El
terremoto no solamente hizo pedazos los mercados, colapsó
los almacenes y dejó más de dos millones y medio de personas
sin lo suficiente para comer. También podría haber sacudido
la forma en que el mundo subdesarrollado consigue los
alimentos.
Décadas
de importaciones baratas -especialmente arroz de
Estados Unidos-destruyeron
la agricultura local y dejaron a los países empobrecidos
como Haití,
sin capacidad de
alimentarse a sí mismos por sus propios medios.
Si bien
es cierto que estas políticas han venido siendo criticadas
durante años en los círculos de programas de ayuda, los
líderes mundiales que se comprometieron a reacondicionar a
Haití,
están admitiendo
por primera vez que la disminución de las barreras
comerciales lo que hizo fue empeorar el hambre en Haití y en
muchas otras partes.
Esta
crítica la encabeza el ex presidente de
Estados Unidos,
Bill Clinton
-ahora como enviado especial de las Naciones Unidas a
Haití-
que públicamente pidió perdón este mes por haber abanderado
las políticas que destruyeron la producción de arroz en
Haití.
A mediados de 1990
Clinton promovió en este país empobrecido la supresión de
las tarifas al arroz importado de Estados Unidos.
“Esto
podría haber sido muy bueno para mis agricultores en
Arkansas, pero aquí no ha funcionado. Fue un error,”
dijo Clinton
a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado el pasado
10 de marzo. “Tuve que vivir en
Haití
a diario las consecuencias de la pérdida de capacidad para
producir una cosecha de arroz que pueda alimentar su gente
debido a lo que hice; nadie más que yo lo causó.”
Estas
oportunidades le presentan al país su mejor ocasión en
décadas de desarrollar la producción de alimentos a largo
plazo, y podría servir de modelo para otros países
subdesarrollados que están luchando por la alimentación.
“Una
combinación de ayuda alimentaria, pero también de
importaciones baratas, han tenido como consecuencia una
falta de inversión en el campo haitiano, y debe revertirse,”
declaró
John Holmes, jefe de la ayuda humanitaria a
la Associated Press. “Este es un fenómeno global,
pero Haití
es un ejemplo de primera instancia. Creo que es de aquí de
donde debemos partir.”
El
gobierno de Haití
está solicitando 722 millones de dólares para la
agricultura, parte de una ayuda global de 11.500 millones.
Esto incluye una parte para recomponer un daño estimado de
31 millones a la agricultura, pero mucho más para futuros
proyectos que permitan restaurar las vertientes de agua
dañadas, mediante el mejoramiento de la irrigación y la
infraestructura, y el entrenamiento de agricultores, además
de proporcionarles una ayuda eficiente.
El
presidente haitiano
René
Preval, un agrónomo
proveniente del valle de Artibonite productor de arroz, está
proponiendo que se detenga la ayuda en alimentos para
favorecer la inversión agrícola. Hoy
Haití
depende casi por completo de la ayuda mundial para su
subsistencia. El más reciente cálculo de necesidades -basado
en estadísticas de 2005- plantea que el 51 por ciento de los
alimentos que se consumen son importados, incluyendo el 80
por ciento de todo el arroz.
Ya se ha
acabado la repartición gratuita de alimentos que llenaba las
destruidas plazas de la capital abarrotadas de
sobrevivientes del terremoto del 12 de enero, pero el
Programa Mundial de Alimentos ha continuado entregando
suministros hasta alcanzar los dos millones y medio de
habitantes este mes. Todo este alimento ha sido importado,
aunque últimamente la agencia ha empezado a comparar arroz
producido localmente.
En Haití el
51 por ciento de los alimentos que se consumen
son importados, incluyendo el 80 por ciento de
todo el arroz. |
Los
mercados callejeros han comenzado a reabrirse, llenos de
camiones con bocinas, vendedores de bebidas que hacen sonar
las botellas y mujeres en cuclillas detrás de bultos con
otros productos. La gente compra lo que esté más barato y
eso es precisamente el arroz estadounidense.
El de
mayor éxito en ventas es
Riceland Foods de Stuttgart,
Arkansas,
que está vendiendo seis libras a 3 dólares con 80, de
acuerdo con la Unidad de Coordinación Nacional de Alimentos
de Haití.
La misma cantidad de arroz producido en
Haití
vale 5 dólares con 12 centavos.
“El
arroz nacional no es lo mismo, es de mejor calidad. Sabe
mejor. Pero es más costoso para la gente,” dice Leonne
Fedelon, una vendedora de 50 años de edad.
Riceland,
que es en este
momento el quinto exportador más grande del mundo,
defiende su parte del mercado en
Haití.
Pero para los
haitianos, que dependen casi por completo de alimento
importado, ha sido un desastre.
Los
productos extranjeros baratos han sacado a los productores
de sus tierras y los han expulsado a ciudades superpobladas.
Antes el arroz estaba reservado en la dieta haitiana para
ocasiones especiales, pero ahora es un alimento de primera
necesidad. Las importaciones también colocaron el país a
merced de los precios internacionales: cuando subieron en
2008, los agitadores apedrearon y quemaron edificios porque
no podían conseguir arroz. El Parlamento tumbó el Primer
Ministro.
Puede
suceder lo mismo ahora.
El arroz importado ha
subido un 25 por ciento desde el terremoto y podría subir
mucho más si no fuera por la ayuda alimentaria,
declaró el analista de mercado mundial de alimentos
Ceren Gurkan.
Hace tres décadas las
cosas eran diferentes. Haití importaba solamente un 19 por
ciento de sus alimentos y producía arroz para la exportación,
gracias a la protección de los precios en un 50 por ciento
establecida por los hijos del dictador,
Francois
y Jean Claude
Duvalier.
Cuando
terminó su régimen en 1986, los defensores de la libertad de
mercado en
Estados Unidos
y en
Europa
presionaron a
Haití
para demoler las barreras del mercado. El presidente
Jean-Bertrand Aristide,
que acababa de ser reinstalado en el poder por
Clinton
en 1994,
redujo las tarifas del arroz al 3 por ciento.
Los empobrecidos
agricultores, incapaces de competir con los miles de
millones de dólares en subsidios pagados por Estados Unidos
a sus productores, abandonaron sus fincas.
Otros se cambiaron a productos que afectan el medio ambiente
como los fríjoles y que se cosechan más rápido pero aceleran
la erosión del suelo y abren el camino a las inundaciones.
Se han
hecho esfuerzos recientemente para restaurar la agricultura
de Haití:
la AID
de Estados Unidos
tiene un programa a cinco años para mejorar las fincas y
restaurar las vertientes de agua en cinco regiones de
Haití.
Pero los 25
millones de dólares en un año son casi nada comparado con
los 91 millones en Estados Unidos de ayuda entregada a los
agricultores en las últimas 10 semanas.
La
FAO
de las Naciones Unidas también distribuyó este mes 28
toneladas de semillas de fríjol en las áreas montañosas, con
un plan para distribuir 49 toneladas de trigo.
El grupo
G8
de las naciones más ricas del mundo prometió el año pasado
20 millones de dólares a los agricultores de los países
pobres. El director de la
FAO
hizo un llamado esta semana para que fuera entregado algo a
Haití.
El
gobierno del presidente
Barack Obama
ha hecho un llamado de ayuda a la agricultura de las
naciones subdesarrolladas. El senador republicano
Richard Lugar
de Indiana ha propuesto una ley para crear un coordinador de
la Casa Blanca para la Seguridad Alimentaria Global que
contribuya a mejorar la agricultura mundial de largo plazo,
con un presupuesto de 8 y medio millones de dólares hasta
2014.
Ahora,
hasta los más poderosos importadores haitianos de alimentos
se han unido para defender el fomento a la producción local
de alimentos. “Prefiero comprar todo aquí y no tener que
importar nada” afirmó el empresario
Reginald Boulos,
presidente de la cámara de comercio de
Haití.
Pero
existe un grupo que se opone acérrimamente a reducir las
importaciones de alimentos a
Haití:
los mismos exportadores. “Haití
no tiene ni la tierra ni el clima para producir suficiente
arroz,” afirma Hill Reed, vicepresidente de comunicaciones
de Riceland.
La productividad
de los agricultores estadounidenses ayuda a alimentar los
países que no pueden alimentarse a sí mismos.”
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