-¿Cuál es su formación?
                    
                    
                    -Estudié Economía del Desarrollo hasta el nivel de maestría, 
                    pero diría que mi formación ha sido sobre todo de campo. 
                    Viví en El Salvador durante siete años, trabajando muy de 
                    cerca con la población rural y con refugiados y desplazados 
                    por el conflicto civil de los 80. Durante el período de 
                    reconstrucción tratamos, junto a las comunidades locales, de 
                    recomponer la economía rural, cosa que fue prácticamente 
                    imposible porque el comercio había destruido el mercado del 
                    maíz, y como los campesinos dependían de esa producción la 
                    mayoría tuvo que emigrar a Estados Unidos. Esta experiencia 
                    despertó mi interés por las relaciones entre el mercado, las 
                    políticas de comercio que nacen de ese poder y los impactos 
                    en las comunidades.
                    
                    
                     
                    
                    
                    En un principio fui a El Salvador por dos motivos. Por un 
                    lado, porque en el gobierno de Estados Unidos estaba 
                    influyendo demasiado un conflicto interno, una guerra civil 
                    y muchos ciudadanos norteamericanos atribuíamos 
                    responsabilidad en él al gobierno de nuestro país. Y por 
                    otro lado, por un sentimiento de solidaridad con la 
                    comunidad que sufría. Fue precisamente en El Salvador que 
                    surgió mi interés por la economía, especialmente por la 
                    macroeconomía, al haber visto sus resultados concretos.
                    
                    
                     
                    
                    -El modelo agropecuario es parte de esa 
                    macroeconomía. ¿Puede haber posibilidades de desarrollo de 
                    países o de regiones en ese marco?
                    
                    
                    -Francamente creo que no. He tenido la oportunidad de viajar 
                    mucho. Durante 3 años fui encargado para América Latina de 
                    una institución que promovía el desarrollo social. Visité un 
                    montón de países y examiné gran cantidad de proyectos, y me 
                    convencí de que con las actuales políticas macroeconómicas 
                    no hay posibilidades de desarrollo. Por supuesto que siempre 
                    habrá comunidades creativas y heroicas que saldrán adelante, 
                    pero los paradigmas vigentes actualmente no están pensados 
                    para promover el bienestar de las comunidades, en especial 
                    las de bajos recursos. Estoy abierto a que personas con 
                    mayor experiencia actual de campo que yo –la mía fue hace 10 
                    años– me planteen alternativas concretas que se puedan 
                    llevar a cabo dentro del contexto del modelo, pero de todas 
                    maneras creo que, si existen, en todo caso van a ser más la 
                    excepción que la norma. En el plano de las relaciones 
                    comerciales, lo que está en juego no es la legitimidad de 
                    instituciones como la OMC, sino su democratización. Se trata 
                    de instituciones que hace largos años han sido capturadas 
                    por intereses económicos y que ahora hay que democratizar.
                    
                    
                     
                    
                    -¿En qué consistiría el cambio de paradigma 
                    que usted preconiza?
                    
                    
                    -El problema fundamental es garantizar tres principios en el 
                    manejo de la economía: crear mecanismos para que en la 
                    discusión sobre políticas económicas intervengan todos los 
                    afectados; que los poderes que surjan de los procesos 
                    democráticos de participación deban rendir cuentas a las 
                    bases que los eligieron, evitando que los gobiernos o las 
                    instituciones oficiales tomen decisiones a puertas cerradas; 
                    tender a la transparencia: que todos los habitantes de un 
                    determinado país puedan tener acceso a la información que se 
                    maneja al más alto nivel, para poder hacer evaluaciones. En 
                    el modelo actual esos tres principios son sistemáticamente 
                    violados. En un paradigma alternativo lo importante no será 
                    establecer normas sobre cuánto comercio pueda haber, o qué 
                    tipo de productos se podrá comercializar sino manejarse con 
                    esos tres principios, para que la toma de decisiones sobre 
                    qué tipo de comercio, qué tipo de inversión pública, qué 
                    tipo de acceso al crédito se fomentará, esté sujeta a un 
                    debate auténtico y democrático en el que tomen parte las 
                    poblaciones afectadas. Lo básico es que surjan soluciones a 
                    las necesidades, adecuadas a cada realidad.
                    
                    
                     
                    
                    -Observando el mapa, ¿dónde piensa usted que 
                    existan hoy mejores condiciones para desarrollar más 
                    rápidamente procesos de ese tipo?
                    
                    
                    -Hace dos años habría dicho que en Brasil, tras la llegada 
                    al gobierno de Lula, pero se evolucionó en un sentido 
                    diferente. En Uruguay ahora se vislumbra una posibilidad de 
                    que haya mayor participación de la gente. De todas maneras, 
                    aunque algunos gobiernos nacionales tengan efectivamente la 
                    voluntad de experimentar, de probar otras maneras de 
                    conducir la política, pienso que están sujetos a las normas 
                    internacionales y carecen de la capacidad de salirse de 
                    instituciones como la OMC o los organismos financieros. 
                    Tienen que estar allí, y bien sabemos que las condiciones en 
                    que les son otorgados los préstamos los obligan a imponer 
                    políticas que no van en favor de procesos más abiertos, más 
                    democráticos en la economía. 
                    
                    
                     
                    
                    
                    Resulta muy difícil para cualquier país apartarse de ese 
                    sistema. Por eso es que lo fundamental es llevar a cabo un 
                    trabajo sistemático de cambio a nivel internacional, por 
                    ejemplo promoviendo el comercio justo, para intentar 
                    garantizar un ingreso adecuado a los productores. Hay muchas 
                    experiencias interesantes a nivel local o regional que 
                    podrían ser consideradas como modelos alternativos, pero 
                    tienden a quedarse a nivel micro, precisamente porque la 
                    capacidad de hacerlas crecer se enfrenta a las normas del 
                    sistema actual. A mí me encantaría que alguien me dijera que 
                    eso no es así, pero...
                    
                    
                     
                    
                    -Los cambios que usted pregona no van a 
                    producirse entonces a corto plazo...
                    
                    
                    -Pienso que el sistema actual puede llegar a sucumbir 
                    víctima de sus propias contradicciones. Me anima mucho que 
                    la gente a nivel local y regional siga experimentando, pero 
                    lo importante es coordinar esas formas alternativas con 
                    esfuerzos de cambio estructural. Si creemos realmente en el 
                    proceso de participación, las experiencias que suceden a 
                    nivel de las comunidades concretas deberían servir de 
                    insumos a la hora de definir qué tipo de reglas deberían 
                    gobernar ese nuevo sistema. Para mí no se trata de decir 
                    mercado sí o no, comercio sí o no, sino de fijar los límites 
                    de los mercados y del comercio. En El Salvador fomentábamos 
                    procesos de desarrollo local tratando de formar promotores 
                    económicos de las propias comunidades, para que pudieran 
                    sistematizar la información que recibían de su gente e 
                    intentar formular planes de desarrollo para sus comunidades.
                    
                    
                    
                     
                    
                    
                    En esos ámbitos de discusión un campesino nos dijo: “no 
                    entiendo por qué después de sembrar yo me voy al pueblo en 
                    Tzalatenango, voy al distribuidor, compro mis insumos, desde 
                    plaguicidas a fertilizantes, él me pone el precio y me dice 
                    cuánto. Luego cosecho y vuelvo al mismo distribuidor con mi 
                    cosecha y él me dice cuánto me va a dar por mi producto. 
                    ¿Cómo es posible? Quien tiene el producto debería poner el 
                    precio. ¿Por qué es posible que ese señor ponga los dos 
                    precios?”. Ese es un ejemplo micro de cómo funciona 
                    básicamente el sistema agrícola a nivel mundial. Cuando 
                    existe esa integración vertical entre los proveedores de 
                    insumos, los procesadores de cosechas e incluso los 
                    fabricantes de comida y la distribución, si todo ese sistema 
                    está en manos de los mismos intereses pueden imponer los 
                    precios a los agricultores y además influir no sólo en el 
                    precio sino en la calidad y el contenido de los alimentos. 
                    Quienes trabajen directamente con las comunidades deben 
                    pensar en aquello que dijo el campesino salvadoreño y tratar 
                    de comparar las realidades de esas comunidades y la forma de 
                    actuar de los actores que ellos conocen con las de los 
                    actores macro que manejan el sistema a nivel mundial.
                    
                    
                     
                    
                    -¿Cómo están comunicando este proceso los 
                    organismos de investigación y de transferencia de 
                    tecnología?
                    
                    
                    -Los investigadores pueden realizar dos tipos de aportes: 
                    por un lado, están los de los agrónomos y de otras personas 
                    que manejan técnicas específicas para mejorar la producción, 
                    no solamente la cantidad de cosecha sino la sustentabilidad. 
                    Y por otro, están los investigadores de las instituciones, 
                    que tratan de estudiar el funcionamiento del sistema. Hay 
                    muchos buenos investigadores que están dándole más 
                    transparencia al sistema, por ejemplo sobre cómo se están 
                    decidiendo los precios, los contenidos y la calidad de los 
                    productos. 
                    
                    
                     
                    
                    
                    En nuestra iniciativa tenemos tres polos: el primero tiene 
                    que ver con cómo nosotros podemos ayudar a vincular entre 
                    ellos a los investigadores que estudian la estructura del 
                    sistema. Hoy hay 15, 20 empresas que dominan el sistema 
                    agroalimentario mundial, desde la semilla hasta el plato del 
                    consumidor. ¿Cuáles son y en qué países operan? ¿Qué 
                    porcentaje de mercado controlan? ¿Cuáles son los impactos de 
                    esa grave concentración? ¿Quiénes son los otros actores, 
                    sean trabajadores, agricultores, consumidores? Para 
                    responder a esas preguntas, y que a través de nuestro sitio 
                    web (www.coc.org) 
                    todo el mundo pueda ver “el mapa del sistema”, la 
                    investigación es fundamental. 
                    
                    
                     
                    
                    
                    El segundo polo está integrado también por expertos, pero en 
                    materia legal, institucional. Son juristas e investigadores 
                    académicos de estructuras que nos ayudan a responder 
                    interrogantes como cuáles son las legislaciones nacionales e 
                    internacionales que se aplican a estas empresas, cómo 
                    podemos hacer para que las respeten e incluso proponer 
                    nuevas leyes. El tercer polo, quizás el más importante, lo 
                    constituyen los movimientos sociales. Para cambiar este 
                    sistema es importantísimo sumar la fuerza y la legitimidad 
                    de los cuatro movimientos a mi modo de ver más relevantes: 
                    los agricultores; los trabajadores (en este plano me encanta 
                    la relación que se está estableciendo con UITA, por su 
                    alcance a nivel mundial no solamente al agrupar a los 
                    trabajadores de campo y a los asalariados en la producción 
                    sino también en materia de procesamiento y elaboración de 
                    ideas); los consumidores, que pueden tener mucho poder si 
                    logramos concientizarlos y que vayan tomando opciones en 
                    base no solamente al precio sino también a las condiciones 
                    laborales y de producción, medioambientales, etcétera; los 
                    ambientalistas, que desde hace años luchan contra los 
                    efectos perjudiciales de la agroindustria, el uso de 
                    agrotóxicos, la amenaza de los organismos genéticamente 
                    modificados. 
                    
                    
                     
                    
                    
                    Si logramos reunir a nivel mundial a esos movimientos, y los 
                    reforzamos con las iglesias y las comunidades de fe y con 
                    las agencias de desarrollo, pienso que de ahí alguna 
                    solución debería salir. Puede ser una propuesta alternativa, 
                    pero también una voluntad mancomunada de lucha contra las 
                    estructuras actuales, que están acaparando los recursos del 
                    sistema agroalimentario y dejando a los actores más 
                    importantes con las manos vacías. Nuestro papel en este 
                    proceso no es aparecer como los expertos que dicen “hagamos 
                    tal cosa” sino favorecer procesos. Apostamos a la capacidad 
                    y la representatividad de los movimientos sociales, para que 
                    si conseguimos facilitar los procesos las respuestas a corto 
                    y a largo plazo sean legítimas. Estamos tratando de modelar 
                    una forma de democracia de participación transparente, que 
                    debería existir en la conducción de las economías pero que 
                    no existe. Deseo poder facilitar y fomentar ese proceso de 
                    encuentro para que surja una legítima, válida y efectiva 
                    respuesta al poder monopólico.
                    
                    
                     
                    
                    -¿Que tipo de participación deberían tener 
                    los poderes públicos en este proceso de cambio de paradigma?
                    
                    
                    -En los últimos 20 años la inversión pública en el 
                    desarrollo local, especialmente en el agro, sobre todo 
                    comunitario, cayó estrepitosamente como consecuencia de los 
                    programas de ajuste estructural que se han aplicado. Si bien 
                    es cierto que se debe modificar las políticas de comercio y 
                    de subsidio también hay que lograr que el Estado vuelva a 
                    promover el desarrollo a nivel rural a través de la 
                    inversión y la creación de oportunidades. Por otra parte, si 
                    antes mencionaba la importancia de que los gobiernos rindan 
                    cuentas de sus acciones ante los ciudadanos de sus 
                    respectivos países, también las ONG deben rendir cuentas a 
                    sus propias bases sobre lo que están haciendo: nuestras 
                    propuestas, ¿las hacemos a partir de lo que plantean las 
                    personas afectadas o simplemente se trata de construcciones 
                    intelectuales, tal vez muy buenas pero que no nacen de la 
                    gente? A mí me interesa sobre todo la creación de un espacio 
                    en el cual las organizaciones que deberían estar 
                    representando a los diversos actores sociales se relacionen 
                    entre sí y debatan.
                    
                    
                     
                    
                    -En diversos foros internacionales 
                    organizaciones sociales han acusado a algunas ONG de 
                    intentar suplantarlas...
                    
                    
                    -Hay que corregir esas actitudes, pero también reconozcamos 
                    que es imprescindible que haya instituciones 
                    representativas, porque de otra manera no se puede dialogar. 
                    No es factible juntar a 10 mil campesinos de Uruguay con 10 
                    mil de México y hacer un plenario en un estadio de fútbol. A 
                    lo largo de la historia humana la lucha para garantizar el 
                    buen funcionamiento de las instancias representativas ha 
                    sido una constante.
                    
                     
                    
                     
                    
                    
                    Leonardo de León