En 2008,
Brasil superó a Estados Unidos en la utilización de
agrotóxicos. Mientras para la ANDEF * significa
un “empleo intensivo de tecnología”, para Japón es un
peligro y para sus industriales un negocio.
Brasil
se convirtió el pasado año en el mayor consumidor mundial de
agrotóxicos con 733,9 millones de toneladas. De esta forma
superó a Estados Unidos que ese año utilizó 646
millones de toneladas. Para tener una idea del dinero que la
venta de venenos agrícolas mueve, digamos que durante 2007,
solamente en Brasil, las ventas llegaron a 5.372 millones de
dólares, trepando en 2008 a 7.125 millones de dólares. Del
total de ventas, los herbicidas representan alrededor del 45
por ciento, los insecticidas 29 y los fungicidas 21 por
ciento.
En Brasil, el cultivo que mayor cantidad de
agrotóxicos utiliza, es la soja. Como en su casi totalidad
se trata de variedades transgénicas, el dato desenmascara la
mentirosa propaganda de las transnacionales de las semillas
(Monsanto, Dupont, Bayer, Syngenta,
entre otras) afirmando que los transgénicos permiten
utilizar menor cantidad de agrotóxicos.
Por otro lado,
en 1994 se consumieron en el país cerca de 800 toneladas de
herbicidas, cifra que trepó a 1.400 toneladas en 1998,
coincidiendo con la introducción de la soja transgénica.
Con estas escalofriantes cantidades de veneno utilizados en
la agricultura, no es de extrañar que rastros de los mismos
perduren en frutas y legumbres. De acuerdo a los últimos
datos proporcionados por la Agencia Nacional de Vigilancia
Sanitaria (Anvisa) más del 15 por ciento de los
alimentos consumidos en el país contienen un exceso de
residuos de agrotóxicos.
El 64 por
ciento de las muestras de morrón (pimiento) analizadas
presentaron irregularidades, seguidas por las de fresa, uva
y zanahoria, con 30 por ciento de muestras irregulares cada
una.
Todos los alimentos analizados presentaban índices de
agrotóxicos por encima del límite permitido o residuos de
productos no autorizados.
En el caso de
los morrones, de los 22 agrotóxicos detectados en su cultivo
18 no son autorizados, irregularidad que también se constató
en las 365 muestras de fresas analizadas.
Cumpliendo con su cometido de ocultar las negativas
consecuencias de los agrotóxicos para la salud, el suelo, el
agua y el ambiente, los escribas al servicio de la ANDEF
califican la masiva utilización de agrotóxicos como un
“empleo intensivo de tecnología”, augurando que el
mercado brasileño cuenta con potencial para “un avance
más consistente en el futuro”. Veamos con el siguiente
ejemplo una de las contradicciones que dicho avance
presenta.
El Departamento de Seguridad Alimentaria de Japón
acaba de emitir un alerta sobre el café proveniente de
Brasil al detectar la presencia de residuos del
fungicida Pyraclostrobin, en una cantidad que duplica
el máximo admitido por las autoridades de aquel país. Desde
2003, por haberse encontrado residuos por encima de lo
permitido de Diclorvos -insecticida utilizado
especialmente en
áreas de almacenaje y graneros- las autoridades japonesas
inspeccionaban cada contenedor de café verde de procedencia
brasileña, lo que causaba pérdidas a los exportadores
cercanas al millón de dólares anuales, debido a un atraso de
25 días como promedio en la liberación de la carga. Esta
medida fue flexibilizada a fines del año 2005 debido a que
en los años transcurridos no se verificaron nuevas
irregularidades. Ahora, con la nueva alerta, el gobierno
japonés podría incluso disponer la prohibición a la entrada
de café brasileño, medida que ya habría sido adoptada con el
café de Etiopía.
Las normas japonesas son muy claras:
1) En
situación de normalidad, los contenedores son inspeccionados
ocasionalmente para muestreo;
2) detectada la existencia de
contaminación se declara la alerta y todos los contenedores
son inspeccionados;
3)
ocurriendo dos reincidencias del mismo tipo de
contaminación, el producto (y su país de origen) queda
impedido de ser importado por tiempo indeterminado.
Pero una cosa son los criterios e intereses de las
autoridades japonesas y otros muy distintos los de los
industriales nipones. Desde hace 44 años se encuentra
instalada en Brasil (concretamente en Sorocaba,
interior de São Paulo) la empresa de capitales
japoneses IHARA que se dedica a la
elaboración de agrotóxicos y se identifica con el eslogan:
“Agricultura es nuestra vida”. Entre otros, también
elabora productos específicos para el café como fungicidas,
insecticidas, herbicidas y fertilizantes, cuyos residuos
luego son procurados afanosamente por las autoridades
japonesas. Por ello nos atrevemos a sugerirle a IHARA
que su eslogan pase a ser: “Agricultura es
nuestra vida…económica”.
Desde 1975 también está presente en Brasil la
transnacional japonesa Sumitomo Chemical Company, que
entre otros productos produce un fungicida (Bromuconazole)
muy utilizado para combatir la Roya del Café.
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