El
16 de octubre de cada año, se celebra el Día Mundial de la
Alimentación, proclamado en 1979 por la Conferencia de la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO). Nace con la finalidad de concientizar a
los pueblos del mundo sobre el problema alimentario mundial
y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la
desnutrición y la pobreza. Desde entonces se ha desarrollado
cada año en más de 150 países, dando a conocer los problemas
detrás de la pobreza y el hambre.
El tema de este año es Unidos contra el hambre y fue
escogido con el fin de reconocer los esfuerzos realizados en
la lucha contra el hambre en el mundo a nivel nacional,
regional e internacional.
¿Que significa realmente este
día?
La lucha contra el hambre es mucho más que una simple
cuestión de aumento de la producción de alimentos. Esta
lucha está enmarcada en la soberanía alimentaria,
respondiendo primeramente al derecho legítimo a los
alimentos básicos de la población priorizando la producción
local y nacional, respetando la diversidad productiva y
cultural, sin perder de vista el autoabastecimiento, primero
de la familia, la localidad y el país y finalmente de un
mercado externo. Soberanía alimentaria basada en la decisión
de sus habitantes y productores: qué se produce, cómo se
produce y para quién se produce.
El otro eslabón de la lucha contra el hambre, es la seguridad
alimentaria, que existe cuando todas las personas pueden
acceder en todo momento, a suficientes alimentos sanos y
nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y
sus preferencias a fin de llevar una vida activa y sana.
Alimentos: acceso y
diversidad
El discurso de la “necesidad” de producir más alimentos para
alimentar a las poblaciones hambrientas, solo sirve para
esconder la realidad de que la mayor parte de los
monocultivos agrícolas están destinados a engordar a quienes
están de dieta y hartos de comer y no a los hambrientos. El
problema del hambre no se debe a la falta de producción de
alimentos, sino a la imposibilidad de acceder a estos por
parte de millones de personas. Basta con mirar nuestra
propia realidad de país exportador de carne, donde mucha
gente quisiera y no puede comerla, para comprender el tema.
En el marco de la reciente visita de una delegación de Arabia
Saudita se ha hablado de la importancia de la diversidad de
los mercados, en una palabra, de “no poner todos los huevos
en la misma canasta”. Ese concepto también debería ser
aplicado a la producción de alimentos, promoviendo la
diversidad productiva agropecuaria y evitando poner “solo
huevos en la canasta”. De esa manera se protegería a los
pequeños productores, que son los principales abastecedores
de la canasta de alimentos que consumimos en Uruguay.
Y se aseguraría la soberanía alimentaria.
Las medidas más urgentes
La primera medida contra el hambre debe ser la oposición a la
extranjerización y concentración de la tierra. La venta de
tierra implica pérdida de soberanía territorial y de los
recursos naturales más preciados: tierra y agua. En los
últimos meses han llegado a nuestro país compradores de
tierra desde distintos puntos del planeta. Sin embargo, más
que una amenaza, esto pareciera para los gobernantes un buen
signo de prosperidad para el país.
Las políticas actuales favorecen el agronegocio, modelo que
desplaza a los productores/as, destruye la biodiversidad,
degrada el ambiente y genera hambre y miseria a la
poblaciones más desposeídas, en tanto que enriquece a las
grandes transnacionales, que se apropian de los recursos
naturales.
Esta situación resulta en la expulsión de los pequeños
productores de su tierra y en la imposibilidad del que no la
tiene, de acceder a la misma, haciendo que la inserción de
los jóvenes al modelo de producción familiar quede solo en
buenos deseos.
La función social de la tierra se convierte en una función de
ganancias para inversores extranjeros, representados por
grandes empresas agrícolas y forestales, que nada tiene que
ver con la producción de alimentos y tampoco con la
agricultura, pero sí con los agronegocios, que solo traen
contaminación, pérdida de biodiversidad, expulsión de los
pequeños productores y destrucción de los recursos
naturales.
En este día de la alimentación, “Unidos contra el
hambre” hacemos un llamado a las autoridades a
elaborar e implementar políticas enfocadas a impedir la
extranjerización y concentración de la tierra. No sólo que
el gobierno impida la compra de tierras a los estados
extranjeros, sino también a las sociedades anónimas
privadas, tras las que se esconden grandes transnacionales
que ya se han apropiado de enormes áreas de nuestro
territorio.
Sin tierra no existe la soberanía territorial y menos aún la
soberanía alimentaria.
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