La condición, la salud y la vida de la población trabajadora
y más pobre en cualquier punto del planeta donde se
encuentre no es asunto prioritario ni para las elites
políticas ni para quienes más se benefician del esfuerzo de
estos grupos humanos: la gran burguesía industrial.
Uno de los efectos más horribles que las industrias agrícolas
generan entre las mujeres y niños que viven y trabajan en
los campos fumigados es el predominio de malformaciones
congénitas.
Investigadores del departamento de investigación en salud de
la delegación del IMSS en Nayarit, encabezados por el doctor
Medina Carrillo, encontraron relación causal entre la
exposición a plaguicidas y las malformaciones congénitas,
particularmente entre mujeres que se exponen a productos
agrotóxicos durante el primer trimestre del embarazo. En una
muestra de 279 casos al norte de ese estado, 93 de los niños
y niñas mostraron 26 diferentes malformaciones congénitas:
23.65 por ciento en los genitales, 21.50 con malformaciones
ortopédicas (luxación congénita de cadera y cadera
inestable), en 19 casos las malformaciones se presentaron en
el eje neural (espina bífida, hidrocefalia, anencefalia), 18
en las extremidades y 14 en la boca y el paladar. De acuerdo
con los resultados del estudio, el riesgo de estas
malformaciones entre las madres expuestas a productos
agroquímicos es tres veces mayor que el encontrado en la
población no expuesta; se incluye a quienes acuden a campos
fumigados, a quienes viven cerca de estos campos, a quienes
conviven con pareja que trabaja con agroquímicos y a quienes
lavan ropa contaminada.
Esta situación no cambia en otras latitudes. Ahora que viviré
un año en territorio perteneciente a la primera potencia
económica mundial, descubro que cuando nuestros campesinos
de México cruzan la frontera hacia Estados Unidos en busca
de mejores condiciones, enfrentan prácticamente las mismas
amenazas. En estas áreas los pesticidas también flotan en el
aire, se asientan en el agua que beben y se adhieren a la
ropa y alimentos, y toda vez que 88 por ciento de los
trabajadores agrícolas son latinos, el riesgo es altísimo.
Los hispanos que trabajan en los campos agrícolas de
California corren un riesgo entre 59 y 60 por ciento más
alto de contraer cáncer estomacal, cervical y uterino, en
comparación con otros hispanos en el estado. Científicos de
la Universidad de Washington en Seattle hicieron pruebas a
hijos de trabajadores en los condados de Douglas y Chelan,
en el estado de Washington, y descubrieron que la mitad
estaban expuestos durante la temporada de fumigación a altos
niveles de pesticidas.
A pesar de esta situación, a menudo los trabajadores no
tienen o no usan el equipo de seguridad adecuado y muchos no
reciben capacitación para su uso. Otro factor que contribuye
es la falta de agua para lavar los residuos de pesticidas.
Según una encuesta del Departamento del Trabajo de Estados
Unidos, en 16 por ciento de todos los campos no se dispone
de agua para lavarse, aumentando el tiempo que pasan en
contacto con los residuos tóxicos y el riesgo de contraer
enfermedades. Los estadounidenses están expuestos a
pesticidas a diario y algunos estudios han descubierto alto
índice de uso de pesticidas en los hogares latinos. Según un
estudio realizado entre mujeres embarazadas de Nueva York,
las latinas tenían más probabilidades que las mujeres
blancas no hispanas de informar que ellas o un miembro de su
núcleo familiar usaron pesticidas en el hogar durante el
embarazo. Los latinos que viven en viviendas públicas pueden
estar especialmente expuestos. En Nueva York, por ejemplo,
casi 190 mil latinos que viven en viviendas públicas pueden
estar expuestos a pesticidas.
Después de la industria minera, la agricultura ocupa el
segundo lugar entre las más peligrosas de Estados Unidos.
Tal vez por eso es ahí donde colocan a nuestros paisanos y,
por lo mismo, es un rubro en el que tenemos que comprometer
a los actuales políticos y candidatos. Más allá de contar
los votos potenciales de los mexicanos en el extranjero,
habría que pensar en la salud y en la vida de las mujeres,
de los niños, de nuestros trabajadores.
Gabriela Rodríguez
La Jornada
30 de setiembre de 2005