La Corte Suprema 
					de Justicia de Paraguay declaró inadmisible un recurso 
					extraordinario de casación interpuesto por la defensa de 
					Alfredo Lautenschlager y Herman Schlender, dos empresarios 
					rurales responsables del envenenamiento y muerte del niño 
					Silvino Talavera.
					
					Ahora deberán cumplir con la sentencia confirmada por el 
					Tribunal de Apelación de Encarnación, de dos años de cárcel 
					por producción de riesgos comunes y homicidio culposo, que 
					fue dictada sin suspensión de la condena.
					
					Este es el primer caso de judicialización por intoxicación y 
					muerte debida a agrotóxicos, ya que la mayoría de ellos 
					ocurren en el silencio de las comunidades campesinas 
					-acorraladas por agrotóxicos y los cultivos transgénicos.
					
					En tres años se realizaron dos juicios, y en ambos se 
					declaró culpables a los imputados. El primer juicio fue 
					anulado en 2003, y el segundo juicio fue apelado y 
					nuevamente ratificada la condena por el Tribunal de 
					Apelación de Encarnación.
					
					La defensa de los empresarios presentó una casación ante la 
					Corte Suprema de Justicia, con el propósito de dilatar la 
					ejecución de la sentencia y jugar con el plazo de extinción 
					de la causa penal, en los primeros días de diciembre de 
					2006. La sentencia de la Corte Suprema de Justicia ocurre 
					entonces a pocos días de la fecha de extinción de la causa 
					penal.
					
					Silvino Talavera Villasboa tenía 11 años cuando fue rociado 
					por agrotóxicos usados en los monocultivos de soja alrededor 
					de su casa, y falleció cinco días después, el 7 de enero de 
					2003. Los 10 hermanos y hermanas de Silvino junto con su 
					padre y madre también fueron intoxicados y enfermaron por 
					esta causa.
					
					Diversas organizaciones campesinas, de mujeres, de derechos 
					humanos, ambientalistas y activistas de varias partes del 
					mundo realizaron una campaña de vigilancia e incidencia 
					pública, articulada desde la Coordinadora Nacional de 
					Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (CONAMURI).
					
					De esta forma se logró presentar y seguir el caso en la 
					justicia paraguaya, caracterizada por su lentitud, falta de 
					transparencia y en algunos casos de corrupción directa en 
					beneficio de los sectores dominantes, algo que se agudiza en 
					las zonas rurales del país.