Paraguay
Agrotóxicos,
así en la ciudad como
en el campo
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Vecinos de la zona ribereña de San Vicente, en Asunción,
afrontan afecciones reincidentes desde que sufrieron el
impacto de la quema de agrotóxicos. A pesar del siniestro, las
autoridades paraguayas mantienen el depósito de pesticidas en
un sector densamente poblado y minimizan el impacto que la
dispersión del veneno causó en los humildes pobladores del
barrio aledaño al almacén quemado.
Los
humildes vecinos del barrio San Vicente, localizado en la ribera del Río
Paraguay en Asunción, arrastran graves consecuencias sanitarias a causa
del terrible siniestro que dos meses atrás devoró un gran depósito de
agrotóxicos perteneciente a la Oficina Fiscalizadora de Algodón y Tabaco (OFAT),
cuyo local se encuentra afincado en una zona alta del vencindario, sobre
una muy concurrida avenida.
Los
pobladores de San Vicente están convencidos de que no se trata de una mera
coincidencia que desde la dispersión de los pesticidas en el ambiente, la
gran mayoría de ellos sufra de reiterados trastornos físicos tales como
cefaleas, nauseas, vómitos y diarreas, por citar los más leves, o la
aparición constante de excoriaciones en la piel y conjuntivitis en niños y
adultos.
“Para
nosotros, nuestro barrio sigue muy contaminado por el veneno y eso nos
está afectando terriblemente a todos”, afirmó convencida una vecina
mientras atravesábamos la canchita que servía de lugar de encuentro a
niños y adultos, que también sufrió el impacto de la contaminación por
estar ubicada en la zona baja del vecindario, exactamente detrás de los
depósitos de la OFAT. A causa del desfasaje que existe en el terreno, el
agua que sirvió para apagar el incendio también fue infectada y quedó
depositada en algunos rincones de la cancha de fútbol, lo que obligó a los
obreros municipales a tratar de contrarrestar su efecto tóxico con arena
lavada y cal.
Ahora, ya
no se reúnen en el lugar por temor a los efectos contaminantes del líquido
enterrado a sólo unos metros de las precarias casas del vecindario.
Las
autoridades sanitarias buscan respaldarse en un informe dado a conocer por
la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que minimiza el nivel de
toxicidad en el aire para tratar de convencer a la opinión pública de que
los residuos fosforados quemados “no mataron ni a una cucaracha”.
Este
argumento no convence para nada a los pobladores de San Vicente, quienes
presienten que el bienestar sanitario de todos ellos corre un grave
riesgo. El mayor temor que los atormenta radica en las posteriores
secuelas negativas que les podría acarrear el daño ambiental a mediano y
largo plazo.
La
comisión barrial conformada en San Vicente, luego del incendio, está
activando con fuerza para iniciar una acción legal en contra del Gobierno
Nacional, con la finalidad de lograr el pago de una indemnización por los
efectos sanitarios adversos que ya están sufriendo los vecinos. Además,
quieren que todos los afectados cuenten con un seguro médico, que les
permita tratarse de las afecciones causadas por la intoxicación.
Como
última medida, recurrirán a laboratorios privados, con el objeto de que
especialistas independientes midan el nivel de contaminación del barrio y
determinen los riesgos a que fueron expuestos sus habitantes con la fuga
de los agrotóxicos. En caso que estos niveles sean altos y los
especialistas recomienden la mudanza en masa de la población a otra zona
de Asunción, solicitarán al gobierno la concesión de un terreno seguro en
el cual puedan vivir dignamente.
Desean
conocer las causas de sus males
Una
pobladora de San Vicente, Florentina Gómez madre de un niño afectado por
la intoxicación llamado Gerardo Manuel, comentó que su pequeño de apenas 5
años sufre desde hace varios días de excoriaciones en la piel alrededor
del ojo derecho. La mujer señaló que todo empezó como una especie de
“ronchita”, pero luego de comprobar que el mal se extendía a gran parte de
la mejilla y que el pequeño presentaba la cara hinchada, tomó conciencia
de que no se trataba de una simple alergia y decidió llevarlo al centro de
salud del barrio. El médico que atendió al niño en el dispensario le
indicó a Florentina que debía consultar con un especialista dermatólogo,
si quería conocer las causas que originaron la afección que afecta a su
hijo.
A pesar de
que el galeno evitó arriesgarse en confirmarle que Gerardo estaba enfermo
a causa de una intoxicación con los residuos de pesticidas existentes en
el ambiente, la mujer está convencida de que el problema del pequeño está
relacionado con el incendio del depósito. Dijo que varios niños y adultos
que también viven en San Vicente sufren problemas similares en la piel a
los de su hijo. “Creo que todo es causa del veneno, porque jamás
afrontamos algo semejante. Los médicos del centro de salud no quieren
afirmar que nuestros males estén relacionados con la contaminación. Pero a
mi me gustaría saber las reales causas de estas enfermedades, porque no
creo que todo se trate de una simple coincidencia”.
Florentina
señaló que no contaba con recursos para llevar a su hijo a un especialista
de la piel y se quejó de la escasa atención que prestan las autoridades
sanitarias en el lugar, pues sólo se limitan a brindar atención médica,
pero no distribuyen los medicamentos adecuados para el tratamiento
primario de las afecciones.
“Los médicos
se rieron de mi”
Ninfa
Reyes, otra habitante de San Vicente, soportó días después del incendio,
una intensa disentería sangrante con malestares estomacales y vómitos, que
la obligaron a trasladarse de urgencia al Hospital de Emergencias Médicas,
un nosocomio estatal.
La joven,
madre de dos pequeños hijos, observó indignada que los médicos se reían y
la miraban incrédulos cuando les afirmó que estaba segura que sus síntomas
eran causados por la contaminación a la que está expuesta el barrio.
Dijo que
después de soportar las burlas de los profesionales sanitarios logró
convencerlos de que la rehidrataran con suero y la dejaran internada por
unas horas hasta que se sintiera mejor como para volver a su humilde
vivienda.
Después
que Ninfa se recuperó, su hija mayor Laura, de 6 años, empezó a presentar
pequeñas excoriaciones en la piel, que la madre se encargó de tratar con
remedios caseros y pomadas dérmicas, porque la falta de recursos
económicos, en ocasiones, les impide recurrir a un centro asistencial.
Comentó además que después del siniestro tanto ella como su marido y sus
hijos, el más pequeño de apenas 4 meses, sufren casi a diario de dolores
musculares, cefaleas y malestares estomacales.
Ninfa
comentó también que persiste con bastante intensidad el pestilente olor de
los agrotóxicos en el ambiente, porque lo sienten cada mañana al
levantarse, o cuando el viento es favorable.
“Nuestro
sufrimiento es a causa del veneno”
Tarsiano
Avalos se mostró muy preocupado por que su pequeño hijo de apenas 4 años
ya sufrió diversas afecciones desde que el barrio se contaminó con los
agrotóxicos. En menos de un mes, el niño ya estuvo afectado en dos
ocasiones por una especie de conjuntivitis que le impide ver bien de un
ojo por la hinchazón y la constante picazón. Además afrontó dolores
estomacales y diarrea.
“Lastimosamente, las autoridades y los médicos no creen que empezamos a
sentir con más fuerza los problemas de salud luego del incendio y de la
diseminación del veneno en el ambiente. Pero nosotros decimos que no vamos
a dejar que esto pase en vano, porque muchas personas están sufriendo las
consecuencias”.
Refutó las
afirmaciones de las autoridades sanitarias, quienes aseguraron a los
medios de prensa que no existe contaminación alguna que afecte a San
Vicente, por lo que aseguran que el siniestro no ocasionará mayores
consecuencias en las familias.
“Nosotros
estamos inquietos porque (las autoridades) tienen que decir la verdad. Lo
más necesario para nosotros no es sólo la atención médica, también
precisamos de un seguro sanitario por un espacio de 10 a 15 años para
poder tratarnos bien y evitar secuelas graves en nuestra salud a largo
plazo”.
“Comenzamos
a sentirnos mal ya durante el incendio”
Wilma
González relató que no tuvo que pasar mucho tiempo para que sientan los
efectos nocivos de los agrotóxicos incinerados, porque esa misma madrugada
muchos vecinos empezaron a presentar síntomas tales como vómitos,
cefaleas, diarreas y mareos.
“Estoy
segura que los problemas de salud que tenemos ahora todos en San Vicente
es a causa de la contaminación, porque esa misma madrugada del incendio,
empecé a sentirme mal. Esa mañana fui al Centro de Salud; les dije que
tenía mucho dolor de estómago y mareos, y ellos le restaron importancia a
mis síntomas. Sólo me dieron dos aspirinas y me mandaron de vuelta a mi
casa. Unas horas después volví a sentirme mal”.
La mujer
tampoco cree en las casualidades y afirmó sin temor a equivocarse que
todos los problemas sanitarios que soportan se originaron luego del
incendio del depósito de la OFAT. Ella también espera algún tipo de
reacción de parte de las autoridades, para que por lo menos le
proporcionen medicamentos gratuitos para tratarse de sus afecciones.
Vecinos
exigirán una indemnización
José Moral
es dirigente de la comisión barrial que se conformó en San Vicente luego
de la catástrofe ambiental, con el objeto de solicitar un resarcimiento
económico a las autoridades gubernamentales por los daños que el veneno
aspirado cotidianamente produjo en la salud de todos.
Relató que
desde el día del incendio es evidente para todos, menos para las
responsables del Ministerio de Salud y del Gobierno, que aumentaron las
afecciones físicas entre los pobladores. “Antes no teníamos la lucha de
enfrentar constantes enfermedades como ahora”.
Moral
señaló que recurrirán a especialistas privados para medir el nivel de
contaminación en el barrio e identificar las consecuencias que ésta podría
acarrear para la salud de los habitantes de San Vicente a corto, mediano y
largo plazo.
Luego del
siniestro y una vez comprobada la inexistencia de los 25 mil kilos de
órganos fosforados en el depósito, como se pensó al principio, las
autoridades restaron total importancia a lo acontecido, pero cuando éstas
comprobaron que el vecindario se había organizado en una comisión para
reclamarles un resarcimiento, los afectados están recibiendo algo más de
la atención oficial.
“Si
mediante los estudios laboratoriales comprobamos que existirán
consecuencias en los vecinos de aquí a cinco años, nosotros pediremos al
Gobierno que se comprometa a otorgar una indemnización y un seguro médico
a todos. Y en caso que, además, sea necesario que salgamos del barrio,
pediremos que nos ubiquen en un lugar seguro, mejor que este, porque
nosotros nos somos los culpables de esta tragedia”.
El
dirigente señaló que pretenden ser propietarios directos de los terrenos
que habitarán en caso de que se vean obligados a mudarse de San Vicente,
porque no aceptarán volver a vivir en campamentos improvisados, en medio
de un parque, como pretendieron las autoridades, luego del incendio.
Rosalía
Ciciolli
Asunción
©
Rel-UITA
3 de
setiembre de 2003
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