Mientras para muchos la guerra de Vietnam hace tiempo que ya 
                    es historia, hay otros que reviven sus horrores día a día. 
                    No se trata sólo de los que participaron directamente en el 
                    sangriento conflicto, ni siquiera de sus hijos que vieron y 
                    vivieron en carne propia la destrucción de sus hogares y la 
                    muerte de sus seres queridos.
                    
                    
                     
                    
                    
                    El fantasma de la guerra ronda todavía alrededor de decenas 
                    de miles de familias cuyos nietos portan en su sangre la 
                    funesta herencia de un arma de destrucción masiva, de esas 
                    que los neoconservadores estadounidenses advierten tanto hoy 
                    que no deben caer en manos de “terroristas” y otras fuerzas 
                    “no gubernamentales”....
                    
                    
                     
                    
                    
                    Es la tercera generación de afectados por el defoliante 
                    conocido por el nombre de Agente Naranja –calificado por el 
                    semanario británico "The Guardian" como la sustancia más 
                    tóxica jamás inventada por la ciencia– del cual unos 72 
                    millones de litros fueron rociados sobre los bosques de 
                    Vietnam para cortar las líneas de suministro de la guerrilla 
                    del Viet Cong.
                    
                    
                     
                    
                    
                    Prueba de ello es que hace algunas semanas tres ciudadanos 
                    vietnamitas, en representación de la recién creada 
                    Asociación de Víctimas del Agente Naranja, presentaron –por 
                    primera vez en treinta años– una demanda ante una corte 
                    federal de Brooklyn contra unas 20 compañías estadounidenses 
                    fabricantes de aquella sustancia mortífera, entre ellos dos 
                    gigantes como Dow Chemicals y Monsanto.
                    
                    
                     
                    
                    
                    Nguyen Van Quy, Nguyen Thi Phi Phi y Duong Quynh Hoa, 
                    campesinos que habían vivido en zonas afectadas por el 
                    poderoso agente químico, dieron un paso que puede 
                    considerarse como histórico, pues desde el restablecimiento 
                    de los vínculos diplomáticos entre Vietnam y EE.UU. en 1995 
                    nunca se había presentado una querella formal para obtener 
                    al menos alguna compensación por los daños causados.
                    
                    
                     
                    
                    
                    “De cualquier modo, para que las relaciones entre los dos 
                    países algún día lleguen a ser normales –dijo Nguyen Thi 
                    Binh, exvicepresidenta de Vietnam– Estados Unidos tiene que 
                    asumir la responsabilidad moral por lo que una conferencia 
                    científica celebrada en la Universidad de Yale en abril del 
                    año pasado calificó como 
                    la más larga campaña de 
                    guerra química en la historia”.
                    
                    
                     
                    
                    
                    El inicio de los trámites judiciales ofrece alguna esperanza 
                    a las decenas de miles de familias con hijos que nacieron 
                    con graves problemas de salud como consecuencia a la 
                    exposición de sus abuelos al fino polvillo amarillo que caía 
                    del cielo entre 1962 y 1974, envenenando los ríos y el suelo 
                    de Vietnam, contaminando la cadena alimentaria, pero tampoco 
                    da razón para el optimismo excesivo.
                    
                    
                     
                    
                    
                    El gobierno de Estados Unidos lleva tres décadas negando 
                    sistemáticamente el grado real de toxicidad de la dioxina 
                    que contiene el Agente Naranja, y sus propios veteranos 
                    afectados tuvieron que lanzar más de una batalla para 
                    obtener pensiones que mínimamente compensan sus problemas de 
                    salud. 
                    
                    
                     
                    
                    
                    En los últimos años diversas organizaciones occidentales se 
                    implicaron en el estudio de las consecuencias del uso del 
                    tristemente célebre herbicida que destruyó un 14% de los 
                    bosques de Vietnam del Sur, desmintiendo las afirmaciones de 
                    las instituciones militares norteamericanas que continúan 
                    renuentes a reconocer su responsabilidad en los daños 
                    causados.
                    
                    
                     
                    
                    
                    Según documentos recientemente desclasificados, soldados 
                    estadounidenses reconocieron haber utilizado el defoliante 
                    en concentraciones 25 veces superiores a la indicada por los 
                    fabricantes, para aumentar su efecto. Las consecuencias no 
                    se hicieron esperar: según la consultora medioambiental 
                    Hatfield, de Vancouver, Canadá, en los alrededores de las 
                    antiguas bases norteamericanas donde se almacenaba el 
                    mortífero producto, hoy en día su concentración en el suelo 
                    supera cien veces el límite permitido.
                    
                    
                     
                    
                    
                    No es de extrañar, pues, que la cifra de víctimas se calcule 
                    en más de un millón de personas, siendo especialmente graves 
                    los casos de las decenas de miles de familias que en medio 
                    de la pobreza que caracteriza todavía la vida en los campos 
                    de Vietnam, mantienen hijos nacidos con graves 
                    malformaciones debido a la exposición de sus abuelos al 
                    agente químico.
                    
                    
                     
                    
                    
                     
                    
                    
                    Familias, cuyos ingresos apenas son suficientes para 
                    alimentarse, se tienen que hacer cargo de todos los gastos y 
                    problemas relacionados con un hijo –o a veces más– con 
                    graves limitaciones que van desde el síndrome Down o la 
                    espina bífida hasta diversos tipos de cáncer.
                    
                    
                     
                    
                    
                    Aunque el gobierno de Vietnam desde hace dos años comenzó a 
                    pagar unas pensiones especiales a los más afectados, su 
                    monto insuficiente y la falta de más ayuda humanitaria 
                    obligan a buscar otras soluciones para la vida de miles de 
                    familias. Queda por saber, si la iniciativa tomada por la 
                    Asociación de Víctimas del Agente Naranja recorre con éxito 
                    los caminos intrincados del sistema judicial norteamericano, 
                    y los fabricantes de aquella poderosa arma química utilizada 
                    entre 1962 y 1974 deberán, al menos, compensar en parte el 
                    daño causado: el futuro destruido por varias generaciones.
                    
                    
                     
                    
                    
                     
                    
                    
                    
                    Edith Papp
                    
                    
                    
                    Agencia de Información Solidaria
                    
                    
                    
                    19 de abril de 2004