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							  Uruguay 
						
						
							
							
							
							En Uruguay no hay 
							un correcto control en la aplicación de pesticidas y 
							se conoce muy poco el grado de contaminación de las 
							frutas y verduras que se consumen.   
					"Yo le daba a un peón un terrenito para que plantara acelgas, 
					un día pasé por ahí y sentí un olor espantoso, estaba 
					echando un plaguicida fosforado. Lo aplicaba todo el tiempo. 
					Curaba el viernes, cortaba la acelga el sábado y el domingo 
					la vendía en la feria. Cuando le dije que era un disparate, 
					que tenía que esperar más tiempo entre la aplicación y la 
					cosecha me dijo: ‘con razón, será por eso que tengo todas 
					las clientas con descompostura’", contó un productor de 
					manzanas de Rincón del Cerro, que pidió que su nombre no se 
					publicara.  
					  
					En Uruguay no se controla correctamente el uso de plaguicidas 
					y se conoce muy poco sobre el grado de contaminación de las 
					frutas y verduras que se consumen. Hay productos altamente 
					tóxicos prohibidos en la Unión Europea que se siguen 
					utilizando aquí. Hay otros autorizados, que se aplican mal y 
					contaminan. Hay poca información y normas que no se cumplen. 
					En consecuencia, hay trabajadores rurales enfermos y 
					alimentos con niveles de contaminación que superan los 
					límites sanitarios establecidos en el mundo.  
					  
					Las primeras investigaciones sobre residuos de plaguicidas en 
					frutas y verduras no permiten hacer un diagnóstico nacional, 
					porque no tienen valor estadístico, dijo Fernando Gemelli, 
					jefe del área de producción y comercialización del Mercado 
					Modelo. "Las muestras utilizadas no dejan hacer proyecciones 
					estadísticas, son trabajos exploratorios. No tenemos los 
					recursos para realizar una muestra representativa y hacer 
					cálculos a nivel nacional".  
					  
					"La muestra seleccionada puede corresponder a un cajón de un 
					productor que manejó mal los plaguicidas. Quizá en el cajón 
					de al lado los productos no están contaminados o al revés".
					 
					  
					En 2004 hubo 1.600 consultas por intoxicaciones con 
					plaguicidas al CIAT, Centro de Información Toxicológica del 
					Hospital de Clínicas. La mayoría de los casos fueron por 
					accidentes de niños con pesticidas, después le siguieron los 
					accidentes laborales, sobre todo de trabajadores rurales y 
					en tercer lugar los intentos de autoeliminación con estos 
					productos, dijo Mabel Burger, una de las médicas del CIAT, 
					en un seminario sobre contaminantes químicos y medio 
					ambiente, en noviembre en la Intendencia de Montevideo. Pero 
					consultada después sostuvo que "las intoxicaciones por 
					alimentos con plaguicidas son excepcionales" y que esa era 
					toda la información que podía dar.  
					  
					Otros funcionarios de los ministerios de Ganadería, 
					Agricultura y Pesca y de Salud Pública se negaron a informar 
					sobre el tema y cortaron intempestivamente el teléfono 
					cuando se pretendió conocer las razones de su negativa.
					 
					  
					Desinformados 
					  
					Desde 2001 se hicieron tres estudios sobre los residuos de 
					pesticidas en frutas y verduras, en un trabajo coordinado 
					entre el Mercado Modelo, el Instituto de Bromatología de la 
					Intendencia de Montevideo y la Facultad de Agronomía. 
					 
					  
					Las tres investigaciones dieron resultados diferentes. La 
					primera, realizada entre octubre de 2002 y agosto de 2004 en 
					191 frutas y verduras, mostró que un 7% tenía residuos que 
					superaban el límite sanitario establecido por el Codex 
					Alimentarius, elaborado por la organización de la ONU para 
					la Agricultura y la Alimentación, FAO, y la Organización 
					Mundial de la Salud. El 65% tenía al menos un residuo de 
					agroquímico por debajo o en el límite máximo permitido y en 
					28% no se detectaron residuos.  
					  
					El estudio eligió las frutas que pueden presentar un mayor 
					riesgo para el consumidor: manzanas, duraznos, frutillas, 
					ciruelas, uvas y peras. En las hortalizas la investigación 
					se concentró en los tomates y en menor cantidad en lechugas, 
					papas, zapallos, zanahorias y espinacas.  
					  
					Los resultados más preocupantes se dieron en duraznos, 
					tomates de invernáculo, lechugas y manzanas, en los que se 
					encontraron residuos de plaguicidas por encima del límite 
					establecido. De un total de 30 duraznos analizados, en 
					siete, un 23,3%, había más restos de los permitidos; también 
					los había en el 10,5% de los 38 tomates de invernáculo 
					elegidos, a diferencia de los cultivados en el campo donde 
					no se encontraron residuos no permitidos. Tres de las 20 
					lechugas analizadas presentaron niveles por encima del 
					margen y también una de las 34 manzanas estudiadas. El resto 
					de las frutas y verduras no tenían residuos considerados 
					peligrosos.  
					  
					La segunda investigación se hizo entre setiembre de 2004 y 
					mayo de 2005 en 129 frutas y verduras. Las frutas que se 
					priorizaron fueron manzanas, duraznos y frutillas, peras, 
					uvas, bananas, ciruelas y membrillos. En las hortalizas se 
					analizaron zanahorias, lechugas, tomates, morrones, choclos 
					y berenjenas.  
					  
					En el 3% del total se encontraron restos de plaguicidas que 
					superaban lo permitido, en el 70% había residuos por debajo 
					o en el límite y en el 27% restante no había residuos. El 
					14% de los 21 duraznos elegidos y 3% de las 38 manzanas 
					tenían niveles mayores que los permitidos. El resto de las 
					frutas y verduras no superaba el límite del Codex. 
					 
					  
					Después de la presentación de estos dos estudios no hubo 
					respuestas ni del Ministerio de Ganadería, Agricultura y 
					Pesca ni de Salud Pública, dijo Gemelli, del Mercado Modelo. 
					Y sintetizó: "hay muchos debes en el tema de los 
					plaguicidas".  
					  
					La última investigación, aún incompleta, analizó 181 frutas y 
					verduras del Mercado Modelo entre marzo y setiembre de 2005, 
					y hasta el momento no se detectaron residuos que superen el 
					límite establecido. Pero los resultados no son definitivos, 
					porque todavía no hay datos sobre los duraznos –los más 
					preocupantes–.  
					  
					Además se repitió una situación que apareció en los estudios 
					anteriores. En algunas frutas y verduras se detectaron 
					residuos de productos no autorizados para ser utilizados en 
					esos vegetales. Gemelli prefirió no decir en cuáles. 
					Respecto a los estudios anteriores, Gemelli considera un 
					avance que por primera vez se estén analizando muestras 
					durante todo el año y que, además, se esté instrumentando un 
					procedimiento con la Junta Nacional de la Granja, para 
					procurar que los productores a los que corresponden las 
					muestras con residuos no permitidos conozcan esa 
					información. Antes, en general, el productor no se enteraba.
					 
					  
					Giovanni Gallietta, uno de los ingenieros agrónomos que 
					realizó las investigaciones, explicó que es difícil 
					establecer si realmente hubo mejorías en el manejo de 
					pesticidas. "Esa conclusión sólo te la dan diez años de 
					estudio. Hay que pensar en varias posibilidades: que 
					efectivamente haya un mejor manejo, que estos estudios hayan 
					alertado a los productores y haya generado más cuidado y 
					hasta más conciencia. Pero también puede ser que el clima 
					haya ayudado. Por ejemplo, si no hay mucha lluvia y humedad, 
					no hay tantos hongos y en consecuencia disminuye el uso de 
					fungicidas".  
					  
					Pero donde no hay ningún avance es en aquellas frutas y 
					verduras que no pasan por el Mercado Modelo. El 40% de lo 
					que se consume en Uruguay no pasa por allí y no recibe 
					ningún tipo de control: "los que plantan para el propio 
					consumo, los feriantes que venden lo que cultivaron o lo 
					adquieren en las chacras, los distribuidores del interior 
					que compran en quintas y los grandes supermercados que 
					compran directamente a los productores, con la excepción de 
					aquellas frutas y verduras cuyo productor pagó los análisis 
					y los certificó con una etiqueta. Tampoco se controlan 
					algunos productos importados que van directamente a los 
					supermercados", explicó Gemelli. "El único centro comercial 
					que realiza un control de las frutas y verduras es Multi 
					Ahorro, que analiza muestras en coordinación con el Mercado 
					Modelo", agregó.  
					  
					Pelar o no pelar 
					  
					En lo que todos los ingenieros agrónomos consultados 
					coinciden es en la importancia de lavar y pelar los 
					alimentos. Si se pela una manzana, se reduce entre 75 y 80% 
					la concentración de dos plaguicidas que se rocían sobre la 
					fruta después de la cosecha, difenilamina e iprodione, según 
					una investigación realizada en la Facultad de Agronomía en 
					2004.  
					  
					"Hay que lavar con agua corriente para que arrastre los 
					tóxicos. El hipoclorito mata bacterias y microbios, pero no 
					le hace nada a los residuos de plaguicidas, que se disuelven 
					y quedan adheridos en la cera de la piel de las frutas. Yo 
					lavo y enjuago todo lo que consumo", dijo Pedro Mondino, 
					ingeniero agrónomo y docente de fitopatología de la Facultad 
					de Agronomía.  
						
							
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					50 DENUNCIAS DESDE 2005
 
					50 empresas en falta 
					
					  
					
					Hugo Terrafini, de la Dirección General de Servicios 
					Agrícolas, dijo que desde 2005 el Ministerio de Ganadería, 
					Agricultura y Pesca realizó 12 denuncias por mal uso de 
					plaguicidas originadas en sus propias investigaciones. Al 
					mismo tiempo, se recibieron otras 38 denuncias de 
					ciudadanos, sobre todo de la zona del Litoral. 
					 
					
					  
					
					Además, informó que las empresas que aplican pesticidas en 
					forma aérea están registradas, inspeccionadas y habilitadas. 
					Pero no sucede lo mismo con las empresas que hacen 
					aplicaciones terrestres: 69 cumplen con los requisitos y 
					otras 50 están en falta, fueron avisadas y tienen un plazo 
					para legalizar su situación.  
					
					  
					
					Terrafini dijo que el Ministerio está organizando cursos para 
					enseñar a usar los aplicadores de pesticidas y dar un carné 
					de aplicador.  |  |  
					  
					En cambio, no parece haber mucha información sobre pesticidas 
					en la Escuela de Nutrición y Dietética. Después de que la 
					dirección del centro ubicó a la docente idónea para hablar 
					del tema, la licenciada Estela Fernández, esta respondió que 
					la información que manejan se limita al capítulo uno, anexo 
					uno del Reglamento Bromatológico Nacional.  
					  
					Pero en ese capítulo sólo hay una lista con los distintos 
					plaguicidas y los límites sanitarios establecidos para cada 
					fruta y verdura. Además, en algunos casos dice que esos 
					niveles son provisorios porque "las buenas prácticas 
					agrícolas no son lo suficientemente conocidas" para proponer 
					unos definitivos. Y más adelante, en otro capítulo, se 
					reglamenta que las frutas y verduras, no pueden "exceder el 
					límite máximo de residuos de plaguicidas y de fertilizantes 
					fijados".  
					  
					Además, la especialista dijo: "se supone que está controlado 
					por los organismos competentes: intendencias, Ministerio de 
					Ganadería y otros, según corresponda". También que aconsejan 
					a los consumidores "lavar frutas y verduras con abundante 
					agua potable, desinfectar 15 minutos con agua e hipoclorito 
					y enjuagar bien". Pero no pelar las frutas.  
					  
					Tampoco estaba informada sobre las ventajas de pelarlas la 
					nutricionista Sonia García: "a mis pacientes les exijo que 
					hagan una desinfección con hipoclorito para que se eliminen 
					los gérmenes y los virus y que enjuaguen, pero no que pelen 
					las frutas, porque allí están las fibras y los nutrientes. 
					Eso nos recomendaron en las jornadas para nutrición. No está 
					comprobado que las cantidades de plaguicidas afecten la 
					salud humana, si se aplican bien, no hay ningún tipo de 
					problema. El problema es que no hay controles, aunque habría 
					que comer mucho durante toda la vida para que se generara un 
					daño".  
					  
					El problema es que, justamente, los nutricionistas 
					recomiendan comer frutas y verduras, todos los días, durante 
					toda la vida.  
					  
					Lentamente 
					  
					Según Leonardo de León, técnico del Departamento de 
					Agroecología de la Unión Internacional de Trabajadores de la 
					Alimentación, UITA, Uruguay está empezando a tomar 
					conciencia del problema de los plaguicidas. "Hay convenios 
					internacionales ratificados acá, hay un reconocimiento 
					mundial explícito del daño de estos productos tanto al 
					ambiente, la salud de los trabajadores y los consumidores. 
					En Uruguay estamos retrasados, pero comenzamos a entender 
					que existe el problema. Primero hay que capacitar para 
					minimizar los efectos, porque no hay un uso seguro de los 
					agrotóxicos. Después hay que eliminarlos".  
					  
					Pero no todos opinan que haya que eliminarlos: "entiendo que 
					alimentar al mundo con producción orgánica es imposible y 
					menos en Uruguay", opinó Gemelli, del Mercado Modelo. 
					 
					  
					Mientras tanto, las exportaciones e importaciones de 
					pesticidas siguen creciendo. En 2002 se importaron 9,5 
					millones de kilos y se gastaron 30,5 millones de dólares, en 
					2003 fueron 14,5 millones de kilos y 40 millones de dólares 
					y en 2004 17,6 millones de kilos y 50,8 millones de dólares. 
					También las exportaciones –mucho más pequeñas– crecieron: 
					481.000 kilos en 2002, por los que ingresaron a Uruguay 
					995.000 dólares, 953.000 kilos y dos millones de dólares en 
					2003, y un millón de kilos en 2004 con un ingreso de 3,9 
					millones de dólares, según datos oficiales.  
					  
					En Uruguay se comercializan 43 plaguicidas prohibidos o muy 
					restringidos en otros países, según el libro Agrotóxicos, 
					remedios peligrosos. Análisis de la situación de los 
					plaguicidas más tóxicos en Uruguay, del ingeniero agrónomo 
					Sebastián Elola, de 2004. Entre ellos: aldicarb, arsenito de 
					sodio, azinfos metil, bromuro de metilo, carbofuran, 
					metamidofos, metomil, paraquat y paration metil, que tienen 
					distintos nombres comerciales y corresponden a la categoría 
					I de los plaguicidas, los más tóxicos.  
					  
					El grado de toxicidad se mide a través de una dosis letal: el 
					número de miligramos por kilo de peso que se requiere para 
					matar a la mitad de una población de animales, en general 
					ratas, expuestos al plaguicida en forma oral en un 
					laboratorio. La dosis letal de los plaguicidas de categoría 
					I es de 50 gramos o menos.  
					  
					Mal uso 
					  
					"No hay plaguicidas inocuos y deben tomarse precauciones en 
					su uso y en el consumo", dijo el ingeniero agrónomo Pedro 
					Mondino.  
					  
					Una de las razones de su mal uso es la falta de información 
					en las etiquetas de sus envases, que deben indicar cómo 
					utilizarlo: las precauciones en la aplicación, la dosis, la 
					fruta o verdura para la que sirve, el tiempo que debe 
					transcurrir entre la aplicación y la cosecha. "Conozco 
					muchos casos de uso ilegal y sin control de los pesticidas. 
					El Ministerio de Ganadería y Agricultura y Pesca debería dar 
					toda la información en las etiquetas y abarcar el uso en 
					todas las frutas y verduras. La falta de información hace 
					que muchos los apliquen al tanteo", dijo Mondino, que ha 
					visto esos casos en los cultivos de cebollas, espinacas y 
					apio.  
					  
					En 2002 el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca 
					prohibió los insecticidas con metamidofo, salvo en los 
					cultivos de papas. 
					  
					  
					El metamidofo es una sustancia organofosforada, perteneciente 
					a un grupo de pesticidas creados durante la Segunda Guerra 
					Mundial como armas químicas. En China hay registros de 
					hombres expuestos al metamidofo con menos espermatozoides. 
					Además, es un potencial contaminador del medio ambiente, 
					altamente tóxico para mamíferos, pájaros y abejas. Puede 
					llegar a matar peces, anfibios, crustáceos y zooplancton.
					 
					  
					En la última investigación que publicó el Mercado Modelo 
					aparecieron restos de este plaguicida en muestras de 
					lechugas y morrones. Además, en la investigación de Elola se 
					reconoce que es muy usual su empleo en los cultivos de 
					zanahorias, cebollas, tomates, morrones y lechugas. 
					 
					  
					Todavía se sigue usando bromuro de metilo, aunque está 
					prohibido por el Protocolo de Montreal, que fue ratificado 
					por Uruguay y que regula el uso de compuestos que destruyen 
					la capa de ozono, dijo de León, de UITA. Uruguay se 
					comprometió a eliminar su uso en 2005.  
					  
					De León dijo que está disminuyendo su empleo, pero que aún se 
					utiliza en Salto. El bromuro de metilo es un gas 
					desinfectante que se inyecta en el suelo para que elimine 
					todas las plagas que puedan dañar las raíces. De León 
					explicó que es altamente tóxico y que destruye la capa de 
					ozono. "Es ampliamente utilizado en silos con granos 
					almacenados y en invernáculos", afirma Elola en su libro. Y 
					explica que en intoxicaciones agudas, produce la muerte por 
					fallas respiratorias y no tiene antídoto. El bromuro de 
					metilo se utilizaba en los campos de exterminio nazis.
					 
					  
					"No tenemos idea de qué usamos en las naranjas, cosechamos 
					pero no sabemos qué químicos son. Los materiales que usamos 
					no dicen ni los tiempos de espera después de la aplicación, 
					ni las dosis que hay que aplicar", dijo Milton Núñez, que 
					trabaja en los naranjales en Salto e integra el Sindicato 
					Único de Obreros Rurales y Agroindustriales, Sudora, en un 
					seminario sobre contaminación ambiental que se realizó en 
					noviembre en la Intendencia de Montevideo.  
					  
					Una investigación que el MGAP y el Banco Mundial hicieron 
					entre 2001 y 2003 en Juanicó y en Ombúes de Lavalle reveló 
					que en Uruguay las etiquetas de los plaguicidas son muy 
					básicas e insuficientes. Además, que los trabajadores 
					rurales no siempre respetan los tiempos indicados, los 
					aplican siguiendo los calendarios establecidos, pero también 
					por "alarmas y por las dudas", dijo el ingeniero agrónomo 
					Alfredo Bruno, que realizó el estudio.  
						
							
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					OTRO PROBLEMA PARA BELLA UNIÓN 
					Zona contaminada 
					  
					  
					En Bella Unión y en las localidades rurales de Portón de Fierro y Campodónico, en Artigas, la neumopediatra Liria 
					Martínez coordinó en 2004 la investigación Efectos crónicos 
					sobre la salud de los plaguicidas, financiada por UITA, 
					Unión Internacional de trabajadores de la Alimentación, 
					Agricultura, Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines, y 
					presentada en marzo.  
					  
					La población de esa zona convive con los plaguicidas. 
					Rodeados de plantaciones de arroz y caña de azúcar reciben 
					cada tres días fumigaciones aéreas, que caen sobre sus 
					casas, los huertos de donde comen y la escuela. Además, los 
					niños suelen jugar en los canales de los cultivos. 
					
					 
					  
					Muchos de los habitantes sufren patologías respiratorias, por 
					eso se eligió estudiar la zona. Se hicieron estudios médicos 
					y se analizaron 20 niños de hasta 5 años, 20 hombres y 20 
					mujeres. Se concluyó que la zona está contaminada, que las 
					mujeres y los niños son los que sufren daños mayores y que 
					hay una relación directa entre la contaminación y la 
					enfermedad.  
					  
					Según la investigación, el 60% de los niños sufren patologías 
					respiratorias: 50% asma, 38% neumonías a repetición –no 
					frecuentes en la infancia– y 32% problemas de piel. Entre 
					los adultos, el 15% padece males respiratorios y el 15% 
					afecciones cutáneas. Además, el 7,5% de las mujeres tienen 
					dificultades en la concepción o sufren abortos espontáneos. |  |  
					  
					Por su parte, Mondino explicó la importancia de respetar los 
					tiempos establecidos para cosechar los productos. El día que 
					se aplica el plaguicida su concentración es máxima, pero a 
					medida que pasan los días, con el sol, la lluvia y el propio 
					crecimiento de la planta, el producto se va degradando 
					"hasta que es tan mínimo que no es peligroso. Por eso es 
					fundamental que se respeten los tiempos, para que el 
					trabajador rural no se contamine y para que el ciudadano 
					consuma un producto que no lo dañe".  
					  
					Según el estudio de Bruno, en el 38% de los predios de los 
					fruticultores de Juanicó no se leen las etiquetas. Y en 62% 
					de los predios se hace una consulta parcial de las 
					indicaciones, es decir que leen solo una parte. "Nadie o 
					casi nadie lee toda la etiqueta".  
					  
					Por otra parte, en Ombúes de Lavalle se consulta en forma 
					parcial en 83% de los casos y no se consulta en el 17% 
					restante.  
					  
					Pero ese no es el único problema. Según Mondino, en Uruguay 
					los plazos establecidos no siempre coinciden con los del 
					primer mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, se exigen 77 
					días de espera para la cosecha de manzanas después de la 
					aplicación del fungicida mancozeb, mientras que en Uruguay 
					se exigen apenas 12. "¿Eso quiere decir que acá la 
					degradación es más rápida? No señor, es para poder venderlo 
					y usarlo más".  
					  
					Los precios también atentan contra la salud humana. Los 
					productos más tóxicos son más baratos que los menos tóxicos. 
					Por ejemplo, la dosis para aplicar Tamarón en una hectárea, 
					nombre comercial de un insecticida altamente tóxico 
					–metamidofos–, cuesta tres dólares. Y sus alternativas menos 
					tóxicas cuestan entre 60 y 90 dólares la hectárea. "Es 
					trágico que lo más tóxico sea lo más barato y que no exista 
					una política de racionalización del uso de los agrotóxicos", 
					dijo Mondino.  
					  
					Según el ingeniero, esta realidad perjudica al agricultor que 
					procura obtener un producto de calidad porque tiene que 
					comprar el plaguicida más caro, tiene que pagar a una 
					certificadora que lo autentique, tiene que pagar el análisis 
					de residuo, tiene que esperar más tiempo para tener su 
					mercadería sin residuos y además costear el logo. "Y después 
					llegar al mercado y competir con otro contaminado y encima 
					más barato. Todo se vuelve más costoso para el que hace las 
					cosas bien... Ese es el problema".  
					  
					Otra de las normas del MGAP que no se cumplen son las que 
					establecen que no se pueden realizar fumigaciones aéreas en 
					un radio menor a 500 metros de los centros poblados y de 300 
					metros en las terrestres. "No se ha respetado absolutamente 
					nada", afirma De León, de UITA. Según explicaron varios 
					expositores en el seminario de contaminantes químicos, esa 
					normativa es insuficiente, porque el viento desparrama los 
					plaguicidas hacia zonas más lejanas y las fumigaciones 
					aéreas, que suelen aplicarse en cultivos extensivos como el 
					arroz, caen sobre otros cultivos y los contaminan. "Si al 
					lado hay una plantación de tomates o de duraznos, te mata 
					todo", dijo de León.  
					  
					Los efectos de los plaguicidas fueron también estudiados en 
					la Facultad de Ciencias. Gabriela Eguren, licenciada en 
					ciencias biológicas y doctora en ciencias ambientales, 
					investigó el impacto del plaguicida metyn azinfos en varias 
					cañadas de Melilla, donde su utiliza ese pesticida en los 
					frutales de hoja caduca: manzanos, durazneros, perales, 
					ciruelos y vid.  
					  
					Eguren comparó los resultados con los de una cañada de otra 
					zona de Melilla donde no hay cultivos. Y se encontraron 
					"diferencias significativas". En las cañadas rociadas con el 
					plaguicida, los peces dieron señales de intoxicación: 
					nadaban en forma errática, no comían, respiraban más rápido. 
					Eguren dijo que los vecinos de la zona no se bañan en esas 
					cañadas ni consumen sus peces, pero que los niños pescan 
					mojarritas para jugar. "Detectamos que hay un problema, ¿qué 
					es lo que puede pasar con estos metabolitos en las personas? 
					No se sabe. Habría que hacer nuevas investigaciones". 
					 
					
					
					  
					Nausícaa Palomeque
					 
					Suplemento ¿Qué Pasa? 
					El País 
					19 de abril de 2006   
							
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