Con Julio Sánchez, del Centro Humboldt
El crecimiento no siempre es desarrollo
Las instituciones gubernamentales parecen no darse cuenta de
la bomba de tiempo sobre la cual está sentado el país: las
consecuencias de la aplicación a ultranza de un modelo
agroexportador con base en los principios de la Revolución
Verde.
SIREL dialogó con Julio Sánchez,
responsable del Departamento de Biodiversidad del Centro
Humboldt, acerca de esta amenazante realidad.
El modelo agroexportador implementado en
Nicaragua en el siglo pasado ha dejado secuelas que ya
no es posible ocultar. Deforestación, avance de la frontera
agrícola, una preocupante disminución de los recursos
hídricos, desplazamiento de comunidades enteras,
contaminación de los suelos y de las aguas y un sinnúmero de
enfermedades relacionadas al uso indiscriminado de
agrotóxicos sintéticos, son el producto de un sistema de
explotación que ha puesto en peligro la supervivencia del
país entero. Las grandes empresas agrícolas nacionales e
internacionales, no obstante, siguen impulsando el mismo
modelo de producción que ha llevado al país a esta
situación.
-¿Cómo está reglamentado el mercado de los
agrotóxicos en Nicaragua y qué institución está a cargo de
ello?
-Existe la Ley 274 -Ley de Plaguicidas- que establece que la autoridad designada es el
Ministerio de Agricultura (MAGFOR), sin embargo, ese
Ministerio en coordinación con el de Salud (MINSA) y
el de Ambiente (MARENA) realizan procesos de
aprobación, registro y reevaluación de agrotóxicos.
El problema se presentó cuando con la
aplicación de la Ley 290
-Ley de Organización, Competencia y Procedimientos del Poder
Ejecutivo- surgienron problemas de competencias y funciones
entre los diferentes ministerios, lo que generó fallas en la
coordinación para dar seguimiento a la prohibición
de los agrotóxicos que aparecen en la lista del Acuerdo
Ministerial No. 23-2001.
Esta falta de coordinación ha fomentado el tráfico ilegal de
agrotóxicos
, su mal manejo y almacenamiento ilegal, e inclusive la colocación de expendios de
agrotóxicos
en zonas no autorizadas, como son los mercados y los cascos
urbanos.
Este problema que se origina de la Ley 290 no ha sido
corregido y se ha vuelto histórico y crónico. Hay una gran
confusión y falta de coordinación.
-Además de los
agrotóxicos
prohibidos hay
otra lista que conforma la
nueva docena sucia. ¿Cómo se maneja esta lista?
-El Centro Humboldt integra la Comisión
Nacional de Plaguicidas, en esta instancia propusimos un
proceso de reevaluación de todos estos
agrotóxicos. El
dictamen fue que estos químicos tenían que ser prohibidos
porque a nivel internacional se maneja que los
agrotóxicos
de “etiqueta roja”, es decir extremadamente peligrosos,
tienen que salir del mercado. Ese dictamen chocó con la
actitud de los gobiernos anteriores y el
MAGFOR
tuvo demasiada condescendencia con las empresas importadoras
y productoras de
agrotóxicos, en aras de un supuesto
crecimiento económico del país. En
Nicaragua
hubo un crecimiento económico en cifras, pero no hubo
desarrollo. Nunca se puede lograr desarrollo teniendo a
miles de personas que siguen enfermándose, un sistema de
salud sobresaturado de intoxicaciones y un Ministerio de
Salud que gasta 9 millones de dólares anuales para atender a
estas personas.
La
Marcha Sin Retorno |
-En definitiva, hay
17 agrotóxicos
prohibidos pero que se están utilizando en los cultivos, y
otros 12 que deberían estar prohibidos pero está
reglamentado su uso.
-Así es. De los 17, la mayoría de ellos se
está utilizando de forma ilegal, como por ejemplo el DDT.
Se ha detectado presencia de DDT en las aguas y en el
suelo. Es un químico que se degrada muy lentamente y el
problema es que cuando se descompone los metabolitos, llegan
a ser más tóxicos que el mismo DDT.
De la nueva docena sucia el único que
prohibieron fue el Monocrotofos, y esto sólo porque
ya no se estaba importando. Para el resto de los productos el
MAGFOR emitió un decreto que regula su uso, pero de una
manera totalmente insignificante e inútil.
Para estos productos pedíamos una prohibición
progresiva y así eliminar también los que estaban
almacenados. En este sentido Nicaragua tiene grandes
problemas. Una empresa puede traer un plaguicida al país, lo
distribuye, lo vende y cuando ya no le sirve -porque por
ejemplo ya se venció o no lo logró vender- lo almacena. Lo
absurdo es que la eliminación de este producto almacenado ya
no le corresponde a la empresa sino al Estado, y es un costo
que sale de nuestros impuestos. Debería ser la empresa la
responsable de llevarse su producto y de eliminarlo, pero en
Nicaragua no existe un sistema para la eliminación de
agrotóxicos.
-¿Y entonces que ocurre con estos?
-Simplemente se quedan almacenados en sitios
no adecuados, en barriles que no prestan las condiciones y,
muchas veces, estos productos se derraman y se filtran al
sistema de agua. Es muy posible que existan lugares
desconocidos donde se han almacenado ilegalmente barriles
conteniendo productos ya prohibidos y que siguen
contaminando.
-En el caso de los ex trabajadores azucareros
afectados por Insuficiencia Renal Crónica, el Ingenio San
Antonio -propiedad
de Nicaragua Sugar Estates Limited-
siempre se ha negado a reconocer una relación directa entre
la enfermedad y las condiciones de trabajo. ¿Existen
estudios y pruebas que puedan sustentar una relación entre
estos dos elementos?
-Los empresarios y funcionarios procuran
no ver lo que está pasando, porque esto implicaría una
obligación moral de hacer algo. Para ellos es mejor no ver,
hacerse los desentendidos y no asumir responsabilidades.
Nicaragua
tiene el mejor sistema de registro de
intoxicaciones y de investigaciones entorno a los
agrotóxicos. El Centro de Investigación de Recursos
Acuáticos (CIRA)
ha hecho investigaciones exhaustivas en agua y hay
suficientes investigaciones médicas y de ambiente que
aportan todas las informaciones, que evidencian la
problemática y que pueden ayudar a reconstruir la cadena
lógica de sucesos. ¡Hay y se puede!
Las empresas tratan de
evadir sus responsabilidades asumiendo que no existen
evidencias científicas, pero estas evidencias son algo que
ya no nos preocupa.
Cañeros
y viudas en la toma del Seguro Social
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-¿Por qué?
-Porque en nuestra legislación existe lo que
se llama el Principio de Precaución, y dice que ante la
incertidumbre se tiene que priorizar la protección de la
salud de la persona y del medio ambiente. Esto está en la
Ley General de Medio Ambiente de
Nicaragua
y está también ratificado en convenios internacionales. Es
con base a ese principio que todos los convenios
internacionales en materia de
agrotóxicos
se han aprobado a
nivel internacional y se han ratificado en
Nicaragua.
Esto significa que ya no tengo que tener evidencia 100 por
ciento científica para poder decir que esto está pasando.
-Pero la situación es bien compleja…
-Es cierto, y muchas veces las empresas
alegan que ya existían
agrotóxicos
en las aguas y que a
ellas esto no les compete. ¿Cómo poder, entonces, probar que
se trata de
agrotóxicos
que ellas han utilizado? Al
mezclarse sus
agrotóxicos
con los que ya estaban presentes en las
aguas, se origina un nuevo químico que también ocasiona un
impacto en la salud de las personas. Hay que tener claro que
lo que hace el agrotóxico es matar, es un
veneno.
-En Nicaragua se ha comenzado a hablar de los
biocombustibles. ¿Cuál es la posición del Centro Humboldt al
respecto?
-Creo que no hay que tomar una posición
apresurada y lo estamos analizando. La siembra para
biocombustibles genera monocultivos y ya hemos tenido
experiencias muy negativas con ese tipo de producción. Creo
que en
Nicaragua
se tendría que cultivar para el progreso del país, existe un
déficit muy grande en la alimentación de la gente, y no es
posible pensar destinar áreas que serían óptimas para el
cultivo de alimentos para producir biocombustible. Otro
problema es que son producciones que demandan una alta
cantidad de
agrotóxicos, y esto va a generar aún más
problemas. No creo que este país deba estar pensando en eso,
sino en rescatar sus variedades criollas, en fomentar y
promover la pequeña producción campesina, para que la
familia rural tenga mayores ingresos y cuente con una base
económica más sólida.
Nicaragua
tiene que adoptar una agricultura orgánica sostenible
porque, inclusive, el mismo mercado lo pide.
En Managua,
Giorgio Trucchi
© Rel-UITA
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de abril de 2007 |
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