Se los 
                    emplea habitualmente en la agricultura convencional con el 
                    argumento de que permiten un incremento de la producción de 
                    los cultivos, y constituyeron una de las bases de la 
                    “Revolución Verde”, que, de acuerdo a numerosos trabajadores 
                    rurales, agricultores, técnicos e investigadores, ha 
                    culminado en un rotundo fracaso. A pesar de que los 
                    empleadores, la industria comercia-lizadora de agrotóxicos y 
                    algunos técnicos afirmen lo contrario, en la práctica 
                    siempre existe un efecto negativo relacionado con el uso o 
                    la exposición a los agrotóxicos.
                    
                     
                    
                    En la 
                    ciudad uruguaya de Bella Unión se desarrollan actividades 
                    agrícolas y ganaderas, destacándose fundamentalmente los 
                    cultivos de caña de azúcar, arroz y hortalizas bajo 
                    protección (invernaderos).
                    
                     
                    
                    Los 
                    habitantes de esa ciudad y de localidades cercanas (Cainsa, 
                    Pueblo Cuareim, Portón de Fierro) son año a año afectados 
                    por fumigaciones aéreas y terrestres que se realizan en 
                    diferentes cultivos. Organizaciones sociales y ciudadanos en 
                    general vienen reclamando hace años que se alerte a la 
                    población del lugar acerca de los riesgos que genera la 
                    aplicación de agrotóxicos.
                    
                     
                    
                    Fue en esa 
                    perspectiva, y con el objetivo de probar el daño que en la 
                    salud humana provoca la utilización de agrotóxicos, que en 
                    2003 dio comienzo el proyecto “Efectos del empleo de 
                    agroquímicos en Bella Unión”, llevado a cabo por un equipo 
                    multidisciplinario de médicos, toxicólogos, neumopediatras, 
                    genetistas y psicólogos sociales, apoyados por Rel-UITA, 
                    Redes Amigos de la Tierra, la Red de Acción contra los 
                    Plaguicidas-América Latina y el Programa Uruguay 
                    Sustentable. 
                    
                     
                    
                    Para 
                    abordar un trabajo integral, desde la investigación hacia la 
                    promoción de salud, se entendió de vital importancia 
                    habilitar un espacio de diálogo con las comunidades de la 
                    zona, estableciendo canales de comunicación que permitieran 
                    poner el problema en palabras, priorizando las vivencias 
                    cotidianas de la población. 
                    
                     
                    
                    A esos 
                    efectos se reconstruyeron todos los datos sobre patologías 
                    agudas y crónicas, malformaciones y muertes que mantiene en 
                    secreto la comunidad de Bella Unión. También se comenzó a 
                    institucionalizar un banco de datos sobre los agrotóxicos 
                    utilizados con mayor frecuencia (2,4 D, carbofurán, 
                    glifosato, clorpirifos, cipermetrina y endosulfán), algunos 
                    de los cuales se encuentran entre los señalados en un 
                    reciente estudio1 
                    según el cual en Uruguay se comercializan 43 plaguicidas 
                    prohibidos, retirados, severamente restringidos o no 
                    aprobados por diferentes gobiernos. 
                    
                     
                    
                    La segunda 
                    parte de la investigación se desarrolló a partir de exámenes 
                    físicos en niños y adultos, estudios de laboratorio, 
                    funcionales respiratorios, medición de la actividad de las 
                    colinesterasas, biomarcadores de genotoxicidad.
                    
                     
                    
                    Un resumen 
                    de los resultados reveló que en la población estudiada 
                    existe una tendencia a valores más elevados de índice de 
                    daños por agrotóxicos en la población infantil. Asimismo, 
                    los niños y mujeres expuestos en forma indirecta –a través 
                    de la cosecha, el lavado de materiales contaminados y las 
                    viviendas– presentan un mayor índice de daño que los 
                    trabajadores rurales y agricultores directamente expuestos a 
                    los agrotóxicos. 
                    
                     
                    
                    A partir de 
                    estos datos preliminares se concluyó que no se debe seguir 
                    mirando hacia el costado. Un tema tan importante como la 
                    salud de los trabajadores rurales y los ciudadanos todos, 
                    así como la protección de recursos naturales como el agua, 
                    el suelo, del ambiente en general debe tratarse con seriedad 
                    y responsabilidad. 
                    
                     
                    
                    Ése debería 
                    ser el inicio de un proceso que se instale en diferentes 
                    niveles. La población, las organizaciones sociales deberán 
                    tomar la problemática y hacerla suya, apropiarse del tema y 
                    comenzar a tomar medidas colectivas para cuidarse a sí misma 
                    y cuidar a los otros. Los organismos que tienen competencia 
                    deberán ser receptores del problema y comenzar, o seguir 
                    (hay honrosas excepciones) trabajando junto a las 
                    organizaciones sociales y a las poblaciones afectadas en el 
                    diseño de programas de investigación que permitan plantear 
                    propuestas para, en principio, minimizar los efectos 
                    negativos de estos productos.
                    
                     
                    
                    Por otro 
                    lado no debemos olvidar que la agricultura es una fuente de 
                    alimentos que no sólo opera en la producción sino también en 
                    su distribución, cuantitativa y cualitativamente. Un aspecto 
                    relevante a recordar es que un porcentaje importante de las 
                    personas que están en situación de pobreza extrema y de 
                    inseguridad alimentaria viven en zonas rurales, por lo que 
                    la agricultura tiene la potencialidad de aportar, generando 
                    localmente, alimentos suficientes y seguros. 
                    
                     
                    
                    La 
                    agricultura es también fuente de empleo productivo, cuyas 
                    condiciones de trabajo (seguridad, bienestar) estarán en 
                    función de las prácticas que se instrumenten. La agricultura 
                    brinda la oportunidad de introducir nuevas formas de 
                    relación con la naturaleza, apostando a mejorar los 
                    aprovechamientos y articular las prácticas agrícolas a la 
                    dinámica de los ecosistemas, cuidando así la salud del 
                    trabajador, del consumidor y del mismo ecosistema y la 
                    comunidad en él asentada.
                    
                     
                    
                    Pero para 
                    eso se tiene que ver que la clave del cambio, no solamente 
                    en la agricultura, debe partir de un enfoque nuevo de la 
                    protección del medio ambiente. 
                    
                     
                    
                    Los 
                    compromisos internacionales que nos preocupan a todos, como 
                    son los de la biodiversidad, los protocolos del cambio 
                    climático, el de Montreal para eliminar, entre otros, el uso 
                    del bromuro de metilo, el de Estocolmo, para eliminar el uso 
                    del mirex y el DDT, y el Convenio 184 de la Organización 
                    Internacional del Trabajo sobre Salud y Seguridad en la 
                    Agricultura, deben estar armonizados.
                    
                     
                    
                    Además, 
                    debemos desmitificar la ciencia para lograr programas de 
                    investigación participativa donde el papel del conocimiento, 
                    del saber campesino, es fundamental, como puede serlo el 
                    conocimiento científico introduciendo conceptos de 
                    producción basados en la teoría ecológica.
                    
                     
                    
                    Una teoría, 
                    por cierto, muy distante, como señala el investigador 
                    español Antonio Bello2, 
                    de “los sistemas agrarios que se basan en el concepto 
                    darvinista de que se salve el que más puede, donde se 
                    utilizan términos de guerra al hablar de control, de 
                    estrategias, de enemigo. Esos son términos que tenemos que 
                    suprimir. Necesitamos sistemas de producción que estén 
                    basados en recursos locales que permitan la autonomía del 
                    agricultor”.
                    
                     
                    
                    La única 
                    asignatura pendiente sería exclusivamente de valores éticos 
                    y compromisos sociales, que resumiríamos así: queremos una 
                    agricultura ecológica de calidad para todos. Para eso, los 
                    ciudadanos deben aprender que los problemas del campo no son 
                    solamente de unos cuantos, los agricultores, sino de todos 
                    los ciudadanos.
                    
                    
                     
                    
                    Leonardo de León
                    
                    © Rel-UITA
                    
                    10 de junio de 2005
                    
                    
                     
                    
                    (1) 
                    Elola S, Agrotóxicos "remedios peligrosos". Análisis de la 
                    situación de los plaguicidas más tóxicos en Uruguay. Ed.: 
                    RAP-AL y CEUTA, 2004.
                    
                    (2)
                    Profesor de Investigación del 
                    Centro de Ciencias Medioambientales del Consejo Superior de 
                    Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid, España.