Es por todos conocido que desde hace más de 70 años los 
					mercuriales están oficialmente eliminados de la agricultura 
					mundial para su uso en cultivos, a causa de los efectos 
					neurológicos nocivos en la primera, segunda y generaciones 
					subsecuentes.
					
					 
					
					
					La acción mafiosa de las empresas comenzó con los 
					agricultores de origen japonés que lo utilizaban para 
					detener una bacteriosis –el “cancro de la tomatera”– que 
					ataca otras solenáceas hortícolas.
					
					 
					
					
					En 1976, como alumno del Colegio Agrícola de Jaboticabal, 
					tuvimos la oportunidad de participar en las acciones con las 
					cuales el gobierno de Sao Paulo destruyó la totalidad de las 
					plantaciones de tomate contaminadas. Un escándalo de grandes 
					dimensiones. En función de esto los fungicidas mercuriales 
					pasaron a ser controlados y su venta registrada por el 
					Ministerio de Agricultura, permaneciendo admitidos sólo para 
					tratamiento de semillas.
					
					 
					
					
					En 1980, otra vez un nipón, pero ahora en Rio Grande do Sul, 
					vendió clandestinamente fungicidas mercuriales para uso en 
					tomateras. Era época de dictadura, pero hicimos igualmente 
					la denuncia y participamos solitariamente en las 
					investigaciones junto a los burócratas de la Secretaría de 
					Salud, acompañados por la Policía Federal.
					
					 
					
					
					Después de hallar más de 12 toneladas del producto en 
					depósitos clandestinos, sobrevino una gran conmoción, pues 
					el gobierno prohibió el transporte, comercio y el consumo de 
					tomate, lo que causó un enorme perjuicio a los 
					agricultores, víctimas de su propia ignorancia. 
					
					 
					
					
					Las investigaciones fueron extendidas a todo el país, y el 
					Ministerio no tuvo otra opción que prohibir su uso en todo 
					el territorio nacional. Pero la mafia de los agrotóxicos 
					preparó su vendetta, 
					y fuimos eliminados de aquel órgano.
					
					 
					
					
					Posteriormente, logramos que por lo menos las empresas 
					retiraran todos los residuos del país y los llevasen de 
					regreso a Inglaterra donde serían desactivados.
					
					 
					
					
					En nuestro libro “La 
					mafia de los agrotóxicos en Brasil” hay un 
					capítulo denominado “El tomate amarillo”. Ahora, en 
					oportunidad del lanzamiento de 
					“La mafia de los alimentos 
					en Brasil”, recibimos esa denuncia de 
					funcionarios públicos y agricultores catarinenses. La 
					situación es aún más grave que aquélla, porque los productos 
					son contrabandeados desde Paraguay, pero sigue siendo 
					fabricado por las gigantescas hermanas mafiosas en el 
					corazón de la Unión Europea.
					
					 
					
					
					Los científicos estadounidenses ya comprobaron que el 
					principal causante de autismo es la contaminación por 
					mercurio orgánico.
					
					 
					
					
					Los fungicidas a base de mercurio orgánico fueron 
					responsables en Japón de las catástrofes de Minamata e 
					Ingata donde eran utilizados en los arrozales; luego, en el 
					agua, los residuos se transformaban en Metil mercurio, hasta 
					mil veces más tóxico neurológicamente y capaz de permanecer 
					en el ambiente durante 600 millones de años. Los mercuriales 
					se acumulan en peces, crustáceos y moluscos concentrándose 
					hasta 2.000 veces más, y eso provocó la catástrofe en Japón, 
					conocida como una contaminación industrial.
					
					 
					
					
					En Irak hay un hospital de las Naciones Unidas construido 
					para atender las consecuencias de un cargamento de semillas 
					de trigo enviado a ese país. Nunca se pudo aclarar 
					completamente cómo semillas mexicanas podrían llegar a ser 
					plantadas en Irak, pero era la época de la Guerra Fría, y ni 
					siquiera lo inusitado podía ser cuestionado. Las semillas 
					nunca fueron plantadas, sino transformadas en harina y luego 
					en panes. En ese hospital de las Naciones Unidas sobreviven 
					800 pacientes, ya con la presencia de integrantes de la 
					segunda generación de víctimas.
					
					 
					
					
					Como hace cuarenta años, las empresas inescrupulosas 
					continúan ofreciendo mercuriales. También en la época del 
					Colegio Agrícola, un técnico pasó un filme sobre los 
					agricultores japoneses robando un cargamento de NEANTINA 
					para usar en sus arrozales... Neantina es un producto
					Bayer.
					
					 
					
					
					Nuevamente me sentí muy apenado por los agricultores, pues 
					sin duda ellos sufrirán otra vez las consecuencias trágicas 
					de esta práctica.
					
					 
					
					
					Estamos enviando una copia de este artículo a ANVISA y a la 
					Procuraduría de la República en Santa Catarina, pero no 
					espero buenas novedades.
					
					 
					
					 
					
					 
					
					 
					
						
							
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					En Porto Alegre,
					Sebastián Pinheiro 
					
					© Rel-UITA 
					
					24 
					de octubre de 2005 |  | 
						
					 
					
					
					 
					
					 * Apoyado por la Federación de Estudiantes de Agronomía de Brasil (FEAB), 
					la Asociación Brasileña de Estudiantes de Ingeniería 
					Forestal (ABEEF), Red Ecovida y la UITA.