Un millón de personas murieron en Irlanda a causa de la 
                    enfermedad que en 1840 afectó al cultivo de patata, la base 
                    alimenticia de aquel país. Las consecuencias se habrían 
                    evitado de favorecer un cultivo variado. En Irlanda la 
                    producción se salvó gracias a una tipo de patata de Perú que 
                    era inmune a esa epidemia.
                    
                     
                    
                    La población mundial depende cada vez más de unas pocas 
                    especies de mamíferos y aves en su alimentación. El trigo, 
                    el arroz, el maíz y la patata proporcionan la mitad del 
                    aporte energético. Esta presión repercute en los procesos 
                    del ecosistema. Desde el intercambio de nutrientes entre los 
                    seres vivo y el suelo; la polinización, en la que participan 
                    animales e insectos además del viento; o la función de los 
                    bosques al contener la erosión y como hábitat para gran 
                    número de especies.
                    
                     
                    
                    El hambre es incomprensible en un planeta repleto de 
                    riquezas. El ser humano no siempre es responsable directo de 
                    las hambrunas. También los desastres naturales o epidemias 
                    han arrasado cultivos. Pero la dificultad de las víctimas 
                    para salir adelante se explica por prácticas contrarias a la 
                    biodiversidad. 
                    
                     
                    
                    El 40% de la superficie terrestre se destina a usos agrarios. 
                    La práctica agraria se beneficia a su vez de ella porque 
                    mayor número de especies vegetales y animales le servirán de 
                    sustento y en consecuencia se incrementará la productividad 
                    y seguridad en la alimentación.
                    
                     
                    
                    Para que el ciclo no se desequilibre se precisa una selección 
                    de las semillas adecuadas para el medio. Es conveniente 
                    desarrollar cultivos adaptados al clima, en vez de optar por 
                    un tipo de semilla que garantice un mayor rendimiento.
                    
                    
                     
                    
                    En Etiopía, la FAO, Organización de las Naciones Unidas para 
                    la Agricultura y la Alimentación, facilita el proceso. Los 
                    agricultores eligen aquellas variedades que aseguren el 
                    alimento para la familia, que proporcionen ingresos del 
                    mercado, o con tallos propicios para construir su casa. Tras 
                    recoger la cosecha entregan una parte a la comunidad local 
                    para formar un banco de semillas que salvaguarde los 
                    cultivos autóctonos.
                    
                     
                    
                    A veces los comerciantes locales no pueden competir con las 
                    semillas procedentes del extranjero. O, como en Camboya, los 
                    agricultores padecen las consecuencias de una alteración 
                    desmesurada en el medio. Allí la deforestación ha modificado 
                    el ritmo de crecida de las aguas en el lago Tonlé Sab, del 
                    que dependía el cultivo de arroz de aguas profundas. Ahora 
                    se explotan el resto de variedades de arroz y los peces para 
                    satisfacer la demanda.
                    
                     
                    
                    El ser humano ha se saberse naturaleza. Aprovechar sus 
                    riquezas de forma responsable con el uso de tradición y 
                    nuevas tecnologías. En el pasado se han perdido alimentos 
                    muy nutritivos por imposición de una cultura sobre otra. 
                    Hoy, gracias a los bancos de genes, un país devastado por 
                    una guerra o una catástrofe natural puede recuperar sus 
                    cultivos.  
                    
                     
                    
                    Hasta hace poco no se ha reconocido la contribución de los 
                    agricultores a la biodiversidad. El Tratado Internacional 
                    sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la 
                    Agricultura establece una serie de derechos del agricultor. 
                    Entre ellos, la protección de sus conocimientos 
                    tradicionales, mayor participación en la toma de decisiones 
                    y en los beneficios. Los Recursos Fitogenéticos resultan de 
                    la selección y mejora progresiva de las semillas a lo largo 
                    de miles de años que ha propiciado la aparición de 
                    variedades de alimentos con propiedades singulares. 
                    
                    
                     
                    
                    Para nutrir a la creciente población del mundo es necesario 
                    un esfuerzo por preservar la biodiversidad en lugar de 
                    prestar apoyo a la extensión de cultivos inadecuados.  Es la 
                    forma de que aparezcan nuevos y mejores alimentos. También 
                    de acabar con el hambre. Es una paradoja que sean los países 
                    empobrecidos los más afectados cuando son a menudo ricos 
                    porque contienen gran parte de las variedades genéticas que 
                    los desarrollados requieren.