El niño 
							Silvino Talavera murió en 2003 luego de ser bañado 
							con glifosato por dos colonos alemanes que fumigaban 
							sus cultivos de manera irresponsable. Su hermana 
							Sofía, de 19 años, también resultó contaminada. Hace 
							cinco meses Sofía dio a luz a Vidal Samuel, quien 
							nació con una hidrocefalia severa debido a las 
							secuelas que la exposición a estos químicos dejó en 
							el organismo de su madre. Hoy, la muerte de Vidal lo 
							transforma en otra víctima mortal de los herbicidas 
							en la familia Talavera Villasboa, originaria de la 
							pequeña comunidad rural Pirapey, localizada en del 
							departamento de Itapúa, al sur del país.
 
	
	Un dolor sin fin parece golpear a la familia de 
	Silvino Talavera Villasboa que ahora llora la muerte del último de sus 
	integrantes, nacido hace tan sólo cinco meses. Vidal Samuel Ocampo Talavera, 
	hijo de Sofía, de 19 años, sobrino de Silvino y nieto de Petrona Villasboa, 
	no resistió la segunda operación de hidrocefalia congénita a la que había 
	sido sometido a menos de dos meses de la primera, dejando de existir el 
	pasado 10 de setiembre en el Hospital Materno Infantil de Reducto, en la 
	ciudad de San Lorenzo.
	
	
	Sofía Talavera y su hermano Silvino habían sido víctimas de envenenamiento 
	por agrotóxicos, y aunque ella no había estado tan directamente expuesta a 
	los químicos aquel 3 de enero de 2003, sí ingirió alimentos contaminados que 
	su madre había preparado con carne impregnada en glifosato. Petrona ignoraba 
	en ese momento que el trozo de carne también había quedado envenenado con 
	los herbicidas al igual que su hijo, quien regresaba del almacén cuando fue 
	“rociado” de cuerpo entero por dos inescrupulosos sojeros.
	
	
	El caso de Silvino Talavera, un niño de apenas 11 años de edad que murió 
	tres días después de ser contaminado con una mezcla de glifosato con otros 
	químicos utilizados en las plantaciones de soja localizadas a unos 15 metros 
	de su humilde vivienda, se ha convertido a estas alturas en un caso 
	emblemático gracias a la valentía y decisión de su madre, Petrona. Ella se 
	atrevió a enfrentar a los poderosos sojeros e iniciar un proceso judicial 
	que concluyó con la sentencia a dos años de cárcel, sin pena sustitutiva, 
	para los responsables de la muerte de su hijo, los alemanes Herman Schlender 
	y Lauro Launstenslager.
	
	
	Sin embargo, los sentenciados aún no cumplieron con la pena impuesta el año 
	pasado por el tribunal de la ciudad de Encarnación, y tampoco abonaron la 
	indemnización de 50 millones de guaraníes que deben entregar a la familia 
	Talavera Villasboa como resarcimiento económico por la muerte de Silvino.
	
	Secuelas de un crimen
	
	En el interior del país son cada vez más los niños que nacen con 
	enfermedades congénitas tales como leucemia, hidrocefalia, espina bífida y 
	mielomelingocele (una patología que afecta el sistema nervioso central) a 
	consecuencia de la alta exposición de las madres a los agroquímicos 
	utilizados para fumigar la soja transgénica. Sólo durante el primer semestre 
	de este año se comprobó que seis niños nacieron con malformaciones de 
	diversos tipos sólo dentro del departamento de Itapúa, e incluso, dos de 
	ellos no tenían masa encefálica y murieron al nacer. Estos hechos ocurrieron 
	justamente en localidades cercanas al pueblito de Pirapey, donde reside la 
	familia Talavera Villasboa, en un departamento cuya principal actividad 
	agrícola es el cultivo de la soja transgénica. Las grandes extensiones 
	cultivadas pertenecen en su mayor parte a colonos alemanes (“menonitas”) y 
	brasileños (conocidos como “brasiguayos”).
	
	
	Sin embargo, a pesar de estas evidencias recientes, las autoridades 
	sanitarias del Paraguay siguen negando la existencia de los graves problemas 
	de salud que afectan a la población campesina a consecuencia de la constante 
	exposición a estos potentes herbicidas, y prefieren mirar para otro lado, 
	afirmando sin tapujos que las malformaciones con que nacen los niños de las 
	localidades rurales son simplemente consecuencia de la ausencia de 
	tratamiento prenatal en las madres o por la falta de consumo de ácido fólico 
	antes del embarazo.
	
	El calvario de una 
	familia
	
	Desde la muerte de Silvino, la familia Talavera Villasboa ha venido 
	sufriendo un verdadero calvario, por las constantes amenazas e 
	intimidaciones que deben soportar constantemente de parte de los sojeros 
	condenados por la muerte del niño, Schlender y Launstenslager, y de la banda 
	de matones contratados por estos para hacerles la vida imposible.
	De hecho, la muerte del bebé Vidal es la segunda que sufren en lo que va del 
	año, pues en mayo pasado apareció asesinado el hermano de Petrona, Serapio 
	Villasboa, de 38 años, quien fue hallado muerto en un monte cercano a su 
	casa, con once puñaladas en el cuerpo, luego de permanecer desaparecido por 
	varios días. Serapio dejó una viuda y seis hijos pequeños.
	
	
	En esa ocasión, Petrona había manifestado a Sirel que estaba segura de que 
	la muerte de su hermano era un claro mensaje dirigido a ella, un aviso de 
	que podría ser la próxima en la cadena de muertes por encargo, imaginando 
	tal vez que el dolor no tardaría en tocar a su puerta otra vez. Lo que en 
	ese momento no se imaginaba Petrona era que la próxima vez sería el turno de 
	un miembro de su familia que por ese entonces aún estaba a punto de nacer.
	
	
	La Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadores Rurales e 
	Indígenas (CONAMURI), de la cual Petrona es integrante, manifestó su 
	indignación y repudio por la pérdida de un miembro más de la familia 
	Talavera. Condenaron la inacción gubernamental ante hechos de este tipo y se 
	quejaron porque tanto la muerte del pequeño Vidal, así como la de sus tíos 
	Silvino y Serapio, no implican absolutamente nada para las autoridades 
	nacionales. “El gobierno prefiere seguir ignorando los estragos que los 
	agroquímicos utilizados en las plantaciones de soja transgénica están 
	causando en la gente del campo”.
	
	
	Para la CONAMURI, los casos de Silvino Talavera, Vidal Ocampo y de otros 
	miles de niños y niñas cuyas vidas se truncan a causa de los agroquímicos 
	son consecuencia directa de “un sistema injusto basado en el modelo de 
	producción agroexportador implementado en nuestro país, donde se prioriza el 
	lucro desmedido de una minoría privilegiada respaldada por el gobierno 
	nacional frente a la cada vez más creciente pobreza de la población”.
	
	
	La organización manifestó también su indignación por la total indiferencia 
	que el presidente Nicanor Duarte Frutos demuestra por aquellos paraguayos y 
	paraguayas que sufren la agonía de una muerte lenta y dolorosa a causa de 
	los efectos de los herbicidas, así como ante las consecuencias que la 
	utilización constante de estos agroquímicos conlleva para los campesinos, 
	como el hambre, las enfermedades y la cada vez más acuciante pobreza.
	
	
	Finalmente, la organización de mujeres exigió una vez más que los sojeros 
	Schlender y Launstenslager cumplan con la condena que les impuso la justicia 
	por ser los únicos y verdaderos responsables de la tragedia que desde 2003 
	golpea constantemente a la familia de Petrona Villasboa.
	
					
	
	
		
			
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										3 de octubre de 2006 |  |    |      |