISAS).
En la dedicatoria de su trabajo,
Meléndez rinde un homenaje “a las personas que fueron sacrificadas, y
cuya memoria demanda acciones para frenar el genocidio. Para las personas que
han dedicado sus energías para que los postulados de la Atención Primaria en
Salud sean una realidad en Nicaragua, y más allá”.
Sirel
dialogó con el autor para profundizar en el análisis de cuál deberían ser estas
“acciones para frenar el genocidio”, que ya cuenta con más de 2.600 fallecidos.
-En las últimas semanas, los ex
trabajadores azucareros y las viudas afiliados/as a la Asociación Nicaragüense
de Afectados por la Insuficiencia Renal Crónica (ANAIRC), denunciaron el total
desinterés por parte de la Nicaragua Sugar States Ltd, propietaria del Ingenio
San Antonio y empresa miembro del Grupo Pellas, frente a su trágica situación y
la de miles de afectados que fueron trabajadores de este ingenio. ¿Cómo se ha
llegado a esta situación?
-Es importante hacer un resumen
de lo que ha ocurrido con relación a la posibilidad de una negociación entre
ANAIRC y la empresa. Finalizando 2006, en el periodo de transición entre el
gobierno saliente y las autoridades que iban a asumir la nueva administración,
el tema de la IRC estaba en la agenda nacional y los medios de
comunicación le daban mucho espacio. De manera no oficial, personeros del
Ingenio San Antonio atendieron parcialmente la comunicación con ANAIRC.
Sin embargo, en la medida en que fueron transcurriendo los meses se observó una
cierta indolencia por parte de la empresa y también del gobierno. Por el número
de casos registrados y de personas fallecidas, la IRC en Nicaragua
representa un problema de salud pública, y un país serio y responsable debería
volcar todos sus esfuerzos y su energía para resolverlo, pero aparentemente
parece prevalecer el criterio de que como la IRC es una enfermedad cuyo
tratamiento tiene costos muy elevados, tanto el sistema de Seguridad Social como
el de Salud Pública no asumen el caso con la contundencia necesaria. Esta
indolencia está afectando la situación de los enfermos y de las viudas, y tanto
la empresa como las instituciones deben asumir sus cuotas de responsabilidad.
Hay que
garantizar a las familias de estas personas cuyas vidas han sido
segadas una compensación por los daños causados |
-En el caso de las instituciones
gubernamentales como las que mencionaste, su posición es que se está haciendo
todo lo posible. Según los mismos afectados, la Seguridad Social ya aprobó 3.800
pensiones en los últimos tres años, mientras que el MINSA acaba de declarar a
Sirel que se invirtió una gran cantidad de dinero para la atención especializada
a los afectados por IRC. ¿Dónde es que están fallando y están demostrando una
cierta indolencia?
-El problema de la IRC
tiene diversas vertientes. La Seguridad Social, después de muchos reclamos y
protestas, finalmente accedió a atender el problema de las pensiones. Esto no es
por cortesía de esta institución, sino que en su momento no quiso tutelar la Ley
de Seguridad Social y las actuales autoridades tuvieron que asumir esa omisión
aportando respuestas. Se ha atendido una cantidad considerable de pensiones,
pero no es exclusivamente ése el asunto. Estamos hablando de un problema de
salud pública. Todos los actores del gobierno, y la sociedad civil en su
conjunto, tienen que abocarse a la atención de la emergencia. Hasta la fecha,
sin embargo, nadie ha dicho absolutamente nada en relación con los focos
probados de contaminación en aguas y suelos, y esto a pesar de que hay
suficientes estudios que evidencian esta problemática.
-¿Qué tipo de estudios?
-Un trabajo del Departamento de
Biología de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) de León,
estableció que alrededor del 80 por ciento de los pozos monitoreados
evidenciaban residuos de agrotóxicos sintéticos. Hay monitoreos en mujeres
recién paridas y en lactantes que han probado de manera categórica la presencia
de trazos de estos químicos en la leche materna. Se han hecho análisis en
productos perecederos, como melones y sandías, y también se encontraron las
mismas evidencias. A pesar de que hay normas y leyes, Nicaragua no ha
logrado todavía resolver el problema de la nueva “Docena Sucia”, y muchos de
estos productos circulan libremente en el país o están almacenados a la
intemperie, constituyendo focos de contaminación. Por tanto, hay un gran
problema con relación a las causas de la IRC, y no es tan cierto que se
ha hecho todo lo posible para solucionar el asunto.
-Con respecto a la empresa, uno
de los temas más debatidos es si efectivamente existen pruebas concretas que
relacionen la IRC con el trabajo desarrollado por los afectados en el ingenio.
En tu trabajo “La última zafra”, se lee que, efectivamente, hay suficientes
estudios para corroborar esta hipótesis.
-En todo el mundo se reconoce
que el uso de agrotóxicos sintéticos provoca efectos adversos a la salud humana
en grupos de población expuestos. Algunos por participar directamente en la
aplicación, como es el caso de trabajadores y trabajadoras, y otros que fueron
expuestos indirectamente y que ni siquiera lo saben. Estos químicos se alojan en
tejidos grasos del cuerpo humano y de allí viene toda una serie de secuelas.
Diferentes universidades nacionales e internacionales han realizado estudios en
la zona occidental del país, con mucho énfasis en los cuerpos de agua y en el
suelo, en productos aptos para el consumo humano y en mujeres en período de
lactancia materna. En todos los casos se han encontrado trazos de estos
químicos. En uno de ellos se ha encontrado DDT, cuya última importación data
de más de 30 años, pero persiste en el ambiente. Eso evidencia que los
llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) están todavía
presentes, y en el occidente del país la situación es dramática. Todos los
estudios de aguas aptas para consumo humano indican que hay un acumulado
histórico de los productos químicos que han causado daños en el pasado y que
siguen ocasionándolos.
Debemos elevar el caso a un
plano internacional, implicando a actores que no necesariamente
están en Nicaragua, de tal forma que la empresa comience a sentir la
presión |
-Se ha especulado mucho sobre si
la empresa propietaria del Ingenio San Antonio debería reconocer a los afectados
una indemnización por los daños causados o una ayuda humanitaria. ¿Cuál es tu
opinión?
-El principio es que la vida de
las personas no tiene precio. Sin embargo, se ha ocasionado un daño a la vida de
los ex trabajadores azucareros, pero colateralmente también a sus familias y a
las comunidades, así que el daño va más allá de los que trabajaron en los
cañaverales. Sobre el concepto de ayuda humanitaria o indemnización, el problema
en Nicaragua es que en un momento dado un grupo de afectados negoció con
esta empresa y aceptó una cierta cantidad de dinero bajo el concepto de ayuda
humanitaria. De esa manera se sentó un precedente jurídico fuertemente negativo,
porque se evitó que la empresa fuera demandada e indemnizara a este grupo de
personas que fueron perjudicadas en su salud y en su vida. Este precedente
jurídico afectó negativamente los intereses de los siguientes grupos de
población, que continuaron siendo expuestos a la contaminación y que están hoy
en día reclamando una indemnización. Además, hay que garantizar a las familias
de estas personas cuyas vidas han sido segadas una compensación por
los daños causados.
-En ese tipo de lucha, como por
ejemplo el caso de los ex bananeros afectados por el Nemagón, una de las causas
que han debilitado al movimiento ha sido la división interna de los ex
trabajadores y trabajadoras. En el caso de ANAIRC, ¿qué es lo que debe de cuidar
en su proceso de lucha?
-En el caso de la IRC es
importante tomar como referencia lo que ha ocurrido con esta primera negociación
que se llevó a cabo entre la empresa y un grupo de 1.300 afectados. La empresa
desembolsó una suma muy considerable de dinero en concepto de ayuda humanitaria,
pero según lo que contaron las mismas personas beneficiadas, sólo un grupo
reducido de unas diez o doce personas lograron recibir 38 mil córdobas cada una
(2.400 dólares). El resto recibió una cantidad mucho menor y una gran masa
monetaria no llegó a las personas afectadas, se quedó en “algún lugar”. Lo mismo
ha pasado con los afectados por el Nemagón. En el caso de ANAIRC,
creo que debe ser lo suficientemente transparente en cualquier tipo de
negociación. Las personas que van a ser beneficiadas deben conocer de qué suma
se está hablando y cuánto va a recibir cada persona, de forma amplia y abierta.
Ante la empresa hemos planteado también beneficios sociales adicionales
referentes al tema de salud, educación y recreación.
-Frente a la indolencia de la
empresa, ¿cuáles podrían ser los próximos pasos?
-Un primer paso es involucrar a
otros sectores de la sociedad, pero también hay que elevar el caso a un plano
internacional, implicando a actores que no necesariamente están en Nicaragua, de
tal forma que la empresa comience a sentir la presión. Si por ejemplo
se ha
hablado de una inversión en nuevas plantaciones de caña de azúcar en Honduras
por una cantidad de aproximadamente 170 millones de dólares, lo adecuado sería
que las trabajadoras y los trabajadores de Honduras sepan lo que ha ocurrido en
Nicaragua, para que se organicen y no permitan que miles de personas
hondureñas, por condiciones de trabajo no adecuadas, sean víctimas de la IRC.
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