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 Es falso que la economía globalizada esté 
                    acabando con la agricultura. Está acabando con los 
                    agricultores. La agricultura como actividad multifuncional, 
                    generadora de bienes públicos, de satisfactores, de 
                    recreación de la vida, de producción de comunidades y de 
                    cultura, está batallando enormidades. Pero florece como 
                    generadora de mercancías y de ganancias. Y esto se debe, en 
                    gran parte, a que los actores de la agricultura están 
                    cambiando: se desplaza a los más, a los pequeños, a los 
                    pobres y se fortalece a los poderosos, a los pocos: las 
                    corporaciones trasnacionales agroalimentarias. 
                    
                    
                    
                    
                       
                    Estos días 
                    se ha reunido en Londres un grupo de investigadores, de 
                    activistas, de dirigentes campesinos de todo el mundo 
                    convocados por la red Agribusiness Accountability Initiative:
                    iniciativa para exigir a los corporaciones 
                    agroalimentarias la rendición de cuentas. Ponen en común su 
                    información y sus análisis sobre la concentración del poder 
                    en la cadena agroalimentaria para diseñar estrategias de 
                    resistencia y de defensa.  
                    El sistema 
                    agroalimentario dominante es una compleja red planetaria de 
                    insumos, producción, procesamiento y mercadeo de bienes 
                    agroalimentarios dominada totalmente por empresas 
                    trasnacionales. Once de ellas, entre las que destacan 
                    Cargill, Nestlé, Monsanto, Unilever y ConAgra, controlan 
                    esta red y manejan un valor combinado de ventas de 293 mil 
                    millones de dólares al año, mayor que el producto interno 
                    bruto de la gran mayoría de los países latinoamericanos.
                     
                    Este 
                    sistema es altamente dinámico, montado en los adelantos de 
                    la economía informatizada, las telecomunicaciones y la 
                    biotecnología. No únicamente transforma las economías; 
                    también las prácticas productivas, el paisaje, las 
                    comunidades rurales e incluso los hábitos alimenticios y la 
                    vida cotidiana de las personas.  
                    La 
                    concentración en el sistema agroalimentario dominante se 
                    hace de dos formas: horizontal, es decir, al interior de una 
                    de las fases del proceso agroalimentario. Y vertical: 
                    formando conglomerados -clusters- de varias empresas 
                    que manejan varias o todas las fases de este proceso: desde 
                    los genes hasta el anaquel del supermercado.  
                    La 
                    concentración horizontal se da en todas las fases del 
                    proceso: provisión de semillas, agroquímicos, procesamiento 
                    de comidas, manejo y comercialización de granos, venta al 
                    menudeo. Los especialistas señalan que cuando cuatro 
                    corporaciones controlan más de 40 por ciento del mercado en 
                    una de las fases, dicho mercado ya no es competitivo. Y en 
                    todas las fases la concentración excede dicho porcentaje. 
                    Las corporaciones dominantes: en semillas: Monsanto, Bayer, 
                    Syngenta y Dupont. En fertilizantes, la noruega Yara y 
                    Cargill. En alimentos procesados: Nestlé, Unilever, Kraft; 
                    en granos, Archer Daniels-Midland, Bunge, Cargill; en 
                    distribución al menudeo, Wal-Mart, Metro y Carrefour. 
                     
                    Pero lo más 
                    nuevo es la concentración vertical, la formación de 
                    clusters a lo largo de todas o varias fases del proceso 
                    agroalimentario. Así, Cargill, el gigante de los granos, 
                    fertilizantes y alimentos de ganado, se une con Monsanto, el 
                    amo de los trasgénicos, y con Krohger para la distribución 
                    al menudeo. ConAgra, gran procesador de comida, hace 
                    empresas conjuntas con Dupont. Y otro de los amos de los 
                    granos básicos, Archer Daniels, se alía con la gran 
                    controladora de innovaciones fitogenéticas, Novartis. El 
                    procesador número uno de oleaginosas en el mundo, Bunge, 
                    emprende aventuras comunes con la japonesa Zen-Noh, filial 
                    de Mitsubishi.  
                    La dinámica 
                    de concentración del poder agroalimentario plantea grandes 
                    problemas a los productores campesinos o familiares, tanto 
                    de los países del norte como del sur. Sobre todo los 
                    primeros muchas veces no tienen otra alternativa que comprar 
                    sus semillas e insumos a las corporaciones y comercializar a 
                    través de ellas.  
                    Por otro 
                    lado, las cooperativas de agricultores y ganaderos tienen 
                    enormes dificultades para enfrentar a las corporaciones 
                    gigantes. En Estados Unidos se desintegra la cooperativa 
                    Farmland's y la de productores de leche, DFA, está en 
                    aprietos, al punto que se plantea la pregunta: ¿qué tan 
                    efectivo es organizarse en cooperativas ante la fuerza de 
                    las corporaciones?  
                    Lo que más 
                    preocupa es que ya no son los propios productores 
                    campesinos, ni siquiera los gobiernos, quienes están tomando 
                    las decisiones fundamentales de qué sembrar, cómo sembrarlo, 
                    cómo y a quién venderlo. Son las corporaciones que dominan 
                    el sistema agroalimentario global. Y, lo que es peor, ya ni 
                    siquiera la decisión de cómo conservar su tierra, su agua y 
                    sus recursos naturales se está dejando a los campesinos. Se 
                    está imponiendo por las potencias del agronegocio. Ante 
                    ellas no hay negociación posible, sólo desatar la 
                    creatividad para idear nuevas y múltiples formas de defensa 
                    y de resistencia. Greenpeace acaba de dar un buen ejemplo de 
                    las primeras al lograr que se haga público el estudio que 
                    demuestra que el maíz transgénico MON683, de Monsanto, causa 
                    severos daños a la salud de las ratas. Hay que multiplicar 
                    acciones como éstas.    
                    LA 
                    JORNADA, Mexico 7 
                    de julio de 2005     |