Argentina
La
desigualdad en el plato |
Buenos
Aires
–
Más de seis
millones de habitantes de Argentina no pueden acceder a una dieta mínima,
aunque los alimentos sobran en este país de los cereales y las carnes.
"Es
tremendo el hambre. Te duele la panza (barriga) y los chicos no paran de
llorar hasta que se duermen, cansados. Eso es lo peor", dijo a IPS Noemí
Ayala, residente de un asentamiento precario en la localidad bonaerense de
Pacheco, que cocina con otras mujeres en un comedor comunitario.
"En
Argentina, el problema no es de disponibilidad sino de acceso. Si el
reparto de la riqueza fuera más equitativo habría alimentos para todos",
dijo a IPS la antropóloga Patricia Aguirre, especialista en seguridad
alimentaria de la Dirección de Salud Materno Infantil del Ministerio de
Salud.
Sin
considerar lo que se destina a la exportación, los volúmenes de producción
de alimentos permitirían brindar a los 37 millones de argentinos una dieta
diaria de 3.181 calorías, muy por encima de las 2.200 que recomienda la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), explicó Aguirre.
Pero esa
riqueza no llega a todas las mesas. Según una investigación realizada por
Aguirre, en los años 60 el país tenía un patrón de consumo unificado, pero
en la década de 1990 se había dividido en dos, coincidiendo con el
ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres.
Ahora, las
clases media y alta disponen de unos 250 alimentos diferentes, mientras a
la mano de los sectores más pobres sólo llegan 22 productos. "En 1965 la
alimentación de los argentinos era muchísimo más adecuada que ahora y
todos comían mas o menos igual. Lo que variaba era la calidad", explicó
Aguirre.
En 1985
comenzó a surgir un patrón diferenciado. Ahora los pobres consumen más
pan, fideos y papas, y menos carnes, frutas, verduras y alimentos lácteos.
Esta
desigualdad en el acceso a los alimentos expresa la aparente paradoja: un
país rico en recursos naturales, con llanuras fértiles para cultivos y
pasturas, que produce buenas carnes rojas y abundancia de peces
comestibles, con más de la mitad de la población viviendo en pobreza.
En mayo
eran pobres 54,7 por ciento de los habitantes urbanos (13 millones de
personas). De ellos, 26,3 por ciento (o 6,2 millones) eran indigentes,
es decir sin ingresos suficientes para cubrir sus necesidades alimentarias
mínimas, según el estatal Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
El
panorama es tan grave que la FAO abrirá en septiembre una oficina
permanente en el país, algo hasta ahora innecesario para la agencia
internacional.
"La
situación de la pobreza en Argentina es muy preocupante porque el desplome
se produjo en un lapso muy corto", sostuvo el director regional de la FAO,
Gustavo Gordillo. El representante para América Latina y el Caribe señaló
que el colapso argentino prueba la veracidad de la advertencia que repite
la FAO desde hace varios años: la seguridad alimentaria no es sólo
cuestión de producción de alimentos sino de acceso, que sólo se garantiza
mediante buenos ingresos.
En este
contexto, el subsidio estatal de 150 pesos mensuales (unos 50 dólares)
para dos millones de jefes y jefas de hogar sin empleo es apenas un
paliativo, pues equivale a la mitad del costo de una canasta básica de
alimentos para una familia de cuatro miembros.
"Es
imposible que una familia donde hay cinco niños pueda realizar dos comidas
diarias con 150 pesos. Necesariamente hay que recurrir al comedor
comunitario o a las escuelas para hacer allí una de las dos comidas",
explicó a IPS Silvia Báez, directora del Programa Nutrir de la no
gubernamental Red Solidaria.
El
programa, iniciado cuatro años atrás, ha evaluado la situación nutricional
de 3.200 niñas y niños, mediante el estudio de su talla y peso por edad.
Un grupo
de nutricionistas recorre los barrios pobres de Buenos Aires, pesando a
niñas y niños que asisten a comedores y luego, a través de líderes
barriales, convoca a talleres de nutrición a las madres de los que están
desnutridos.
"Cuando se
agudizó la crisis en 2002 creíamos que las familias pobres que nosotros
veíamos no podían estar peor de lo que estaban. Sin embargo, había margen
para seguir bajando", lamentó la nutricionista que asiste a 250 niños en
el programa.
La dieta
de los pobres está constituida principalmente por hidratos de carbono,
dijo Báez, pero en una situación crítica como la que viven hoy millones de
familias, siempre es preferible una alimentación poco variada y que
"engorda".
Según el
Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil –consultor de la Organización
Mundial de la Salud–
la
desnutrición afecta a 20 por ciento de los niños de hasta cinco años.
"La desnutrición argentina es por marasmo, es decir por un déficit de
calorías. Son muy aislados los casos más graves de desnutrición por falta
de proteínas. Eso nos permite tener buenos resultados, porque una vez que
se comienza con una dieta adecuada los niños se recuperan enseguida",
aseguró.
Son raros
los casos de menores desnutridos por consumo insuficiente de proteínas,
una condición conocida como "kwashiorkor", asociada a crecimiento
insuficiente, pérdida de masa muscular e inmunidad reducida.
Por
ejemplo, los ocurridos en la noroccidental provincia de Tucumán, que
sacudieron a la sociedad argentina en 2002. "Son niños que nacen con
patologías de base muy graves como parálisis cerebral, y a los que es
difícil dar alimentos sólidos", explicó Báez. No obstante, cuando la
ingesta se restringe a harinas, azúcar y carnes grasas –y muy pocos
lácteos, carnes magras, frutas y verduras–, la consecuencia es lo que
Aguirre denomina "el hambre silenciosa".
Los más
pobres consumen alimentos que engordan, pero mantienen déficit de hierro,
calcio y otros micronutrientes presentes en los productos inalcanzables
para sus bolsillos.
"La
obesidad es la forma que adopta el hambre en el siglo XXI", sostuvo la
experta al remarcar que el sobrepeso en ningún caso es señal de salud.
Contar con
alimentos variados se hace cada vez más difícil cuando el desempleo y la
pobreza afectan a una sociedad 90 por ciento urbana, señaló Aguirre. Son
muy pocos los pobres que pueden cultivar y producir su propia comida.
Las
dificultades aumentan cuando la mujer se queda sin trabajo, pues gran
parte de su ingreso va a parar a la mesa. Según el INDEC, están
desocupados 15 por ciento de los hombres y 12 por ciento de las mujeres
jefas de familia.
Mientras
los hombres empleados destinan 22,2 por ciento a la alimentación familiar,
43 por ciento de los ingresos de las mujeres van al mismo rubro. Por eso
el Programa Nutrir se centra en las madres, para lograr resultados con los
niños y niñas de hasta cinco años.
Los pobres
–y sobre todo las mujeres– desarrollan estrategias que "moderan la crisis,
pero de ninguna manera permiten superarla", dijo Aguirre. Una de las que
siempre aparece en los estudios es la tendencia de la mujer a
autoexcluirse de la mesa cuando la comida no es suficiente.
"Se come
lo que hay", explicó Ayala. Todos los alimentos que ella y sus vecinas
consiguen van a parar a la olla común del comedor La Lechería. Pero de
noche "no hay nada" que comer, y si tienen algo es "para los chicos".
"Un tecito
y a dormir", dijo Ayala, quien en su casa cocina pan, cuando hay harina,
polenta (a base de maíz), fideos o sopa con huesos vacunos.
"No es que
las mujeres hayan perdido el saber de sus abuelas, que utilizaban más
variedad de alimentos, el problema es que no pueden comprar frutas,
verduras o carne y entonces restringen su consumo a lo que está barato",
remarcó.
Las
familias más pobres también recurren a los mercados callejeros o ferias, y
adquieren carne que se vende sin controles sanitarios. En algunos pocos
casos consiguen mantener una pequeña huerta, con variedad escasa por falta
de espacio y riesgos de contaminación por la mala calidad del suelo donde
plantan.
A juicio
de la antropóloga, estas soluciones deberían "apuntalarse". Es más
importante reforzar la labor de la jefa de familia que compra o consigue
comida de algún modo, que seguir distribuyendo alimentos o inaugurando
comedores comunitarios, opinó.
Marcela Valente
IPS,
setiembre del 2003
La
Insignia
5 de
setiembre 2003
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