conversó con
la diputada Mónica Baltodano para conocer en
detalle los contenidos del proyecto de ley, y cuáles van a
ser los siguientes pasos para llegar a su rápida aprobación.
-¿Cuáles
son los ejes fundamentales de esta ley que se pretende
aprobar?
-Es una ley
que tiene un enfoque fuertemente defensor del derecho y de
la obligación del Estado nicaragüense de propiciar la
soberanía alimentaria. Es decir, de procurar que los
nicaragüenses produzcan los alimentos esenciales para su
propia vida de manera autónoma y sin estar subordinados a la
producción mercantil que proviene del exterior.
Hace también
énfasis sobre los derechos de los nicaragüenses a tener una
alimentación adecuada, y el de los niños a recibir las
calorías necesarias para su pleno desarrollo. En
Nicaragua los índices de pobreza extrema son muy
elevados, lo que implica que existan muchos casos de
desnutrición con consecuencias que inciden directamente en
las oportunidades y dignidad de vida de las generaciones
futuras. La ley promueve además un tema muy polémico como es
el “principio de precaución”.
-¿De qué se
trata exactamente?
-En el mundo
hay toda una corriente de investigadores y de impulsores de
la soberanía y la seguridad alimentarias que estiman que no
se puede afirmar de manera categórica que los OGM son
beneficiosos para la salud, pero tampoco que sean dañinos.
Cuando se modifica el ADN de un organismo, incluyendo
genes de otro organismo, nadie puede todavía demostrar que
esto no acarrea consecuencias. Se debería experimentar e
investigar a fondo el tema, pero sabemos que las grandes
transnacionales no lo están haciendo y prefieren utilizar de
cobayos a los pueblos que padecen de hambre y pobreza. El
principio precaución establece que cuando no está demostrado
científicamente que algo no hace daño, un Estado responsable
debe procurar que su pueblo no lo consuma hasta que se hayan
despejado las dudas. En este caso, la carga de la prueba
recae en quien quiere vender y hacer proliferar el consumo
de las variedades genéticamente modificadas. Son estas
empresas las que tienen que cargar con el costo del proceso
investigativo para demostrar que no hay peligro. Es un
principio que nos lleva a proponer la prohibición de la
importación y el consumo de alimentos genéticamente
modificados, y esto ha provocado mucha discusión e hizo que
la aprobación de la ley se trabara.
-¿Por qué
se origina esta resistencia?
-Hay mucha
desinformación en el país, muy poco conocimiento acerca del
tema, y nunca se ha abierto un debate a fondo por lo que se
ha originado mucha confusión. Aún así, creo que el artículo
en donde se detuvo la discusión está mal formulado, porque
plantea únicamente que el país no debe aceptar donaciones
que contengan OGM, cuando en realidad debería ser más
amplio e incluir también las importaciones, porque de la
forma en que está redactado el artículo, el comercio
quedaría abierto a la importación de transgénicos.
-¿Qué más
plantea la ley?
-Hay otro
punto que consideramos muy importante. Además de la
soberanía alimentaria, articulamos el tema de la seguridad
alimentaria. Por nuestra cultura milenaria, por la cultura
de nuestros antepasados y por la experiencia de la
producción tradicional campesina, tenemos suficientes
variedades de semillas criollas y suficientes experiencias
para generar una buena producción, que además es segura. Por
eso no tiene sentido querer reemplazar esta cultura y
experiencia milenaria con un tipo de producción que afecta a
la población y a su cultura. Lo que decimos es que hay que
combinar la capacidad y los incentivos del Estado con las
tradiciones y las capacidades campesinas, para que la
producción propia de cada nación se desarrolle sin ser
aplastada por importaciones de semillas y productos que
definitivamente no son una respuesta a las necesidades de
las poblaciones.
La ley debe
incorporar una concepto integral que defienda la cultura y
las variedades que constituyen la biodiversidad de un
pueblo.
-Otro punto
que ha generado problemas es lo relacionado a la propiedad
de la tierra.
-Hay una parte
del art. 5 que plantea “promover procesos para acelerar la
legalización de tierras al pequeño productor o productora, a
las comunidades indígenas y facilitar el acceso a la tierra
a la mujer campesina, como titular de la misma de forma
individual o mancomunada”. En Nicaragua el tema de la
propiedad aún no está resuelto, y quedan litigios
importantes alrededor de la tierra. Siempre hay prejuicios
entre los miembros de las bancadas liberales en relación con
el tema de la propiedad. Es probable que haya que hacer
algunos ajustes para facilitar el consenso, pero hay que
tomar en cuenta que el verdadero problema es que el dictamen
de esta ley fue aprobado en Comisión en la pasada
legislatura, y de los diputados que participaron en su
discusión y aprobación ahora quedan sólo dos. Muchos
diputados liberales manifestaron la necesidad de conocer más
los contenidos de esta ley y la Comisión especial que se
formó tendrá este objetivo, es decir, revisar los puntos más
delicados y acercar posiciones para aprobarla lo más pronto
posible.
-¿Se piensa consultar a las organizaciones de la sociedad
civil que han impulsado la aprobación de esta ley?
-Ya fueron
consultadas en el pasado para la elaboración del actual
dictamen, pero no todo lo que aportaron fue incluido. Yo voy
a proponer que se consulten nuevamente, pero esto va a
depender también de la decisión de la Comisión.
-¿Cuándo podría regresar al Plenario para su aprobación?
-Si la
Comisión trabaja aceleradamente podría regresar a fin de
agosto.
En Managua,
Giorgio Trucchi
© Rel-UITA
29 de junio de 2007 |
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