Uruguay

Agrotóxicos y horticultores

El veneno nuestro de cada día

 

Los productores agrícolas del norte del Uruguay recurren masivamente a los agrotóxicos. Por diversas razones, tanto propietarios como asalariados ignoran las consecuencias que la constante y diaria manipulación de esos productos pueden tener sobre su salud.

Y no respetan las normas de seguridad que les impone la ley.

  

 

A fines de julio pasado, hortifruticultores del departamento de Salto realizaron una acción inhabitual en ellos, habitualmente tan pacíficos: cerraron una calle. Protestaban de esa manera ante la presencia en la ciudad de inspectores del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que les exigían la observancia de acciones preventivas en el manejo de específicos agropecuarios, mayoritariamente pesticidas de alta toxicidad.

 

Según relevamientos oficiales, entre los departamentos de Salto y Artigas, ambos de la zona del litoral del río Uruguay, se desarrollan cultivos en 422 hectáreas bajo cubierta (invernáculos, túneles y microtúneles) con una fuerte inversión (entre 40 y 50 mil dólares por hectárea). Principalmente en los meses de invierno, la granja de la zona surte a la totalidad del mercado nacional, como ocurre con hortalizas como el tomate, el morrón y otras variedades. En el año 2000, la horticultura del litoral norte generó, de acuerdo a cifras del Banco Central, unos 42.100.000 dólares, equivalentes al 28,5 por ciento de toda la producción hortícola uruguaya.

 

Ello incide en la región como una generadora genuina de mano de obra. En la zona norte, 3.352 personas trabajan en forma permanente en la horticultura. Dos tercios de ellos son productores y sus familias, y el tercio restante asalariados. Pero además el sector emplea importante cantidad de mano de obra zafral. El 83 por ciento de los productores vive con su familia en el propio predio, demostrando su importancia como factor de radicación de la familia en el medio rural. El 41 por ciento son menores de 40 años.

 

Los productores hortícolas y sus asalariados manipulan habitualmente los agrotóxicos de diversa índole que se aplican en sus cultivos. La inmensa mayoría de ellos desconoce las consecuencias que para su salud puede acarrear la inadecuada manipulación de esos productos, y no respetan ninguna de las medidas de seguridad a las que los obliga la ley. Los propietarios están muy mal asesorados al respecto, y los trabajadores, por su escaso nivel de formación y sindicalización, ignoran los peligros que corren. El vicepresidente de la Mesa Hortícola de Salto, Alejandro Gutiérrez, fue claro: “han salido inspectores de la Oficina de Trabajo y Seguridad Social a hacer inspecciones en los establecimientos hortícolas y a exigir cosas, muchas de las cuales tenemos dudas de que estén bien y otras que desconocemos”, señaló. Y el productor Heber Moreira, a quien se le controló el funcionamiento de sus equipos de fumigación, dijo: “exigen que estos equipos, al igual que los productos, estén cerrados en forma hermética, así como la presentación de la denominada ficha de seguridad, algo que yo no sabía qué era. Se trata de la lista de riesgos del producto, la forma de curarse en caso de afección, etcétera”.

 

A la ignorancia puesta de manifiesto por estas declaraciones se suma que el empresariado hortifrutícola se niega a asumir los costos que la seguridad conlleva. Un alto porcentaje de estos empresarios son de pequeño o mediano porte, y han logrado sus inversiones a costa de reiterados endeudamientos, de los cuales habitualmente no pueden desembarazarse. Producir cada vez en mayor volumen y más rápidamente, buscando en el mercado los mejores precios y las colocaciones que les permitan vivir con sus familias y amortizar parcialmente la calesita de préstamos a los que se han visto obligados a recurrir, es su consigna. Los gastos en seguridad no entran en sus cálculos.

 

Que en el cinturón hortícola de Salto se echa mano de manera indiscriminada a los agrotóxicos, incluyendo algunos prohibidos en los países industrializados, no es novedad. Pero parece que pocos son los que se alarman por las frecuencias de aplicación y los tiempos de espera en el uso de agroquímicos en razón de las urgencias comerciales. A diario los consumidores ingieren productos que podrían afectar su salud a corto plazo sin que se registren demasiadas reacciones de su parte. Entre los más utilizados en la zona figuran el agroquímico Tamaron, el fungicida Swites y el herbicida Gramoxone, todos sumamente tóxicos. El Gramoxone tiene como principio activo el Paraquat, sustancia prohibida mundialmente hace varios años. Análisis practicados en aguas del Lago de Salto Grande para determinar la presencia de pesticidas organoclorados y organofosforados detectaron, por ejemplo, siete plaguicidas en cantidades que superan el valor limite de protección de vida acuática.

 

Los horticultores sostienen que usan o proveen a su personal de indumentaria protectora, como botas, impermeables o máscaras, y aseguran que no se han presentado problemas de salud entre los trabajadores. Sin embargo, aunque los síntomas de envenenamiento se manifiestan paulatinamente, ya ha habido casos de trabajadores, o incluso productores y sus familias afectados en su sistema inmunológico, hormonal y/o respiratorio por el manejo poco responsable de agrotóxicos.

 

Por otra parte, se carece en Uruguay de una ley referente al control de residuos tóxicos, así como de dependencias oficiales que realicen una tarea efectiva de fiscalización del uso de agrotóxicos y determinen su incidencia en la salud laboral, ambiental y del consumidor.

 

 

Diego Fernández

© Rel-UITA

3 de setiembre de 2004

 

 

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