Paraguay

Antes Rincón’í, ahora Capiatá

Criminal derrame de agroquímicos

  

En 1998 fue Rincón’í, un apacible pueblo campesino que de la noche a la mañana se vio azotado por el peor desastre ecológico conocido en el Paraguay, causado por una compañía multinacional con la complicidad de unos inescrupulosos vecinos quienes arrojaron cerca de 600 toneladas de semillas previamente tratadas con poderosos agroquímicos a un predio baldío, causando una serie de daños ambientales y sanitarios que hasta hoy afectan a sus humildes pobladores.

 

En el 2004 fue Capiatá, cuando en una noche lluviosa de final de primavera toda la tranquilidad de sus moradores se desmoronó a consecuencia de la irresponsabilidad de los dueños de una carga de 20 mil litros de agroquímicos, 200 de los cuales se diseminaron sobre el asfalto de la ruta debido al vuelco del desvencijado vehículo que los transportaba.

 

Para refrescar la memoria es importante volver al principio de la historia que tuvo como victima a los pobladores de Capiatá. Todo comenzó en la calurosa y húmeda noche del 11 de noviembre de 2004 en el puerto de Asunción, desde donde había partido un destartalado camión a eso de las 22 horas, transportando una carga de 20 mil litros de productos funguicidas y herbicidas con diferentes formulas químicas. Cuando el vehículo se desplazaba por la zona urbana de la ciudad de Capiata, a unos 20 kilómetros de Asunción, rumbo a Ciudad del Este, el conductor perdió el control de la dirección a causa del asfalto mojado y la pesada carga que transportaba, volcando aparatosamente, y arrastrando las cajas con bidones de 5 litros hasta unos 100 metros sobre la ruta internacional.

 

En el asfalto, la tierra y las paredes de las casas adyacentes quedaron impregnados unos 200 litros de agroquímicos, según habían informado las autoridades. Se comprobó que se derramaron sustancias como Paraquat al 24%, Metadof–Metamidofós al 60%,  Dubron al 40%, Monocrotofof al 40% y Novafate–Acefato al 75%. Los bomberos voluntarios que intervinieron en esa ocasión utilizaron hipoclorito de sodio para neutralizar el efecto tóxico del líquido derramado, aunque según los expertos, esta acción sólo contribuyó a tornar mucho más nocivos estos elementos químicos.

 

La calma que tardará en volver 

 

La quietud y la calma en que transcurría la calurosa noche capiateña se vio repentinamente sobresaltada por el caos originado por el accidente y la confusión de los vecinos del lugar, que en ese momento no podían siquiera intuir la magnitud del hecho que acababa de acontecer.

 

Muchos pobladores, ignorando el peligro al que se estaban exponiéndose, mostraron la mejor de las voluntades -conducta típica del paraguayo siempre dispuesto a ayudar en la adversidad-, salieron a la ruta en medio de la madrugada a colaborar con la limpieza para despejar la ruta y tratar de neutralizar lo más rápido posible el liquido que había quedado diseminado sobre el asfalto.

 

Sin saber, se arriesgaron demasiado y muchos de ellos hasta hoy siguen pagando las consecuencias del acto solidario de esa infausta noche. Actualmente, dos años después, siguen soportando graves problemas de salud, afecciones similares a las sufridas por los pobladores de Rincón’í, que van desde erupciones cutáneos a otros casos más complejos como dolencias pulmonares, renales, estomacales, y hasta un caso de cáncer.

 

Los relatos de los afectados por el derrame en Capiatá son tristemente muy parecidos a los de los pobladores contaminados por las semillas de la muerte. También sus historias de desamparo oficial, de orfandad total de parte de las autoridades de turno de la índole que fueran, sanitarias, judiciales, ambientales, son casi clonadas a las que desde 1998 padecieron los pobladores de Rincón’í.

 

Según el seguimiento realizado por los miembros de la único comisión de vecinos que queda en pie desde el derrame de agroquímicos en Capiatá, unas 800 habitantes de esta urbe se vieron directa o indirectamente afectados por este hecho. De acuerdo a ese relevamiento de datos, unos 24 vecinos murieron luego de eso debido a afecciones relacionadas con estos químicos.

 

El caso más grave que ahora afrontan es el de una niña de apenas 9 años, que sufre cáncer de hígado, según el diagnostico entregado por los médicos tratantes a sus padres. No obstante, ninguno de ellos quiso arriesgarse a certificar que la acciones de estos químicos podrían haber acelerado la aparición del cáncer en la niña.

 

La dolorosa historia de Cinthya

 

Cinthya era hasta hace dos años atrás una niña llena de vitalidad, nacida en el seno de una humilde familia proveniente del campo. Su padre, Cirilo Escobar es un albañil de obras desempleado, en tanto que su madre Rosenda es una ama de casa entregada al cuidado de la niña y de sus otros dos hermanos: Richard de 15 años y Oscarcito de 5.

 

El día del accidente, Cynthya se había quedado a dormir en la casa de una tía, ubicada justo en la zona en donde se produjo el derrame de mayor volumen de agroquímicos, porque su madre había viajado al interior del país y su padre no podía cuidarla porque se encontraba trabajando.

 

Aunque la mayoría de los pobladores siguen sufriendo de múltiples afecciones a causa del cóctel de químicos derramados sobre la ruta principal que cruza la ciudad, la peor parte hasta el momento, se llevó la niña. Hace como un año y medio, se inició el calvario de Cinthya y de sus padres, cuando los médicos le diagnosticaron a la pequeña  un cáncer en el hígado.

 

Ninguno de los doctores tratantes quiso arriesgarse a confirmar que la aparición de la enfermedad podría haberse precipitado debido a la alta exposición de la niña a los químicos. No obstante, está comprobado que la aspiración o el contacto directo por largo tiempo con estos elementos puede ocasionar una sensible disminución de las defensas en el organismo, lo que puedo facilitar la aparición de enfermedades de este tipo.

 

En todo este tiempo, Cynthia ha pasado por mucho y sus padres también, recorriendo varios hospitales para someterse a prolongados tratamientos, buscando ayuda económica, implorando por que no le exoneren los costosos análisis y estudios porque no tenían más cómo pagarlos. A su corta edad, la niña ha tenido que soportar 19 sesiones de quimioterapia y varias intervenciones quirúrgicas. Según manifestaron los médicos que la tratan, ella sólo podrá sobrevivir con un transplante porque el cáncer ya minó el hígado. Su padre tuvo que tocar a innumerables puertas para conseguir ayuda.

 

Dijo que ante su situación ya no sabe a dónde ni a quién recurrir. No obstante, la ayuda de sus vecinos ha sido enorme para la familia, que no deja de recibir muestras de solidaridad de parte de aquellas personas que también han sufrido los efectos de aquel derrame criminal.

Pero el diagnostico de los médicos desbastó aún más los ánimos de Cirilo y Rosenda, pues son plenamente concientes que ante la falta de recursos económicos y la nula ayuda estatal Cynthia no podrá acceder a un transplante, más aún porque ese tipo de intervenciones sólo se realizan en los países limítrofes y no a nivel local.

 

No sólo la familia Escobar sino que toda la población capiateña afectada por los efectos nocivos de los agroquímicos se siente huérfana de las autoridades locales y estatales que  luego de unos días del accidente nunca más volvieron a aparecerse por el lugar para, por lo menos, hacer un seguimiento de la situación y controlar el estado de salud de los vecinos.

 

Una lucha que recién comienza

 

La única comisión de vecinos que aún lucha por que se haga justicia de las cuatro o cinco que se habían conformado a pocos días de que se produjera el accidente tuvo oportunidad de escuchar en estos días el relato de la lucha llevada adelante por los pobladores de Rincón’í, desde que la multinacional Delta & Pine arrojara, en 1998, las 600 toneladas de semillas vencidas previamente tratadas con agroquímicos en este pueblito cercano a Ybycuí, en el departamento de Paraguari. 

 

Ana María Segovia, representante de los pobladores de Rincón’í, y Carlos Amorín, miembro de la UITA y autor del libro “Las Semillas de la Muerte”, hicieron una visita a los pobladores de Capiatá, durante la cual relataron todas las vicisitudes que tuvieron que sortear hasta lograr que se hiciera justicia para los afectados por este hecho.

El caso de Rincón’í resulta más que emblemático, pues se constituyó en el peor atentado contra el medio ambiente y la salud humana en la historia del país, y a pesar de todos los intereses económicos en juego, los afectados lograron que fueran condenados dos de los directos involucrados en el hecho. No obstante, aún falta que caiga el “pez gordo” de esta historia, el ex presidente de la firma, Eric Lorenz, quien había ordenado el procedimiento y que ahora se encuentra prófugo de la justicia paraguaya.

 

Los vecinos de Capiatá escucharon atentamente los relatos e indicaciones de Ana María y Carlos. Además, tuvieron ocasión de comentarle a los visitantes sus propias historias personales de padecimientos, de enfermedades, de desamparo y de olvido oficial, de búsqueda de la verdad, de lucha por conseguir justicia, de desesperanzas porque el camino se hace muy largo, demasiado a veces, y muy complicado. Es como caer y volver a levantarse todo el tiempo en busca de que escuchen sus voces de reclamos y alcancen la justicia, según las afirmaciones de los propios afectados.

 

Ana María comentó luego del encuentro que se sintió más que identificada con la dolorosa experiencia vivida en todo este tiempo por los vecinos de Capiatá. Dijo que las similitudes eran demasiadas y que hacían despertar en ella las reminiscencias de los días interminables de lucha en los tribunales para conseguir que los fiscales, jueces y cualquier funcionario judicial “moviera” el expediente del caso.

 

Ahora, es el tiempo de que los afectados por el derrame de Capiatá, o por lo menos de un grupo de ellos, inicien la misma lucha que sobrellevaron durante 6 años los pobladores de Rincón’í, pero para ello no sólo deben permanecer unidos, como les manifestaron Ana María y Carlos, sino que además deben hacer un seguimiento de este caso ante la Fiscalía del Ambiente del Ministerio Público y en los tribunales, sin desmayos ni desalientos, pues es el único camino seguro para alcanzar la justicia tan anhelada para las víctimas de este criminal derrame de agroquímicos.

En Asunción,  Rosalía Ciciolli

© Rel-UITA

22 de agosto de 2006

Rosalía Ciciolli

 

 

 

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