SECCIÓN: Nicaragua IRC

 

Chichigalpa - Nicaragua

Desgarradores relatos de afectados por IRC

 

Hablan con insólita tranquilidad, pero con la evidente necesidad de querer dar a conocer sus historias al mundo. Son los ex trabajadores azucareros afectados por IRC y las viudas de Chichigalpa, quienes a pesar de todo lo que han vivido y sufrido, siguen convencidos de que su lucha es justa y que hay que organizarse para poder tener respuestas a sus demandas.

Armando

Arnoldo

Pedro

Sebastiana

 

Armando José Arévalo Mora trabajó 23 años en el Ingenio San Antonio.  Se desempeñó en trabajos de vulcanización, riego y siembra y en noviembre de 2006 ya no lo aceptaron porque la creatinina se le había subido a 5.9. “Ya en el pasado tuve problemas porque la creatinina había llegado a 3.9, pero la empresa me envió al hospital del Ingenio y me la bajaron para poderme reintegrar al trabajo. Ahora que estoy peor y que me salieron pelotas en todo el cuerpo, simplemente me dijeron que agarrara mis papeles con los resultados de los exámenes y que me fuera a pelear mi pensión al (INSS). Pedí al doctor de la empresa que hiciera algo por mi y que me ayudara, pero lo único que me contestó fue que podía operarme para sacarme estas pelotas pero tendría que pagar la operación. ¿De donde voy a sacar dinero si estoy desempleado? Entré a trabajar en el Ingenio cuando tenía 25 años y entregué los mejores años de mi vida a esta empresa. Ahora me botan como si fuese basura, siento mucha decepción y tristeza. Con el apoyo de (ANAIRC) estoy tratando de conseguir mi pensión, pero cuando presenté la demanda me enteré que tenía solamente 783 semanas cotizadas y esto a pesar de haber trabajado 23 años en el Ingenio San Antonio”.

 

Para Arnoldo Martínez Betanco la situación es aún más dramática. Juntos a centenares de otros trabajadores recorrió los 110 kilómetros que separan el pueblo de El Sauce de la ciudad de Chichigalpa para buscar trabajo en el Ingenio San Antonio. “Trabajé muchos años en este ingenio y salí afectado por IRC como muchos otros compañeros. No teníamos trabajo y por eso emigrábamos hasta Chichigalpa para integrarnos a la zafra. Nos alojábamos en viviendas que surgían en medio de los cañaverales. Habían cuartos con literas de tres camas y allí vivíamos hasta doce personas. Estábamos rodeados por la caña y cuando aplicaban los agrotóxicos con las avionetas nos caía encima el producto. Cuando comenzaba la quema de los cañaverales nos tragábamos el humo y hasta la ceniza y a diario tomábamos el agua del ingenio. Como resultado, en El Sauce hay ahora centenares de afectados por IRC. En meses anteriores fallecieron 33 compañeros en el período de 35 días y hay otros dos compañeros que están muy graves. El Ingenio San Antonio nos sacó y no nos volvió a dar trabajo. Hoy existe una gran preocupación, porque nos estamos dando cuenta que la situación está empeorando y estamos buscando la forma de encontrar una solución a todo esto. Decidimos organizarnos y actualmente hemos formado un grupo de 120 afectados y 30 viudas. Nos acercamos a ANAIRC porque hemos visto que la lucha que está desarrollando es justa y en esto momento estar organizados es la cosa más importante para buscar alguna solución a lo que nos está pasando”.

 

También para Pedro José Tercero Castillo la situación se ha vuelto difícil después de haber trabajado 30 años en el Ingenio San Antonio. “Tengo 63 años y entré al Ingenio cuando tenía 16. Comencé a trabajar en el corte de caña, pero cuando salí afectado me trasladaron a la fábrica. Cuando dejé de trabajar traté de curarme, pero con el pasar de los años me di cuenta que ya no era posible. Tengo 4,5 de creatinina y estoy muy mal. Con los otros compañeros y compañeras estamos reclamando nuestras pensiones y sobre todo, las indemnizaciones. La empresa ni siquiera quiere oír esta palabra, pero tiene que pagar porque es responsable de lo que nos ha pasado. Puede ser que esta sea la última vez que nos veamos, ya ha ocurrido muchas veces que alguien da una entrevista y cuando el periodista regresa la persona ya falleció. A pesar de la enfermedad seguimos luchando, porque esta empresa tiene que pagarnos la vida que nos quitó”.

 

Sebastiana Cristina Mayorga Orozco no ha trabajado en los cañaverales, pero su marido trabajó en el Ingenio San Antonio más de 20 años y murió en el 2002. Tiene 5 hijos y para sobrevivir está obligada a salir a buscar trabajo lavando y planchando ajeno. “Por el momento presenté toda la documentación al INSS, pero me rechazaron la demanda de pensión porque decían que mi marido no había cotizado las últimas dos zafras. Después cambiaron el motivo y dijeron que el problema era que no se sabía desde cuando a mi marido se le había detectado la IRC. Todavía estoy esperando y todo esto es muy triste y duro”. 

En Chichigalpa, Giorgio Trucchi

© Rel-UITA

23 de agosto de 2007

 

 

 

 

 

Fotos: Giorgio Trucchi 

 

 

 

 

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