La población mundial amenazada |
Más de
6.500 millones de personas poblamos hoy el planeta. A
mediados del siglo XXI, la cifra llegará a los nueve mil
millones y después ira decreciendo. Pero, ¿será La Tierra
capaz de soportar y alimentar a dos mil millones de seres
más?
Japón ha visto descender su población en 2005 por primera
vez en su historia. Se trata de la segunda potencia
económica que, con 127 millones de habitantes, es la décima
en población. La alarma ya ha sonado y no podemos dejar de
reflexionar sobre las consecuencias de este gran giro en la
historia de la Humanidad. La ONU ya había lanzado su alerta
por el desequilibrio que supone el imparable descenso de las
curvas demográficas en los países más desarrollados, con el
consiguiente envejecimiento de sus poblaciones.
Las estadísticas japonesas muestran que su país tendrá menos
de 100 millones de habitantes en 2050 y menos de 50 hacia
2100. Esto se debe al cambio de hábitos en una población
bien alimentada y cuidada sanitariamente con la mayor
esperanza de vida del mundo: los hombres 77 años y las
mujeres 84. La tasa de fecundidad japonesa es una de las más
bajas del mundo, si exceptuamos la española, y le siguen las
de los países de la Unión Europea. El grave problema es que
al descenso de la natalidad se une el mayor envejecimiento
de la población con los consiguientes riesgos para cubrir
puestos de trabajo, cotizaciones a la seguridad social y
garantía de las pensiones. Dentro de pocos años, cerca de un
tercio de la población japonesa tendrá más de 65 años, de
los cuales un 20% superará los 75. No es casualidad que la
alarma se haya disparado en ese país por coincidir esa caída
en la tasa de natalidad con el mayor envejecimiento de la
población sin disponer de los resortes de una inmigración
creciente que, en otros países, aliviará muchos de los
problemas citados aún con el riesgo de modificar modos de
vida, cultura y tradiciones.
Japón tiene una de las tasas más bajas de inmigrantes del
mundo, un 1’5% de la población. Viven su insularidad hacia
dentro con un rechazo cultural a casarse con los pocos
inmigrantes admitidos. Esta serie de factores hacen de Japón
un caso extremo al tiempo que un precursor para otros países
como Alemania, tercera potencia económica, e Italia que van
por el mismo camino. Otro caso es Rusia, el más extenso país
del mundo con enormes reservas en riquezas materiales y
estratégicas pero con una población que no sólo decrece
imparablemente sino con un incremento de la mortalidad
debido al sida, la alcoholemia y el desmoronamiento de sus
sistemas de salud.
La población del planeta se ha incrementado de manera
exponencial hasta alcanzar los 6.500 millones actuales, cada
vez en menos tiempo. En 1802, éramos unos mil millones de
personas, dos mil millones en 1927 (125 años después), tres
mil millones en 1961 (34 años más tarde) y cuatro mil
millones en 1974 (13 años después). Lo impresionante es que
este ritmo de crecimiento ha culminado en el siglo XX y que
el aumento de 80 millones por año va a tener lugar en Asia,
África y Latinoamérica. Hay de qué preocuparse porque esos
crecimientos no van acompañados de mejoras científicas,
técnicas, médicas, culturales, económicas ni de una
expansión de los derechos humanos y sociales. Y la gran
sorpresa es que hacia mediados de este siglo XXI la
población del planeta se estabilizará en nueve mil millones
para comenzar a decrecer, si la contaminación del medio
ambiente, el incremento de las pandemias, el empobrecimiento
creciente y la desesperación que podría conducir a
exasperaciones integristas no estallan en inimaginables
confrontaciones sociales, entre ellas formas de terrorismo y
de destrucción masiva como jamás se han visto en el pasado.
Las preguntas se suceden y amenazan con sobrepasarnos:
¿podrá el planeta soportar y alimentar a dos mil millones de
seres más? ¿Podrá Asia administrar y sobrevivir en la lucha
por el espacio y por el alimento que ya padece? Actualmente
ya tiene la mayor densidad de población por kilómetro
cuadrado con el 50% de la población mundial.
El ejemplo paradigmático del Japón debe servirnos para
considerar este gran giro en la tendencia ininterrumpida del
crecimiento de la población desde hace diez mil millones de
años. Es preciso imaginar propuestas alternativas que
modifiquen los derroteros consumistas, egoístas y
excluyentes de nuestras sociedades y formas de vida, la toma
de conciencia de nuestra interdependencia global, para bien
o para mal. Necesitamos superar barreras ideológicas,
étnicas o de nacionalismos obsoletos. Hoy todos nos sabemos
responsables solidariamente unos de otros, pero a escala de
pueblos y de continentes porque para la contaminación como
para las nuevas tecnologías, los nuevos saberes y logros
científicos no existen más fronteras ni barreras que las de
la mente y las de miopías que pueden conducirnos a la
destrucción de la humanidad, como sucedió con las especies
que en el pasado no supieron organizar su crecimiento ni
adaptarse a las circunstancias. En ello nos va la vida a
toda la humanidad no a unos o a otros pueblos o
civilizaciones.
José Carlos García Fajardo
CCS-España
16 de enero de 2006
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