En diciembre de 2002, el Departamento de Agricultura
de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) publicó
una primera aproximación a la nanotecnología en su área.
Según la nueva visión nanotecnológica, la agricultura será
más automatizada e industrializada, y se reducirá a
funciones fragmentadas, eliminando aún más personas del
trabajo agrícola. Siguiendo la tendencia que se potenció con
la ingeniería genética, de control corporativo desde la
semilla hasta el producto en el supermercado, la agricultura
nanotecnológica controlaría incluso los átomos que componen
esos productos.
Todas las corporaciones que dominan el negocio mundial
de los transgénicos están invirtiendo en nanotecnología.
Monsanto tiene un acuerdo con la empresa nanotecnológica
Flamel para desarrollar su herbicida Roundup (glifosato,
conocido en México como Faena) en una nueva formulación en
nanocápsulas. El principal objetivo de este acuerdo es
lograr una extensión de su patente por otros 20 años.
Pharmacia (ahora parte de Pfizer), tiene patentes
para fabricar nanocápsulas de liberación lenta usadas en
"agentes biológicos como fármacos, insecticidas, fungicidas,
plaguicidas, herbicidas y fertilizantes". Syngenta
patentó la tecnología Zeon, microcápsulas de 250 nanómetros
que liberan los plaguicidas que contienen al contacto con
las hojas. Ya están a la venta con el insecticida Karate,
para uso en arroz, pimientos, tomates y maíz. Syngenta
también tiene una patente sobre una nanocápsula que libera
su contenido al contacto con el estómago de ciertos insectos
(lepidóptera).
Según Syngenta, estas nanocápsulas harían más seguro
el manejo de plaguicidas peligrosos. Justifican así el mayor
uso de agrotóxicos y la reintroducción de plaguicidas de
alta peligrosidad. Pero además, como las nanopartículas son
tan pequeñas, pueden atravesar el sistema inmunológico,
moverse a través de la piel, los pulmones y otros órganos.
Nadie conoce lo que sucederá con estas partículas
artificiales en su interacción con los humanos, pero tampoco
con el ambiente, insectos benéficos, fauna y flora
silvestre. ¿Qué pasará con las nanocápsulas que no
"exploten", al ser luego ingeridas por animales o humanos?
El USDA también planea la utilización de ejércitos de
nanosensores que se liberan en los campos de cultivo para
medir los niveles de agua, nitrógeno, posibles plagas, polen
y agroquímicos, emitiendo señales que son captadas por
computadoras remotas. Estiman entre cinco y 15 años para
completar el proyecto, que también prevé que, mediante
nanocápsulas, se puedan administrar agroquímicos según la
información recibida en la computadora. Por cierto, esta es
una aplicación diseñada originalmente para la industria
bélica (Smart Dust), para monitorear las condiciones de los
campos de batalla, presencia enemiga, armamento, etcétera.
Los gigantes de la industria alimentaria Kraft,
Nestlé y Unilever están usando nanotecnología
para cambiar la estructura de los alimentos. Kraft
está desarrollando bebidas "interactivas" que cambian de
color y sabor, por ejemplo un líquido con átomos suspendidos
que se convierte en la bebida requerida (café, jugo de
naranja, whisky, leche u otras) al someterlo a ciertas
frecuencias de onda. Nestlé y Unilever
desarrollan emulsiones en nanopartículas para cambiar la
textura de helados y otros alimentos.
Uno de los trasfondos de todas estas aplicaciones en
nuestros cultivos y alimentos es la incertidumbre, aún mayor
que la que existe con la ingeniería genética, sobre los
impactos que tendrá la liberación de nanopartículas
artificiales en el ambiente y la salud. Dónde se
depositarán, con qué se combinarán, qué reacciones químicas
pueden detonar con otros elementos, en los organismos y el
ambiente. Un estudio presentado en 2004 en la Sociedad
Americana de Química mostró que la presencia de nanoesferas
de carbono disueltas en agua causaron daños severos al
cerebro de los peces en sólo 48 horas.
Es evidente que el marco de la creciente concentración
corporativa y la ciencia desarrollada en este contexto –aún
en instituciones públicas, en general financiada y orientada
por la industria trasnacional– no incluye preocuparse por
qué impactos pueden tener sus invenciones para la gente
común, los campesinos, consumidores o el medio. Por los
vastos impactos potenciales que implica, el desarrollo de la
nanotecnología debe ser objeto de una moratoria global
inmediata. Más que nunca, necesitamos un amplio escrutinio y
un verdadero control social de la ciencia. Pero, sobre todo,
recuperar el control social de nuestras condiciones de vida,
por ejemplo, sobre algo tan básico para todos como la
producción de alimentos.
Silvia Ribeiro *
16 de agosto de 2004
* Investigadora del Grupo ETC.