16 de octubre
Día Mundial
del Hambre
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En otras
ocasiones nos hemos referido a la tendencia -dejamos
pendiente la discusión si es involuntaria o premeditada- de
hablar de ciertos hechos utilizando sus antónimos.
Convocados para tratar el tema de la salud, invariablemente
hablaremos de las enfermedades; si se trata del trabajo,
consideraremos el desempleo y si la convocatoria es la
educación, las intervenciones serán sobre el analfabetismo.
Siguiendo con esta paradoja, en el Día Mundial de la
Alimentación tenemos, necesariamente, que ocuparnos del
hambre.
Para vergüenza de la humanidad, el hambre no deja de crecer.
El 16 de octubre de 2007 denunciábamos que el número de
personas hambrientas en el mundo llegaba a 852 millones.
Actualmente -según el último informe de la agencia de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO)-
su número es de 1.020 millones, casi una persona de cada
seis. Quiere decir que mientras conmemoramos un nuevo
aniversario de la FAO y en su reconocimiento (?) el
Día Mundial de la Alimentación, el hambre aumenta sin
solución de continuidad.
La situación es tan grave
-cada seis segundos, en alguna
parte del mundo un niño muere de hambre-
que los cómplices de esta situación ya no pueden ocultarla.
“El aumento del número de desnutridos en el mundo es un
hecho intolerable”, admite Jacques Diouf, director general de la FAO
en el citado informe. “Nosotros tenemos los medios
económicos y técnicos para poder eliminar esta plaga, lo que
se necesita para erradicar para siempre el hambre es una
mayor voluntad política”, afirmó. No se ilusione, el señor
Diouf no pudo con su condición y aclaró: “Los líderes
mundiales reaccionaron con determinación ante la crisis
económica y financiera y lograron movilizar miles de
millones de dólares en un lapso muy breve. La misma acción
es ahora necesaria para combatir el hambre y la pobreza”,
afirmó.
¿En qué quedamos señor Diouf? Usted no puede mentir
tan descaradamente en dos párrafos de un mismo informe. ¿El
problema es político o es económico? Cuando leí su
afirmación que la solución al problema pasaba por una mayor
voluntad política, me dije: ¡al fin se reconoce que el
flagelo del hambre es de origen político! Lo que
significaría reconocer que es consecuencia de un sistema
establecido para que desde las semillas hasta las góndolas
de los supermercados estén en las mismas y pocas manos.
Mencionar a
Monsanto,
Cargill,
Nestlé,
Unilever,
Coca Cola,
Wal-Mart
o
Carrefour, para sólo citar algunas compañías
transnacionales, ¿le sugiere algo?.
10
transnacionales controlan el 67 por ciento del mercado de
semillas
bajo propiedad intelectual; 89 por ciento del
mercado mundial de agrotóxicos; 26 por ciento de las ventas
directas al consumidor en el mundo; 63 por ciento de la
farmacéutica veterinaria y 66 por ciento de la industria
biotecnológica1.
Tampoco desconocer que el modelo agroalimentario impuesto
desde mediados del siglo pasado -cuyo paradigma es la
llamada “revolución verde”- es gran consumidor de recursos
no renovables, especialmente petróleo. Y también tiene la
obligación de saber que la fundación holandesa Water Foot
Print Network (Red de la Huella del Agua) estableció la
llamada huella hídrica, un indicador de los impactos humanos
en los sistemas hídricos, donde se establece que para
producir un kilo de carne vacuna se utilizan 16 mil litros
de agua, un litro de leche envasada mil litros, un kilo de
arroz 3 mil litros, un kilo de trigo 1.350 litros y uno de
maíz 900 litros de agua.
Frente a
estos hechos, el inefable señor Diouf pretende
convencernos que para solucionar el hambre, es necesaria
voluntad política para obtener “miles de millones de
dólares”. La pregunta es, ¿para alimentar estas empresas y
este modelo de producción? ¿Cuando ambos son los causantes,
además del hambre; del despoblamiento del campo; la
destrucción ecológica; la contaminación del suelo; el agua y
la atmósfera; las intoxicaciones y muertes producidas por
los agrotóxicos, epidemias humanas por la transferencia
genética de enfermedades de animales (vacas locas, gripe del
pollo, influenza porcina) y un largo etcétera? Conclusión,
no nos hagamos ilusiones, la solución al hambre en el mundo
no pasa por la FAO.
A nuestras
compañeras y compañeros
A todo ésto, millones de hombres y mujeres trabajan en el
campo, pescan en mares y ríos y procesan y distribuyen
alimentos en todo el mundo. Muchos de ellos mal retribuidos,
perseguidos o encarcelados por pretender organizarse
sindicalmente; o padeciendo lesiones por esfuerzos
repetitivos que la velocidad de la línea de producción
provoca; otros sometidos a trabajo esclavo en pleno siglo XXI; o con padecimientos causados por los agrotóxicos y que
no son considerados enfermedades profesionales.
A todos ellos nuestro fraternal saludo este 16 de de
octubre. Es por ellos, su organización y su lucha, que
necesariamente pasará la solución al hambre y a otras
injusticias que afligen al mundo.
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En
Montevideo,
Enildo Iglesias
Rel-UITA
16 de octubre de 2009 |
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1-
Silvia Ribeiro,
Los que se quieren comer al mundo, La Jornada, México, 20.12.08
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