Impactos sociales y ambientales del uso de agrotóxicos
Un nuevo gobierno
¿La misma vieja indiferencia?
La Alianza de Protección a la Biodiversidad*
desarrolló una actividad para dar a conocer los
graves impactos sociales y ambientales que sigue ocasionando
en el país el uso de agrotóxicos. El caso de los afectados
por Insuficiencia Renal Crónica (IRC) continúa recibiendo el
silencio oficial.
Según Denis Meléndez, del Centro de Información y
Servicios de Asesoría en Salud (CISAS), “El modelo
agroexportador que se adoptó en Nicaragua mediando el
siglo pasado, se caracterizó por las cantidades muy elevadas
de productos químicos que se utilizaban en la producción y
por no requerir mano de obra calificada. A partir de los
años 60, en el marco del desarrollo industrial de la región
centroamericana, a Nicaragua le tocó jugar el papel de
principal polo de desarrollo de la industria química
regional. Las personas comenzaban a morir sin saber por qué,
y esta dramática situación se ha venido incrementando con el
tiempo. En los últimos años, y prevalentemente en la zona
occidental de Nicaragua, donde se concentran las
producciones agroexportadoras, hemos comenzado a darnos
cuenta de los estragos que deja el uso indiscriminado de
agrotóxicos”.
Denis
Meléndes |
Una de las secuelas más relevantes de ese modelo de
producción es el caso de los ex trabajadores azucareros
afectados por Insuficiencia Renal Crónica (IRC). Según datos
proporcionados por la Asociación Nicaragüense de Afectados
por Insuficiencia Renal Crónica “Domingo Téllez” (ANAIRC),
al 8 de abril de 2007 habían fallecido 2.427 personas. En
los últimos 24 meses el número de fallecidos alcanzó la
espantosa cantidad de 1.420, con un promedio mensual de 59
personas.
“Si revisamos las cifras de incidencia de muertes por
enfermedades profesionales –continuó Meléndez– o de
muertes ocasionadas por epidemias o por el SIDA, veremos que
la IRC es una realidad que está diezmando a la población. Es
una situación que debería llamar poderosamente la atención
de las autoridades, las que tendrían que adoptar de
inmediato las medidas necesarias en el occidente del país y
en los demás territorios donde se registran afectaciones en
las personas que trabajan en las principales producciones
agrícolas”.
En
Nicaragua, como en otros países centroamericanos, el
fenómeno de la IRC tardó en ser detectado porque la gente no
sabía de qué se estaba muriendo, las organizaciones no
tenían la capacidad para percatarse de lo que estaba
ocurriendo, y también porque los médicos atendían a las
personas como si fuera una enfermedad común. Jamás
registraban en el expediente clínico o laboral la
información que pudiera establecer el vínculo entre el
trabajo y la enfermedad que estaba padeciendo el trabajador.
“En el país -recordó el representante del CISAS- están
todavía los restos de la industria química que se desarrolló
hace años, y tenemos lugares donde siguen almacenados los
productos químicos que ya están prohibidos. Todo esto es un
continuo foco de polución. Tenemos serios problemas de
contaminación de las aguas, del suelo, pero lo peor es que
la historia se está repitiendo, porque se siguen usando
agrotóxicos que en los países desarrollados ya están fuera
del mercado. El Ministerio de Agricultura (MAGFOR) ha sido
complaciente con estos productos”, indicó Meléndez.
“A esto se agrega otro peligro como es la implementación del
nuevo modelo de producción de biocombustibles -continuó-,
que está pensado en función de alimentar a los vehículos y
no para satisfacer las necesidades de las personas. Se
cultiva maíz destinado a producir etanol, mientras el precio
de la tortilla -elemento básico de la alimentación nacional-
se ha disparado en todo el país. También la palma aceitera
está compitiendo con las personas para el aprovechamiento de
las fuentes de agua subterráneas, y es un modelo de
producción que va a agudizar esta situación. En el caso de
la IRC, ni siquiera con la aprobación de la Ley 456 (Ley de
Adición de Riesgos y Enfermedades Profesionales a la Ley
185,
Código del Trabajo)
las autoridades han asumido responsablemente todas
las secuelas de esta enfermedad. La gente sigue consumiendo
agua y no sabe que está contaminada”, finalizó Meléndez.
Carmen Ríos |
Se
destacó también la intervención de Carmen Ríos,
presidenta de ANAIRC.
“En occidente está pasando la peor de las cosas: la gente
muere para producir el azúcar, el ron y, ahora, el etanol
–denunció Ríos–. La región está catalogada como una de las
de mejor producción, pero eso no debería ser una maldición.
Una gran empresa, dueña del Ingenio San Antonio, ha
llevado trabajo, pero también la muerte. No sólo la empresa
es responsable de lo que está ocurriendo, sino también los
gobiernos porque no velaron por la salud de los
trabajadores, de la población y por el medio ambiente. El
Ingenio dice que no tiene ninguna responsabilidad, el
Ministerio de Salud (MINSA) afirma que no tiene nada que ver
con nosotros, porque es responsabilidad del Seguro Social
(INSS), y esta institución nos dice que tiene sólo pocos
medicamentos y se rehusa a darnos las pensiones por riesgo
laboral. ¿Quién va a responder por todo lo que ha pasado?”,
preguntó a la audiencia la presidenta de ANAIRC.
“Tenemos el derecho de pedir una indemnización para cada uno
de los afectados y por los que ya han fallecido. Tenemos una
ley que nos respalda y aunque nos enfrentamos a una gran
empresa, sabemos que podemos vencer esta lucha. Esta es la
dura vida de los ex trabajadores de la caña, la tristeza
amarga de las viudas y de todos aquellos que dieron sus
vidas en esta empresa y que ahora no tienen ni para comprar
sus medicamentos”, concluyó.
Terminando la actividad, la Alianza de Protección a la
Biodiversidad y ANAIRC presentaron ante los
medios de comunicación las demandas dirigidas a diversas
instituciones y autoridades:
-
Las
autoridades de salud, laborales y sociales deben atender con
carácter de emergencia esta situación.
-
El
pasado 13 de marzo ANAIRC envió una carta al
presidente ejecutivo del INSS y todavía no ha tenido
respuesta. Se debe continuar con la labor, con carácter de
urgencia, de las autoridades de seguridad social para la
atención de los casos de las pensiones de las personas
afectadas por IRC e identificar respuestas a los casos que,
por deficiencias del sistema de seguridad social, no se les
ha otorgado las pensiones correspondientes.
-
La
empresa o empresas implicadas en estos casos de IRC deben
responder por los daños causados a trabajadores,
trabajadoras, ex trabajadores y trabajadoras y a las
familias de éstos, por las condiciones de vida y por
exposición a daños en su salud. Urge la instalación formal
de las negociaciones, con la facilitación de autoridades
nacionales, para que la empresa o empresas asuman la
responsabilidad pertinente.
-
Las
autoridades laborales deben adoptar medidas para la tutela
correcta de la legislación vigente en la materia.
-
El
gobierno debe aprobar la norma técnica para la quema de
caña. Ésta debe incorporar las recomendaciones de las
personas que fueron expuestas a condiciones laborales
inadecuadas y que se han visto afectadas en su salud.
-
Se
deben reactivar los mecanismos que establece el marco
regulatorio para la atención inmediata de la situación que
se deriva del uso intenso e indiscriminado de los
agrotóxicos sintéticos, y se estimulen prácticas de
producción que se correspondan con un ambiente sano.
En Managua,
Giorgio Trucchi
© Rel-UITA
13
de abril de 2007 |
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* Centro Nicaragüense
de Derechos Humanos (Cenidh), Centro Humboldt, Centro de
Información y Servicios de Asesoría en Salud (CISAS),
Federación Nacional de Cooperativas Agropecuarias y
Agroindustriales (FENACOOP), Liga de Defensa del Consumidor
de Nicaragua (LIDECONIC), Programa de Campesino a
Campesino (UNAG), Servicio de Información Mesoamericano sobre
Agricultura Sostenible (SIMAS), Unión Nacional de
Productores Asociados (UNAPA), Unión Internacional de
Trabajadores de la Alimentación (UITA)
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