Andamos cual topos bajo la tierra, ciegos sin saber qué se
vierte sobre nosotros. Y como los sombrereros artesanales
que inspiraron a
Lewis Carroll,
aturdidos por la intoxicación crónica de mercurio que
inhalaban en su trajín, muchas personas del Planeta somos
víctimas de contaminaciones invisibles.
Merçe me informó que, por fin, una sala comercial de
Barcelona, proyectaba el documental francés,
"Nuestros
hijos (e hijas) nos acusarán".
En los primeros fotogramas el
Dr. John Peterson Myers
pregunta a los participantes de la sala de la
UNESCO que les acoge, ¿quiénes de ustedes tienen
familiares o amistades cercanas con cáncer, o qué hayan
tenido cáncer? ¿Y diabetes? ¿E infertilidad? Finalmente les
pide a aquellos que han levantado la mano alguna vez, que la
vuelvan a levantar. El conjunto, cerca de la totalidad, es
una muestra de la proporción actual de personas que en
nuestro planeta sufren enfermedades que la ciencia cree
vinculadas a factores medioambientales.
En Europa, según el
documental, el 40 por ciento de los casos de cáncer tienen
su origen en los tóxicos que ingerimos vía nuestra
alimentación. En Francia, el número de hombres con cáncer se
incrementó en más de un 90 por ciento en los últimos 25
años.
La OMS en 1995 presentó un estudio donde estimaban -reconociendo
que podían ser muchos más- que
cada año 3 millones de
personas (mayoritariamente agricultores, agricultoras y sus
familias) resultan envenenadas por pesticidas agrícolas.
Pero la agricultura industrial con su paquete agrotóxico va
infectando más terreno.
Seguramente por eso Myers
dice que la actual generación de niñas y niños será la
primera de la historia moderna que tendrá peor salud que la
de sus progenitores.
Hay evidencias, no esperemos más pruebas. La política, y sus
intereses dicen: “Sigan la corriente. Sigan al Conejo
Blanco”. Engañan con su Mundo de las Maravillas. Fingen que
todo está perfecto.
Merçe no puede acompañarme al cine, imposible. Sufre
Sensibilidad Química
Múltiple. Como
miles de otras personas que después de una exposición aguda
o crónica a plaguicidas, disolventes, barnices u otros
productos químicos, pierden su protección frente a cualquier
nueva agresión tóxica. No es un sueño del que pueden, ¡oh
Alicia!, despertar.
La FAO en 2007 corroboró lo ya sabido:
que el mundo puede
alimentarse sin agricultura química. Entonces cuidemos la
tierra y sanaremos a la humanidad.
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