100 Países
luchan con el "fast food" |
Un movimiento internacional se preocupa por la seguridad
alimentaria en el planeta. Tiene 80.000 socios
Un
caracol corre más rápido que el payasito Ronald de McDonalds.
Pues el molusco es el ícono del Slow food, un movimiento
internacional que busca cambiar los hábitos alimenticios en
el planeta.
Fundado en 1986, en Italia, al momento cuenta con más de
80.000 activistas en 100 países. Su objetivo es combatir la
“mcdonalización” de la comida en el mundo, luchar contra
todo lo que envuelve al “fast food”: productos chatarra,
alimentos llenos de químicos, poco tiempo familiar para la
alimentación, etc.
Para lograr estos propósitos, los integrantes del movimiento
realizan encuentros, talleres, degustaciones para lograr
cambios en el mercado alimenticio, al educar a productores y
consumidores en la preservación de los dietarios locales y
la agrobiodiversidad.
Un paladar no solamente debe saborear hamburguesas, dicen
los “caracoles” de Slow food. En cada región del planeta se
producen alimentos que son patrimoniales, muchos de los
cuales están por desaparecer, por eso sus actividades y
prácticas cada vez ganan más seguidores.
De acuerdo con Frei Betto, pensador brasileño que comulga
con el movimiento, Slow food intenta identificar en todo el
mundo dónde hay pequeñas producciones agro-alimentarias de
calidad y buen sabor.
Dos puntales de la gestión están en el Arca del Sabor y Las
fortalezas. El Arca del Sabor consiste en registrar los
productos de excelencia gastronómica amenazados por la
homologación industrial, las leyes hiperhigienistas, la
degradación ambiental y las reglas que favorecen solo a los
grandes distribuidores.
Ella cataloga y divulga por todo el mundo sabores casi
olvidados de productos amenazados de extinción y que poseen
un gran potencial productivo y comercial.
En Ecuador, por ejemplo, hay varios proyectos de
recuperación de las papas endémicas de Carchi, amenazadas
por la expansión de cultivos con variedades del tubérculo
que son solicitadas por las empresas transnacionales de los
bocaditos fritos.
Las fortalezas, en cambio, son intervenciones que miran a la
preservación de esos productos. Empezaron en Italia y hoy
están en los cinco continentes, asegurando la continuidad de
productos como el Oscypek, queso de leche cruda polaco, el
café Huehuetenango de Honduras y el arroz Basmati de la
India.
Las fortalezas comprenden acciones de organización de los
productores, establecimiento de normas de producción,
recopilación de recursos para instalación de
infraestructura, promoción de investigaciones e incluso
canales de comercialización, incluyendo exportación,
mercadeo y comunicación.
Para el Slow food, seleccionar productos implica preservar
la biodiversidad alimentaria, defender territorios y su
identidad cultural, así como valorar prácticas antiguas,
ofreciendo nuevas oportunidades de trabajo a pequeños
productores. Por eso los productos deben ser excelentes, en
sabor y calidad, y en razón de las tradiciones locales.
La filosofía: Los placeres y la conciencia
El principio del movimiento es un eslabón entre ética y
placer. Una suerte de ecogastronomía. Slow food apela a la
diferencia de sabores, la producción alimentaria artesanal,
la pequeña agricultura, técnicas de pesca y de ganadería
sostenibles.
De este modo, la asociación restituye dignidad cultural a la
comida, promueve la educación del gusto y se bate por la
defensa de la biodiversidad. Salvar una raza o una especie
vegetal en vías de extinción es una consigna.
El Comercio
ARGENPRESS.info
22 de
noviembre de 2004
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