El
aumento de los precios internacionales de las materias
primas agrícolas ha sido una fiesta para los exportadores
latinoamericanos en los últimos dos años, pero los pobres
deben pagar más cara la carne, la leche, los fideos y el
pan.
En ferias y mercados de Brasil los clientes regatean y
piensan dos veces antes de comprar los productos que han
hecho de su país una potencia mundial en materia de
alimentos.
En un popular supermercado de Rio de Janeiro, Theresa
Cortes, de 24 años, mira resignada las estanterías. “Me
debo ingeniar. Puedo cambiar los frijoles por lentejas, pero
¿cómo hago con el pan y la leche?”, se pregunta esta madre
de dos niños, habitante de la favela Cantagalo, en
Copacabana.
El año pasado la inflación en Brasil fue de 4,47 por
ciento y los alimentos fueron responsables de casi el 50 por
ciento de ese aumento, según cifras oficiales. La carne
aumentó 22 por ciento, el pan 7,93 por ciento y el aceite de
soja 7,58 por ciento.
“Los precios internacionales explican buena parte de los
aumentos. Las exportaciones son atrayentes”, afirma
Eulina Nunes, encargada del índice de inflación del
oficial Instituto de Geografía y Estadística.
El aumento de 22 por ciento de las cotizaciones
internacionales de los productos agrícolas entre 2005 y 2007
“ha sido bueno para América Latina en términos
generales”, porque la región es exportadora neta, según el
economista Claudio Loser, del centro de estudios
Diálogo Interamericano con sede en Washington.
Los principales beneficiarios fueron Brasil y
Argentina y, en menor medida, Chile, Colombia,
Costa Rica, Ecuador y Uruguay, afirma
Loser. En cambio, México, Venezuela,
Cuba y otros 15 países latinoamericanos que son
importadores netos sufrieron un “choque negativo”, apuntó.
Brasil,
en la vanguardia mundial en la producción de carne de res,
soja, pollo, azúcar, café y zumo de naranja, sacó provecho
del boom en los precios internacionales y, en 2007,
el 65 por ciento de los 161.000 millones de dólares
exportados correspondieron a materias primas.
En forma simultánea a ese auge exportador, Brasil está
sacando rédito de políticas económicas estables, aumento del
salario real y planes de asistencia social, dijo Marcelo
Neri de la Fundación Getulio Vargas.
Entre 2004 y 2007 se crearon 10 millones de puestos de
trabajo y, sólo en 2006, unos 6,6 millones de brasileños
salieron de la línea de pobreza, estimó.
“Los aumentos de precios en las materias primas no son por sí
solos buenos para los pobres. Hasta los pueden perjudicar”,
advirtió Neri.
Argentina
emergió de su hecatombe económica de 2001 creciendo a tasas
promedio de 8 por ciento gracias a las exportaciones
agrícolas, especialmente las de soja. Un 20 por ciento de
los cultivadores de soja concentra el 80 por ciento de la
producción y, en consecuencia, de las ganancias.
La pobreza no se redujo para la mayoría de los 300.000
agricultores argentinos, salvo para los sojeros de la
Pampa húmeda (centro) y otras regiones del norte y
noreste dedicadas a ese cultivo. En las ciudades, la pobreza
volvió a aumentar a raíz de la inflación.
Venezuela
crece bombeando petróleo y el gobierno sostiene que redujo
la extrema pobreza de 18,6 por ciento a 4,6 por ciento entre
2004 y 2007. Sin embargo, Venezuela importa buena
parte de la comida que consume y sufre desabastecimiento de
leche, huevos, carnes, azúcar y harinas, cuyos precios están
congelados desde hace tres años.
México,
en tanto, aumentó su renta petrolera, pero no existen
indicios de que haya disminuido la pobreza que castiga a
casi la mitad de sus 106 millones de habitantes. Sus
productores de frijoles y maíz, básicos en la dieta del
país, temen ahora resultar perjudicados por la
liberalización total del mercado agrícola en el marco del
Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos
y Canadá.
AFP
10 de
abril de 2008
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